sábado, 21 de diciembre de 2013

La mosca

Pequeña mosca,
Tu dulce juego
Mi ciega mano
Ha aplastado.

¿Qué no soy
Igual que tú?
¿Y no eres tú,
Igual que yo?

Pues yo bailo
Bebo y canto
Hasta hallarme
Ciega mano

Si ideas son 
Vida aliento y fuerza
Y falta de vida es
Falta de ideas;

Entonces 
Mosca soy
Si vivo 
O muero yo

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Colinas como elefantes blancos

Las colinas del otro lado del valle del Ebrol eran largas y blancas. En este lado no había sombra ni árboles y la estación estaba entre dos rieles que corrían hacia el sol. Junto a la estación caía la sombra cálida del edificio y una cortina hecha con tiras de cuentas de bambú colgaban en el vacío de la puerta del bar, para alejar las moscas. El norteamericano y la chica estaban sentados en la mesa bajo la sombra, afuera del edificio. Hacía mucho calor y el expreso de Barcelona llegaría en cuarenta minutos. Se detenía en este cruce por dos minutos y seguía a Madrid.

¿Qué tomamos?, preguntó la chica. Se había quitado el gorro y puesto sobre la mesa.
Hace calor, dijo el americano.
Tomemos cerveza
Dos cervezas, dijo el hombre hacia la cortina.
¿Grandes?, preguntó la mujer desde la entrada.
Sí, dos grandes.

La mujer trajo dos tarros de cerveza y dos portavasos de cartón. Puso las portavasos y los tarros sobre la mesa y miró al hombre y la chica. La chica miraba la fila de colinas. Eran blancas bajo el sol y el campo estaba café y seco.

Parecen elefantes blancos, dijo.
Nunca he visto uno, el hombre bebió su cerveza.
Sí, no creo que lo hayas hecho
Puede que sí, dijo el hombre. Sólo porque dices que nunca he visto uno no prueba nada

La chica miró hacia la cortina de cuentas. Escribieron algo, dijo. ¿Qué dice?
Anís del Toro. Un trago
¿Lo probamos?
Oiga, dijo el hombre a través de la cortina. La mujer salió del bar
Cuatro reales
Queremos dos Anís del Toro
¿Con agua?
¿Lo quieres con agua?
No sé, dijo la chica. ¿Sabe bien con agua?
Pues sí
¿Lo quieren con agua?, preguntó la mujer.
Sí, con agua
Sabe a regaliz, dijo la chica y puso el vaso en la mesa
Como todo
Sí, respondió la chica. Todo sabe a regaliz. Especialmente todas las cosas por las que has esperado mucho tiempo, como la absenta
Oh no empieces
Mira quién habla, dijo la chica. Yo me divertía, pasaba un buen rato
Entonces tratemos de pasar un buen rato
De acuerdo. Eso hacía. Dije que las montañas parecen elefantes blancos. ¿No te pareció acertado?
Fue acertado
Quería probar este trago. Eso es todo lo que hacemos, ¿no? Mirar cosas y probar nuevos tragos
Supongo
La chica contempló las colinas.
Son colinas hermosas, dijo. La verdad no parecen elefantes blancos. Me refería al color de su piel a través entre los árboles
¿Pedimos otra cosa?
Está bien
El viento cálido soplaba la cortina de cuentas contra la mesa
La cerveza está buena y fría, dijo.
Está estupenda, comentó la chica.
En realidad es una operación muy simple, Jig, dijo el hombre. Ni siquiera es una operación de verdad
La chica miró hacia el suelo donde descansaban las patas de la mesa
Sé que no te pasará nada, Jig. No es nada. Sólo es dejar que entre el aire
La chica no dijo nada.
Te acompañaré, estaré contigo todo el tiempo. Sólo dejan entrar al aire y lo que sigue es perfectamente natural
¿Y qué haremos después?
Estaremos bien. Como antes
¿Qué te hace pensar eso?
Eso es lo único que nos preocupa. Es lo único que nos hace infelices
La chica miró hacia la cortina de cuentas, estiró la mano y tomó dos tiras de cuentas.
Y piensas que luego estaremos bien y seremos felices
Sé que lo estaremos. No debes tener miedo. Conozco muchos que lo han hecho
Igual yo, dijo la chica. Y después se veían tan felices
Bueno, dijo el hombre, si no quieres hacerlo, entonces no. No te obligaría a hacerlo si no quisieras. Pero sé que es perfectamente simple
¿Y en verdad quieres?
Creo que es lo mejor. Pero no quiero hacerlo si tú no quieres hacerlo
¿Y si lo hago te pondrás feliz y las cosas serán como eran antes y me amarás?
Te amo ahora. Sabes que te amo
Lo sé. Pero si lo hago, ¿estará bien si digo que las cosas son como elefantes blancos y eso te gustará?
Me encantará. Me gusta pero no puedo pensar en eso ahora. Ya sabes cómo me pongo cuando me preocupa algo
Si lo hago, ¿ya nunca te preocuparás?
Ya no me preocuparé de eso porque es perfectamente simple
Entonces lo haré. Porque yo no importo
¿A qué te refieres?
Yo no importo
Pues mí me importas
Claro. Pero yo no import. Y lo haré y todo estará bien
No quiero que te sientas de esa manera
   
