domingo, 23 de marzo de 2014

El Lobo de Wallstreet: Algunas Perspectivas Psicoanalíticas

Hacía tiempo pensaba que El Gran Gatsby era la película definitiva sobre la fiesta excesiva, la fiesta salvaje, la fiesta que no conoce límites. Si no saben a qué me refiero, se los explicaré rápidamente: El Gran Gatsby, protagonizada también por Leo DiCaprio, es una película estrenada en 2013, que trata, entre otras cosas más interesantes, sobre Jay Gatsby, un magnate dueño de una casa de $30 millones de dólares, un hidroplano de 2 millones, un Rolls Royce de casi $400, 000, 2 botes de $200,000, un tren de $100,000, que contrata un surtidor de ropa por más de $400,000, un jardinero de $20,000; y hace fiestas de más de $250,000 cada una, en las cuales hay licor y comida y música en vivo, completamente gratis para sus invitados. Una vez terminada la fiesta, los ocho sirvientes de Gatsby, contratados por $800,000 dólares en total se encargan de limpiar todo el lindo cochinero de los amables invitados. Las fiestas de Gatsby son como fiestas de rockstars, los eventos lúdicos y concurridos sin consecuencias. El puro desastre.

Me equivocaba.

El Lobo de Wallstreet es otro nivel. El Lobo de Wallstreet es una película que hace ver a Gatsby como niño de kínder que festeja sus cumpleaños en MacDonalds. Inclusive a Jordan Belfort, el protagonista de El lobo, se le llama el gemelo malvado de Gatsby. ¿Por qué? Sólo hace falta echarle un vistazo somero a la película para comprender por qué. Jordan Belfort, exitoso corredor de bolsa en la ciudad de Nueva York, no sólo es dueño de una fortuna similar a la de Gatsby (o quizá mayor), sino que tiene algunas cositas que aquél no tiene: sexo desenfrenado y desenfrenado consumo de drogas y licor y desenfrenado gasto de dinero.  En Estados Unidos lo llamarían El sueño americano, pero este tipo de vida excesivo, esta vida que más bien parece un sueño que realidad, es universal: ¿Quién no quisiera vivir de esa manera, ir por la vida pensando haciendo y deshaciendo y gastando y consumiendo, como si no hubiese un mañana? En México ya existen ilustres personajes de hábitos ejemplares. Sin ir más lejos, la hija del líder sindical de trabajadores de Pemex (cuyo nombre no mencionaré). Y después de ver El Lobo de Wallstreet algo resonó en mí. Veamos algunas de las actitudes y hábitos de Jordan Belfort.

Al principio de la película, después de mencionarnos algunas de sus propiedades, entre las que se encuentran un yate de más de 170 pies, Belfort nos dice lo siguiente sobre él mismo: “También apuesto como un degenerado, bebo como un pescado, tengo sexo con prostitutas tal vez cinco o seis veces por semana… y amo las drogas”. Añade lo siguiente: “a diario consumo drogas como para sedar a Manhattan, Long Island y Queens… por un mes… [también] tomo analgésicos de 10 a 15 veces por día… cocaína para levantarme de nuevo y morfina porque es asombroso”. Desde luego hay otros ejemplos de este tipo a lo largo de la película, pero el punto es básico: Jordan Belfort y su séquito son un puñado de gulosos y lujuriosos, pozos sin fondo que por más que consuman no tienen llene. Un avaro. Erich Fromm, psicoanalista alemán, en su libro El Miedo a la Libertad, dice que en el Renacimiento, época de poder y riqueza de las clases altas, permitieron a los ricos nobles más libertad, debido a su poder y su dinero, pero también fueron más solitarios, ya que el individuo fue absorbido por un “egocentrismo pasional, una avaricia insaciable por poder y dinero” que tuvieron como consecuencia para el individuo una relación consigo mismo, su seguridad y estima, contaminadas, ya que su persona se tornó en un objeto de manipulación para sí mismo. Fromm dice, sobre los poderosos del capitalismo Renacentista, que la nueva libertad que el dinero les trajo fue una mayor sensación de poder pero al mismo tiempo una mayor soledad, duda, escepticismo y – como resultado de todo esto – ansiedad.

