Hace
poco vi la grabación del debate sobre el matrimonio igualitario transmitido en
el programa Hoy. Si no han visto el video, lo resumo: Juan Dabdoub expone sus
argumentos en contra del matrimonio igualitario y una pareja homosexual y una
actriz exponen sus argumentos a favor. Si un debate se ganara por quien gana
hablara con su ethos, es decir, por hablar con mayor elocuencia y contundencia,
el ganador, en definitiva, sería Juan Manuel. El señor aporta argumentos
respecto al lenguaje, derechos internacionales y psiquiatría, dejando a muchos
con la boca abierta y sin argumentos qué responder. Sin embargo, habría que
considerar algunas cosas sobre este debate y los argumentos presentados antes
de darle la razón a Dabdoub.
Juan Dabdoub pone
como argumento el lenguaje. Argumenta que etimológicamente la palabra
matrimonio se refiere a la protección de la madre (matris, madre; monium,
cuidado), lo cual sugiere que el matrimonio es el cuidado de la madre a través
del padre. En este sentido podríamos darle la razón. A la etimología no se le
discute; la etimología que Dabdoub menciona es la correcta. Sin embargo, hay
varios elementos que hay que tomar en cuenta antes de darle la razón a Dabdoub.
Una característica
del lenguaje es que es arbitrario. Esto implica que el lenguaje no siempre
responde a la lógica, etimología, tradición. La palabra cantinflear es un
ejemplo. Cantinflear no responde a la etimología o lógica, y sin embargo el uso
de esta palabra fue tan amplio que se acogió por la RAE. El lenguaje es nuestro
para utilizarnos arbitrariamente; que los interlocutores nos entiendan es otra
cosa. Pero, en conclusión, la lingüística nos permite hablar como deseemos y nos permite utilizar esta
palabra para referirnos a la misma unión que realizan las parejas
heterosexuales pero entre homosexuales. No existe ningún impedimento
lingüístico para evitarlo.
Otro aspecto sobre el
lenguaje y la etimología: el lenguaje cambia, evoluciona. Las palabras, con el
tiempo, adquieren nuevos significados, nos guste o no. Un ejemplo básico: la
palabra pedagogo. Según el diccionario de la RAE (les digo, con la RAE no tengo
problemas), significa “persona que tiene como profesión educar a los niños,
significado muy diferente al que originalmente tenía (Originalmente, los
pedagogos eran esclavos niñeros que escoltaban a los niños a las escuelas). El
señor Dabdoub dice que "no podemos corromper el lenguaje”, como si el
lenguaje fuera algo puro que no debe permanecer inmaculado. Bueno, la “pureza”
en el idioma no existe por mucho tiempo. El propio idioma español es el
resultado de esta “corrupción”. Primo de los otros idiomas romances, el español
tiene origen en el latín popular (o vulgar), el cual deviene del latín clásico,
idioma que, a su vez, tiene origen en el lenguaje madre de la mayoría de los
idiomas de Asia y Europa: el indoeuropeo. Lo que el señor Dabdoub llama
corrupción no es más que simple y normal evolución histórica-lingüística que se
ajusta a tiempos modernos y las necesidades de los hispanoparlantes del siglo
XXI.
Por
otro lado, es cierto que los romanos no consideraron en sus leyes el matrimonio
homosexual de cualquier tipo. Sin un precedente semejante es difícil argumentar
jurídicamente a favor del matrimonio igualitario. Sin embargo, hay que tomar en
cuenta el contexto: los romanos jamás conocieron la evolución ideológica que
disfrutamos hoy en día los habitantes del siglo XXI. En cuestión de derechos
humanos, difícilmente podríamos argumentar que la antigua Roma era un estado
campeón en igualdad para sus habitantes, si tenemos en cuenta que los romanos
eran un pueblo esclavista, militarista y profundamente patriarcal. Existía la
homosexualidad en la antigua Roma, que quede claro. E inclusive existen
registros de los matrimonios de algunos emperadores con otros hombres. Sin
embargo, los romanos, por costumbre, no lo veían bien (digo por costumbre
porque, de nuevo, ellos no llegaron al nivel de tolerancia al que hemos llegado
hoy en día). Y, a medida que el imperio romano se cristianizaba, con
fundamentamos de la Biblia, el matrimonio entre homosexuales se prohibía.
Continuando
con el tema del derecho: el contexto y la historia sobre este tema son
importantes. Dabdoub tiene razón cuando dice no existen tratados
internacionales que garanticen este derecho. La explicación es simple: el
derecho al matrimonio homosexual es relativamente reciente. Faramerz Dabhoiwala
sugiere que el movimiento a favor del matrimonio igualitario comenzó en los
noventa. Si tenemos en cuenta que la abolición de la esclavitud, el sufragio
universal y los derechos de los niños le han tomado a la humanidad muchísimos
años para lograrse, es comprensible que tribunales y países de todo el mundo no
reconozcan este derecho… aún. Las leyes pueden cambiar y enmendarse, y esto lo
decide la población y los gobiernos de todos los niveles del mundo. Me parece
que es por esto es que Dabdoub se pone tan a la defensiva cuando Alexandra Haas
“se inventa” derechos en lugar de solamente defenderlos como lo manda Dabdoub.