La chica se puso de pie y caminó hacia el final de la estación. Cruzando, del otro lado, había campos de grano y árboles a lo lardo de los estanques del Ebro. Lejos, más allá del río, montañas. La sombra de una nube se movía a través del campo de grano y ella vio el río a través de los árboles.

Pudimos tener todo esto, dijo. Podemos tener todo y cada día lo hacemos más inalcanzable
¿Qué dijiste?
Dije que pudimos tenerlo todo
Podemos tenerlo todo
No, no podemos
Podemos tener todo el mundo
No, no podemos.
Podemos ir a donde sea
No, no podemos. Ya no es nuestro
Es nuestro
No, no lo es. Y una vez que lo quitan, ya no te lo regresan
Pero no se lo han llevado
Espera y verás
Vuelve a la sombra, dijo. No debes sentirte de esa manera
No me siento de ninguna manera, dijo la chica. Yo sólo sé cosas
No quiero que hagas nada que no quieras
Ni que no sean por mi bien, dijo. Lo sé. ¿Pedimos otra cerveza?
Está bien. Pero tienes que entender
Yo entiendo, dijo la chica. ¿Podemos callarnos?

Se sentaron en la mesa y la chica contempló las colinas del lado seco del valle y el hombre la vio a ella y a la mesa

Tienes que entender, dijo él, que no quiero que lo hagas si no quieres. Estoy dispuesto a continuar si no te afectará
¿No te importa nada a ti? Podemos buscar otra manera
Claro que me importa. Pero no quiero a nadie más que a ti. No quiero a nadie más. Y sé que es perfectamente simple
Sí, sabes que es perfectamente simple
Está bien que lo tomes así pero sé lo que digo
¿Me podrías hacer un gran favor?
Haría lo que sea por ti
¿Podrías por favor por favor por favor por favor por favor por favor callarte?

No dijo nada más y miró las maletas junto a la pared. Había etiquetas de todos los hoteles en donde habían pasado la noche.

Pero no quiero que lo hagas, dijo él, no me afecta en absoluto
Voy a gritar, dijo la chica.

La mujer salió de las cortinas con dos vasos de cerveza y los puso sobre los portavasos húmedos.

El tren llega en cinco minutos, dijo.
¿Qué dijo?, preguntó la chica.
Que el tren llega en cinco minutos
La chica sonrió a la mujer, agradeciéndole
Mejor pongo las maletas del otro lado de la estación, dijo el hombre. Ella le sonrió.
De acuerdo. Hazlo y regresa para terminarnos la cerveza

Levantó las maletas pesadas y rodeó la estación hasta las vías del otro lado. Alzó la vista pero no vio el tren. De regresó, pasó por el bar, donde gente que esperaban el tren, bebían. Bebió un anís en la barra y miró a la gente. Todos esperaban con tranquilidad el tren. Saló de la cortina de cuentas. La chica, aún sentada en la mesa, le sonrió.