Podemos, pues, decir que en El Lobo de Wallstreet los personajes se manipulan a sí mismos para obtener el máximo placer que puedan de la vida. A costa de su cuerpo y salud, y a través del sexo y drogas, Jordan obtiene un placer más allá de lo imaginable, pero placer que al mismo tiempo es su autodestrucción, su muerte. Por esto no estaría de más decir que Jordan Belfort (y muchos de los otros personajes de la película) es un personaje dividido. Es decir, por un lado, se encuentra su mente, quien toma decisiones y busca, como perro hambriento, el placer, y por otro lado se encuentra su cuerpo, el envase que alberga su mente, encargado únicamente de proporcionar dicha a la mente. Esto explica también la razón por la cual las prostitutas abundan en el mundo ficticio de Jordan Belfort: existen únicamente en función de su sexualidad: dan placer sexual a los hombres. Una vez que lo proporcionan, son prescindibles y desaparecen de la vida de Jordan y sus secuaces. Hay que notar que esto mismo sucede con los clientes de su compañía: los inversionistas sólo existen en función de su dinero. Una vez que Jordan obtiene dinero de ellos, el resto importa poco (hay que notar que después que un inversionista le ha dado el sí a una transacción, por teléfono, Jordan hace un gesto que comunica, básicamente, “me lo he cogido”, como a las demás prostitutas). En el universo ficticia de El Lobo de Wallstreet, todos los personajes y sus cuerpos, e incluido el suyo, son juguetes que existen en función de alimentar la verde avaricia de Jordan Belfort, respetable corredor de bolsa.

Volviendo al tema de la ansiedad que trata Fromm, hay que notar la conversación que tiene Jordan con su jee, otro corredor de bolsa, al principio de la película, Mark Hanna. Hanna es un corredor de bolsa que tiene que echar la cocaína y las prostitutas para poder realizar su trabajo (esto él mismo lo dice) y tiene que masturbarse dos veces al día, todo esto para relajarse, liberarse del estrés, no perder su balance, no hacer implosión. Para Hanna lo importante es engañar a la mente a través del cuerpo y producir una falsa sensación de sosiego que en algún momento se llenará de nuevo de estrés y caos y peligro de implosión. Respecto a la sexualidad, Fromm dice que este tipo de hombres “han perdido la habilidad para diferenciar entre una sensación falsa y un verdadero sentimiento”, lo cual tiene como resultado una actividad sexual compulsiva, que se “consume como licor o droga, que no tiene un gusto en particular pero hace al individuo olvidarse de uno mismo”. Me parece que esta explicación se ajusta perfectamente al tipo de vida que lleva Hanna y que con el paso tiempo adoptará como propia el buen Jordan. Es necesario notar que la eyaculación es generalmente vista como una explosión, un arrojamiento hacia afuera, mientras que la implosión es concebida como un colapso violento que sucede hacia adentro. Implosión, curiosa versión del infierno.

A propósito del egoísmo, Fromm dice que el hombre egoísta “nunca está satisfecho, siempre encuntra sesasogiego, empujado por una aprehensión de no tener suficiente, de perderse de algo, de la privación de algo… tiene envidia de que alguien pudiese tener más” (43). Esto es cierto con respecto a La Duquesa, Naomi, la esposa de Jordan, a quien roba de otro personaje en una de esas fiestas extremas y por quien abandona a su esposa, Teresa, quien inclusive, al quedarse Jordan desempleado, estaba dispuesta a empeñar su anillo de compromiso para poder comer los dos. En una época en la cual las mujeres han perdido algo de humanidad y en cambio han ganado características de objetos, el éxito y poder también se manifiestan en la posesión de una mujer bella, casi increíble. Recordemos que, al principio de la película, explicando por qué el dinero es la mejor droga de todas, Jordan dice que el dinero permite comprar mejores mujeres. Al igual que el yate, las casas y los carros, las mujeres no solamente se rentan, como las prostitutas, sino que se compran, como la Duquesa. ¿Por qué? La respuesta quizá nos la dé Octavio Paz, cuando dice que “el siglo XX ha sido el siglo… en que se ha convertido [al] cuerpo en publicidad”. Si el cuerpo bello de Naomi es, entonces, publicidad, ¿qué es lo que está comunicando esta publicidad? En este caso, la Duquesa, al ser esposa de Jordan, comunica al mundo lo poderoso y rico, lo especial y único, que debe ser Jordan para tener a su lado a una mujer tan bella como ella misma. Citando a Rachel Bowlb, sobre Dorian Gray, Naomi es, pues, “publicidad andante”. Sin embargo, a pesar de su belleza, Naomi no es suficiente para Jordan, ya que Jordan sigue acostándose con prostitutas y siéndole infiel en cuanto la situación se presente. En pocas palabras, la Duquesa se convierte, dentro de la película, en un objeto desperdiciado. Qué pena: tan agradable que se ve.