Dabdoub intuye que en este sentido, la creación de derechos que antes no
existían, es como se puede lograr que jurídicamente exista el matrimonio.
“Quédate en esta línea y no te salgas”, parece decirle Dabdoub a Haas. Sin
embargo, ni Haas ni nadie está obligado a hacerlo. La consideración de otros
argumentos es viable. Dabdoub parece querer poner e imponer las reglas del
juego del debate porque, me parece, sabe que entre tecnicismos y status quo
puede tener la razón. Pero hay que tener en cuenta que otra manera de
participar en este debate es a través del voto. En algunos países el matrimonio
igualitario se ha logrado directamente a través de la votación popular, a través
de la mayoría.
El argumento sobre la
homosexualidad como trastorno mental es un tema difícil. Efectivamente, la APA
(American Psychology Association) declaró en 1974 que la homosexualidad no era
un trastorno mental debido - muchos sospechan - a una situación política: la
APA prefirió evitar una confrontación con esta comunidad, aunque muchos
investigadores aún no estaban convencidos de los estudios para hacer semejante
declaración. No discutiré este argumento; no soy psicólogo ni psiquiatra. Lo
que sí discutiré es lo siguiente: Dabdoub dice que todos tenemos algún
trastorno mental: ansiedad, depresión, etc. Sin embargo, yo no veo que el
Estado le niegue los derechos a casarse a personas que sufran de este
trastorno. Tampoco veo que, además del supuesto trastorno de homosexualidad,
Dabdoub haga campaña para evitar que padres depresivos, ansiosos o bipolares
adopten hijos. Porque, vamos, si alguien en verdad está preocupado por el
derecho de los niños y le interesa que crezcan en un hogar mentalmente sano, le
deberían preocupar todos los posibles trastornos que pueda sufrir una persona.
Y, si como dice Dabdoub, todos padecemos un desorden, entonces ¿por qué
permitir que las parejas heterosexuales adopten siquiera? ¿Por qué Dabdoub y
muchas otras personas que compartan la opinión de Dabdoub están tan interesadas
en evitar que solamente aquellas personas con trastornos homosexuales adopten?
¿Qué está en juego?
Respuestas
básicas: la tradición. La cultura. Fundamentos religiosos. El matrimonio
igualitario, reconocido por el Estado, puede ser considerado para muchos un
ataque o desafío directo para las personas con actitudes arraigadas en la
tradición y la religión. Hay otros aspectos de la sociedad y las leyes que
requieren mayor atención que el supuesto riesgo que supone el matrimonio
igualitario en México (y en otras partes del mundo): pobreza, corrupción,
impunidad, desigualdad social, etc. Pero desafíos directos a las creencias
religiosas o culturales de las personas, tal como la creencia en el matrimonio
entre hombre y mujer - pone a la defensiva y ofensiva a muchas personas. Los
humanos somos seres que tendemos a creer. Creemos en libros sagrados, dioses, reglas
y mandamientos, visiones del mundo. Para muchos de nosotros, nuestras ideas se
vuelven tan importantes que inclusive les dan propósito, sentido e importancia
a nuestras vidas. Y, por lo tanto, cualquier ataque, crítica o desafío a
nuestras creencias muchos lo vemos como un ataque personal; de ahí la falta de
tolerancia, la renuencia, la agresividad y hasta la violencia antes las ideas
que son distintas. Esto es lo que Ernest Becker llamaba el miedo a la muerte.
No a la muerte física, sino a la muerte simbólica. Según Ernest Becker, los
humanos tendemos a sobrevivir y a anhelar la inmortalidad no física, sino
simbólica, a través de nuestras creencias más profundas y arraigadas, las que
le den sentido y propósito a nuestras vidas. Para personas con esta actitud del
miedo a la muerte, hay algo que se daña si el Estado garantiza el derecho al
matrimonio igualitario: su creencia, su tradición, su religión, su cultura y
por ende ellos mismos. Aquí está el verdadero peligro, el riesgo real. Si el
matrimonio igualitario realmente supusiera un problema serio para la integridad
de los niños, aflorarían los estudios y casos que denunciaran un peligro en
potencia (y ahí sí, adiós matrimonio igualitario). No dudo que los haya, pero,
como bien se menciona en el video, es la ética lo que asegura que un niño sea
criado o no de manera positiva, y no la orientación sexual. La orientación sexual,
por sí sola, es lo que supone el verdadero desafío a las personas que se
sienten definidas por su experiencia. Debajo del respeto y la apertura al
diálogo y al debate de parte de Dabdoub anida un profundo miedo a la muerte que
se traduce en intolerancia, fobia y discriminación. Para comprender más
profundamente este fenómeno, recomiendo la lectura The Denial of Death y el documental Flight from Death. Quizá una vez digerido y estudiado estas obras,
podamos tener un diálogo que no tenga como base el miedo a lo diferente.