¿Te sientes mejor?, preguntó él.
Me siento bien, dijo ella. No tengo nada. Me siento bien.

martes, 10 de diciembre de 2013

La muerte de los amantes

Tú y yo tendremos camas perfumadas
Y sillones profundos como tumbas, 
Flores exóticas sobre los estantes,
Que florecerán para nosotros bajo cielos tersos.

Quemando hasta el cansancio sus últimos ardores,
Nuestros corazones serán como dos flamas
Que reflejarán las luces dobles 
En nuestros espíritus, espejos gemelos.

Una noche pintada de rosa y azul místicos,
Nos volveremos un solo relámpago
Largo como sollozo hasta la despedida.

Y después un ángel, con las puertas entreabiertas,
Vendrá, fiel y alegre, a reavivar
Los espejos empañados, las llamas antes apagadas.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Carta a una one-night stand

The rest is silence
 – Hamlet, Shakespeare

Muy estimada chica con la que he pasado un par de horas de placer,

Durante media hora he vacilado en escribirte todo esto, ya que tú no me conoces, yo no te conozco, ambos sabemos del otro no más que el tipo de cosas que se dicen las gentes en los antros para cortejarse y dar al otro una idea superficial o vaga o incompleta, para hacerle comprender que no estamos locos ni somos asesinos o psicópatas o algo parecido, ya que para ofrecer nuestros cuerpos desnudos, aunque sea sólo por una noche, a quien se lo damos debe ser por lo menos normal, lo que generalmente se conoce como normal, y escribir algo a alguien del propio puño y letra es algo muy personal, no a cualquiera se lo haríamos, no ciertamente a un extraño que se conoce en un bar, aunque lo que se escriba se haga en una de esas libretitas que se encuentran en los cuartos de los moteles de paso para el uso de sus huéspedes, como sucedió contigo y conmigo en esta madrugada calurosa de junio. En este caso no sé más de ti más que tu nombre es Miriam y tienes más o menos mi edad y eres contadora y trabajas dando clases en una preparatoria pública y en un despacho contable cerca del centro, tu padre murió hace ocho meses (lo siento), tu madre aún vive y tu persona favorita es tu tía Margarita y te gustan los gatos aunque ya no tienes ninguno porque el último que tuviste escapó hace un par de meses y ahora vaga perdido y solitario en la inmensa y despiadada ciudad sin que nadie vea por él, sin que nadie sepa que él tiene un hogar pero está perdido, y no quieres que suceda lo mismo con otro gatito y yo entiendo. Eres la primer mujer en la vida que conozco que me habla de sus mascotas perdidas.

La razón por la cual te escribo esta nota (y la razón por la cual te escribo no es lo mismo que la razón para la cual te escribo) es que desde hace mucho tiempo me ha atormentado esos puntos de intersección y convergencia en los caminos que solemos llamar encrucijadas. Desconozco contigo qué sucede pero a mí siempre me ha intrigado hasta el punto de la náusea el tipo de gente o la gente que me he topado hasta ahora en mi camino, habiéndome podido encontrar con otro tipo de gente u otra gente en primer lugar. ¿Te gusta leer? ¿Conoces la historia de Edipo? Quizá no estará de más recordarte lo siguiente: Edipo fue un personaje de la literatura griega que mató a su padre en la encrucijada de camino a Delfos, alejándose – o más bien, tratando de alejarse – justo de aquel destino que se le vaticinó desde el nacimiento. Y sin embargo en aquella encrucijada Edipo se encontró precisamente con su padre y terminó matándolo. Es decir, me ha intrigado saber por qué cierta persona conoce a cierta otra - por qué, por ejemplo, tú te has topado conmigo habiendo podido toparte con otra persona, alguien distinto, alguien más atractivo o más interesante, alguien que en vez de dejarte sola a mitad de la madrugada puedas encontrar en la cama al día siguiente y quizá, no sé, ir a desayunar huevos con jamón o tocino o chorizo o salchicha o carne y a lo mejor verte después de manera casual y a lo mejor seguirse viendo con mayor frecuencia para que la noche que pasaron juntos no sean horas que el viento barra hacia el olvido para siempre. Es decir, ¿por qué tu camino se cruzó con el mío?