Hablando más sobre el egoísmo, Fromm dice lo siguiente: “el egoísmo no es idéntico al amor propio, sino su opuesto exacto. El egoísmo es un tipo de avaricia, y como toda avaricia es insaciable; por lo cual, nunca existe verdadera satisfacción. La avaricia es un pozo sin fondo, que exhausta a la persona que la tiende en un esfuerzo sin fin para satisfacer la necesidad, sin llegar nunca a una verdadera satisfacción”. Esto es evidente en El Lobo de Wallstreet, en la escena en la cual Jordan describe su viaje a Suiza. Jordan dice que consume Ludes a la mañana, a la tarde, a la cena junto con cócteles y un par de Valium, a la noche un par de más de Ludes, que es cuando pierde todas sus habilidades motrices, y para las diez no sabe qué o quién es. En esta escena, vemos a Jordan teniendo sexo con una prostituta en una cama, más bien, a una prostituta teniendo sexo con un monigote, un muñeco inflable con cara de muerto. Me parece que es en esta escena, en la que vemos a Jordan teniendo sexo sólo por tener sexo, teniendo sexo sin realmente disfrutarlo, ya que ni siquiera está consciente para sentir lo que está haciendo, que podemos comprender la idea de Fromm de que la avaricia es un pozo sin fondo, que exhausta a la persona por no poder conseguir la satisfacción que tanto anhelo. Tanto sexo y tanto dinero para que Jordan siga igual de incompleto que siempre. Pobre tipo.

Ahora, ¿por qué un tipo que lo tiene todo no tiene llene? Fromm dice que el egoísmo tiene origen en una “falta de amor por sí mismo”, ya que “la persona que no se ama a sí mismo, que no se aprueba, se encuentra en una constante ansiedad respecto a sí mismo” y “debe preocuparse de sí mismo, ávido de obtener todo para sí mismo, debido a que él carece de seguridad y satisfacción”. ¿Podemos decir que Jordan Belfort cae en esta descripción que Fromm nos da? Jordan nunca nos habla sobre su autoestima ni su percepción de sí mismo pero al principio de la película nos dice que él es un antiguo miembro de la clase media criado por dos contadores en un diminuto apartamento en Bayside Queen. A pesar de que esto no nos habla sobre su autoestima o falta de amor propio, no sería exagerado decir que en un mundo capitalista, en el cual el éxito y valor de una individuo se mide por su cuenta de banco, Jordan Belfort aprendió a despreciarse desde chico por ser un integrante de la clase media (igual que, dicho sea de paso, Gatsby se despreciaba por ser de orígenes humildes) y al verse del tamaño del apartamento en que creció, en Bayside Queen.  Inclusive también podríamos decir que Jordan ni siquiera sabe que él alberga esta idea sobre sí misma; él solamente la tiene y esta idea dañina para sí mismo rige su conducta y actos de manera inconsciente.

De manera general, podríamos decir que, igual que en El Gran Gatsby y las vidas de muchos rockstars, la fiesta es el elemento predominante en El Lobo de Wallstreet. Se la viven de fiesta, hasta que el cuerpo aguante. A propósito de la fiesta, Octavio Paz dice, en El Laberinto de la Soledad, que “en ciertas fiestas desaparece la noción misma de orden. El caos regresa y reina la licencia. Todo se permite”, que en la fiesta “se violan reglamentos, hábitos, costumbres. El individuo respetable arroja su máscara de carne y la ropa obscura que lo aísla y, vestido de colorines, se esconde en una careta, que lo libera de sí mismo” y que “a través de la fiesta la sociedad se libera de las normas que se ha impuesto. Se burla de sus dioses, de sus principios y de sus leyes” y que “todo pasa como si no fuera cierto, como en los sueños”. ¿Podríamos decir que esto sucede en El Lobo de Wallstreet? Por supuesto que sí: Jordan Belfort y sus séquitos parecen sátiros, hijos de Dionisio, que tienen sexo con lo que se mueva y se deje. Sin embargo, hay una diferencia que deberíamos notar. La mayoría de nosotros, entes aburridos y pobres, vivimos en una realidad con leyes y reglas que se nos es permitido romper romper en la fiesta, como dice Paz, pero estas fiestas no suceden siempre; se dan de vez en cuando (dependiendo de las costumbres de cada quién, ¿cierto). Pero por falta de recursos o libertad o tiempo, por trabajo o escuela, no podemos vivírnosla de fiesta siempre. La fiesta, al igual que el sueño y la vida y casi todo en el universo, tiene principio y fin, límite y durabilidad. Quizá ése sea su atractivo: que sucede esporádicamente. De otra manera, si la fiesta fuese eterna, ¿aburriría? Probablemente sí.