Te preguntarás, quizá, por qué escribo por qué me conociste tú a mí en lugar de escribir por qué te conocí yo a ti, y la respuesta es fácil. Por mi parte, no hay ningún significado especial tras nuestro encuentro de esta noche. Yo me topé contigo en el bar como bien pude topar a otra chica, como he conocido a un sinfín de chicas en los bares, sobre todo en este bar, el Sahara, a lo largo de los años (espero y al leer esto no te sientes ofendida; espero que comprendas que esto del sexo de una sola noche tiene que ver, sí, con el gusto y la preferencia y la elección pero también con la disponibilidad y si tú o yo no hubiéramos estado disponibles este encuentro no se habría dado). Salí de mi casa rumbo al Sahara después del trabajo; la oficina hoy estuvo tranquila – quizá porque fue viernes – y durante varias horas estuve en casa sin hacer más que mirar la televisión, pero tras cambiar canales inútilmente - no encontré nada bueno que ver - intenté leer y hasta escribir un poco, pero por alguna razón no me pude concentrar y tampoco encontré nada bueno sobre qué escribir. Así que así sin más me bañé y vestí y decidí salir solo a un bar, sin ninguna idea en la cabeza, sin la esperanza de divertirme y emborracharme y conocer nuevas personas o terminar en la cama con alguna chica guapa; simplemente salir por salir, para no quedarme solo y encerrado y muerto en casa. Pero te vi y me viste y te sonreí y me sonreíste y me acerqué a ti y coqueteamos y horas después estabas desnuda y rendida entre mis brazos, bajo el techo de este motel barato y medio limpio de afueras de la ciudad. Obviamente para mí siempre existió la posibilidad de no tener sexo durante la noche; si yo no te hubiera conocido o a nadie más, no habría sido la primera vez que regresaría a casa con el tanque lleno y las manos vacías, pero algo hubo en ti que accedió a que te llevase a un hotel para tener intimidad. ¿Qué fue? No sé, dime tú. Y, sin más qué hacer, me paré, me vestí y me fui, ni contento ni triste ni enojado ni preocupado, sin sentir algo en particular más que una hambre de mi cuerpo satisfecha, era hora de volver a casa, a mi vida, mi solitaria y monótona vida. Sabes, antes, hace mucho, en mis años de mayor juventud y vulnerabilidad (como escribió Nick Carraway, narrador de El Gran Gatsby justo al principio de la novela), la vida no era así, yo no era así. Antes, hace mucho, yo salía de casa cada viernes con las manos y el corazón llenos de esperanza. Soñaba con ver la noche, vivirla, sentir la emoción y excitación de encontrarme en un bar, rodeado de personas, de mujeres lindas a quienes hablarles, la posibilidad infinita de un encuentro. Así que te imaginarás la emoción que sentía al encontrarme en algún duelo de miradas con alguna guapa y desconocida mujer, ver al cabo de insistencia sus labios abrirse como roca en una sonrisa tímida, señal para acercarme y hablarle. Era un juego, el mejor de todos, y al principio sólo jugarlo era ya una victoria, pero si terminaba con alguna chica en la cama al final de la velada era la mejor de todas las victorias, era la victoria suprema. Y así, visitando bares y antros y fiestas, acercándome a extrañas, hablándoles, seduciéndolas, terminando en la cama con ellas, viviendo frecuentemente la victoria, pasé muchos, muchísimos años. Con algunas chicas pasé un tiempo muy agradable y algunas chicas inclusive quisieron pasar más tiempo conmigo después de la intimidad, pero con estas chicas nunca llegué a nada; la serenidad diurna que viví con ellas durante el desayuno nunca llegó a compararse con la magia sísmica que viví con ellas en la hora nocturna, razón por la cual desde pasado un tiempo dejé de aceptar invitaciones fuera de moteles y la madrugada.

Debo confesar que no toda mi vida fue sexo y noche; como cualquier otro yo tuve novias – dos en total. Con la primera, Selene, fui feliz aunque sólo durante seis meses. Nuestro rompimiento fue triste para mí puesto que Selene me gustaba e inclusive pensé en casarme con ella, pero al cabo de un tiempo me dijo que lo nuestro, como todo en la vida, había expirado y tenía a otro tipo esperando por ella y adiós y buena suerte. Hasta luego. Yo aún me masturbo pensando en ella, si debo confesarlo. La segunda, Aurora, me duró dos años. La amaba, me amaba, planeábamos casarnos, hicimos los primeros preparativos para la voda, pero no podía imaginar la idea de estar atado a ella durante el resto de nuestras vidas, con ella no sentía la emoción que sentí con Selene o las otras chicas desconocidas de los bares, así que con la pena tuve que decirle adiós. Ella me dijo adiós bañada en lágrimas.

Pasaron los años, chicas iban y venían de mi lado hacia la nada, hacia el olvido. Y llegó un momento en que sin saber por qué comencé a pensar en el suicidio. Nota: pensar en el suicidio no es contemplar el suicido. Comencé a pensar en el suicidio como una posibilidad en un universo alterno. ¿Qué debe sentirse perder la vida?, me preguntaba. ¿Qué es la muerte? ¿Qué se sentirá estar muerto, cruzar ese fino umbral que separa la vida de la muerte? La muerte, ese espacio vacío y negro, ese desbarrancadero al que todos tarde o temprano tendremos que llegar únicamente para lanzarnos. Pensaba todo esto recostado en mi cama, mirando la lluvia, viendo pasar camiones y barcos y aviones a través de la ventana, recostado al lado de una chica o a veces encima de ella, haciéndole el amor. Pero, evidentemente, nunca me suicidé. Con el tiempo dejé de pensar en el suicido y comencé a pensar – espero no te asustes, yo ya no pienso así – en matar a mis amantes. Solía escribirme historias en las que el protagonista era yo y ese yo vivía una vida como la que vivo ahora y de vez en cuando narraba algo así como: sigo soltero y sigo procurándome la dicha y placer de levantar desconocidas en los bares y matarlas y ya muertas regresar a casa y bañarme y dormirme horas después levantarme e ir al trabajo o al gimnasio. Matarlas, como si ése fuera el paso lógico que sucede al coito. Me imaginaba a mí mismo guardando cadáveres en mi departamento como Patrick Bateman guardaba los de sus víctimas en el suyo, borrando huellas y disponiendo de cadáveres como se dispone de la basura o lo inservible. Hubo noches en que estos pensamientos me asaltaron durante el coito, en los momentos de mayor excitación sexual y que en lugar de distraerme sólo exacerbaban mi excitación hasta el punto de acelerar mi ritmo más y más y más y más, con lo cual mis amantes solían disfrutar más y más y más y más, así hasta el final. Me alegra decirte que nunca llegué a matar a nadie, sólo fueron ideas.

No sabía lo que me sucedía. Generalmente yo tenía sobre mí o debajo de mí a una hermosa chica desnuda que me permitía ir y venir, tocar y retocar, meter y sacar, así que no había razón por la cual me asaltasen pensamientos e ideas tan lúgubres como aquéllos. Muchas veces me quedaba dándole vuelta a esas ideas en la cabeza a costar del segundo round con la chica que me encontrara en aquella noche. ¿Qué ya no quieres?, me solían preguntar, decepcionadas. ¿Qué ya te cansaste? No es eso, solía responder. No es eso, y me ponía de pie y me vestía y me iba tras una breve y parca despedida. Al principio del juego, al principio de todo esto, nunca habría rechazado un segundo o inclusive un tercer round, qué sacrilegio. Pero pensamientos como estos comenzaron a hacerse frecuentes muy a mi pesar.