Pero en El Lobo de Wallstreet no es el caso. Los personajes se drogan y tienen sexo y beben a toda hora, en cualquier lugar (en el baño, en el trabajo, en vuelos privados), no piden permiso a nadie, tampoco perdón, el único descanso que conocen es el preludio a la fiesta. En pocas palabras, hacen lo que se les da la gana. ¿Por qué? Su dinero se los permite. En El Lobo de Wallstreet sueño y realidad no son líneas separadas sino líneas convergentes que se acercan, la una a la otra, cada vez más hasta fundirse en una sola. Por ende, podríamos decir que El Lobo de Wallstreet es una película cuya realidad es surreal. ¿Qué es el Surrealismo? Etimologicamente, el término surrealismo se compone de sur (por encima, en francés) y realismo. Es decir, lo que está por encima de la realidad. André Breton, en su Manifiesto Surrealista, lo define como el movimiento que estriba en la creencia de la superioridad de la realidad de “ciertas formas de asociación hasta hace tiempo despreciadas” (Podemos traducir esta frase, para darle sentido a El Lobo de Wallstreet, como la superioridad de una realidad cargada de prostitutas suculentas y dinero a raudales, drogas únicas y alcohol exquisito); la creencia en “la omnipotencia del sueño” (¿Qué tipo de sueño? Ah muy fácil – todo aquel cargado de prostitutas suculentas y dinero a raudales, drogas únicas y alcohol exquisito); la creencia en “el desinteresado juego del pensamiento” (es decir, a hacer y cumplir cualquier capricho y deseo al cual el “desinteresado juego del pensamiento” nos lleve”). El surrealismo además tiende a “arruinar los otros mecanismo físicos” (como, por ejemplo, todas las reglas y hábitos y dificultades que nos impidan ser amos absolutos de harenes cargados de coca y billetes y mujeres) y, por último, el surrealismo tiende a sustituir estas costumbres como fuente de soluciones “a todos los principales problemas de la vida” (¿Cuáles son estos “principales problemas de la vida” en El Lobo de Wallstreet? La falta de dinero y sexo y drogas a raudales. Ésta es la realidad de Jordan Belfort, la realidad con la cual nosotros, pobres ilusos, sólo podemos vivir en la fiesta, según Octavio Paz, pero, desde luego, muy de vez en cuando y muy limitadamente, ya que ¿quién de nosotros tiene tanto dinero como para gastarse $250, 000 dólares en una fiesta de una sola noche? Entre muchos otros, Jordan Belfort, y he aquí la diferencia entre la fiesta de Jordan y la fiesta nuestra: Gracias a su dinero y poder, Jordan Belfort sí puede vivir prolongar su orgasmo hasta el infinito. ¿Qué lo detiene? Casi nada; hasta la última parte de la película, el gobierno, pero fuera de todas sus irregularidades fiscales y transgresiones legales, nada. Por esta razón podemos decir que la vida de Jordan Belfrot es un surrealista: porque ha traspuesto su realidad de hijo legítimo de Dionisio, el dios del vino, la locura y el éxtasis. Es decir, Jordan vive la realidad surrealista de vivir en un perpetuo orgasmo. Bien por él, ¿no? Casi bien por él, más bien, si no es que, según Fromm, Jordan es un pozo sin fondo.

En un lugar y época que comunican que el cielo es el límite, todo es proclive a pervertirse y degradarse, como en este caso, Jordan Belfort. El Lobo de Wallstreet es una comedia negra, razón por la cual todos los desórdenes mentales y existenciales de Jordan no se ven con solemnidad de manicomio o diagnóstico psiquiátrico sino con risa y cinismo. Y no es para menos. Jordan Belfort, corredor de bolsas mezquino y sin escrúpulos, misógino infiel y descarado, consumió tantas drogas que bien se pudo haber quedado en el viaje en una de ésas. Su sobrevivencia es un milagro. Y los milagros siempre son material de comedia.



Referencias

Breton, André. “Manifeste du Surrealism”. Œuvres complètes I. Paris: Éditions Gallimard, 1988,
1332-1338. Impreso.
Carnes, Patrick. "Understanding Sexual Addiction". Siecus Report The Debate: Sexual
Addiction and Compulsion, 31.5: junio/julio (2013): 5-7. Web. 23 de Marz 2014.
Êdoctum Carpe Diem. “Êdoctum: Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, debate e”. Youtube.
Youtube, 11 Feb. 2013. Web. 23 de marzo de 2014.
Fromm, Erich. The Fear of Freedom. Great Britain, 1942. Web. 23 de marzo 2014.
Lamm, Nickolay. "How Much Would it Cost to be Great Gatsby?". nickolaylamm,
WordPress, 10 Mayo 2012. Web. 23 de Marzo 2014.
Nunokawa, Jeff. "The Importance of being Bored: The Dividends of Ennui in the Picture of
Dorian Gray." Studies in the Novel 28.3 (1996): 357-71. ProQuest. Web. 23 Mar. 2014.
Paz, Octavio. El Laberinto de la Soledad. Madrid: Fondo de Cultura Economica, 1992.
Impreso.
Powers, John. "Leonardo DiCaprio Is Jay Gatsby's Evil Twin in The Wolf of Wall Street".
Vogue, Condé Nast. Web. 23 Marz 2014.
The Wold of Wallstreet. Dir. Martin Scorcesse. Perf. Leonardo Dicaprio. Paramount
Pictures,2013. DVD.