No sé en qué momento el juego dejó de ser divertido, no sé en qué momento comencé a salir por la noche y hablar con mujeres por costumbre más que por emoción o placer. Pero llegaba la noche, los fines de semana, el trabajo en la oficina, y yo sin nada más que hacer, sólo por llenar un espacio vacío, salía a la ciudad. De vez en cuando sentía deseos, más bien antojos de venirme, como se tiene antojo de un dulce o un cigarro o una cerveza, y bien podía seguir mi vida sin venirme, sin tener contacto físico o sexual alguno, pero yo siempre me dejé llevar por ese impulso, ese empuje, y solía pensar: si ya tengo el deseo de venirme, de venirme yo solo a venirme con ayuda de una chica, con su mano - o su boca - alrededor de mi sexo, es mejor una chica, así que en busca de aquella chica salía en los días en cuestión. Y ya estando a solas con ellas, por qué limitarse a una mano en el sexo - por qué no hacerlo todo de una vez, una dos tres hasta cuatro veces si se podía. Al fin y al cabo: no había impedimento alguno; yo tenía todo el tiempo del mundo.

Pero de todas las noches que he vivido recuerdo una en particular. Aquel día salí inusualmente entusiasmado de mi casa con dirección a un bar (quizá porque era de las últimas veces que me entusiasmaba ir a un bar con el propósito de tener sexo, quizá porque yo en realidad fingía entusiasmo). Al llegar me topé con una chica hermosa y me acerqué, la chica era joven, muy joven, pero hermosa y esbelta, y aceptó ir conmigo a terminar la velada a otro sitio. La desnudé, su cuerpo aún fresco no tenía la marca del paso de los años como el mío. Me dijo que aquélla era la primera vez que se entregaba a un desconocido y yo me sentí conmovido y de pronto súbitamente desinteresado. Me vestí, le pedí a la chica que se vistiera, y le dije que sería mejor irnos, no había punto de seguir así. No dije más a la chica, ella me preguntó si algo en ella la molestó y, frío, le respondí que no, que no había problema con ella, y confundida se marchó, dándome su número de teléfono por si cambiaba de opinión, y yo lo tomé más por amabilidad que por la intención de llamarla algún día. Regresé a casa, y, caminando en las calles desiertas, mojadas por la lluvia, en la soledad oscura de la madrugada, pensé, como si hubiera experimentado una gran epifanía, en lo que escribió aquel filósofo inglés en sus ensayos - que todo placer es el mismo placer y una vez experimentado se le ha experimentado para siempre. Y yo pensé: Entonces el placer es una batería que con el tiempo se desgasta, y descargada por completo el resto es silencio, es vacío, es soledad, es oscuridad, es nada, y todo intento de llenarla es fútil, como fútil es tocar una guitarra esperando que sus cuerdas con música inunden la noche repleta de estrellas cuyo brillo el universo en algún momento terminará por tragarse en una oscuridad insoportable. La vida es ese espacio vacío salvo por los agujeros negros que se tragan a sí mismos, es la única nota que viaja sola por todo el universo que sólo ella misma escucha hasta hacerse una con el silencio y la nada, es el cigarro que para vivir, debe morir, para respirar, debe consumirse, dejando tras de sí un rastro de humo que por un momento huele pero luego se esfuma y una colilla apestosa y estorbosa que a lo mucho se tira en el suelo para que ya no siga oliendo más. 

Estoy aburrido, Miriam - ésa es la razón  para la cual te he escrito esta nota esto desde un principio: para decirte que estoy muy muy aburrido y cansado. Y aburrido y cansado, te escribo desde la nada. Porque de la nada vine y hacia la nada voy. Y a pesar de que no nos conocemos mucho y no sé de ti un puñado de cosas, como del presente de tu padre y tu madre y tu tía Margarita y tu pobre gatito perdido, me tomo el atrevimiento de decirte lo siguiente: espero que tú no te encuentres igual de aburrida que yo y que por aburrimiento me hayas topado en el bar Sahara, la encrucijada en que corvergieron tu vida y la mía, en esta bonita y tubia noche de efímero verano, espero que haya sido todo menos eso. 

Atentamente,
El jugador

PD. Espero que tu gato perdido pronto encuentre su camino de regreso a casa.