miércoles, 20 de julio de 2016

Algunos comentarios del debate sobre el matrimonio igualitario

               Hace poco vi la grabación del debate sobre el matrimonio igualitario transmitido en el programa Hoy. Si no han visto el video, lo resumo: Juan Dabdoub expone sus argumentos en contra del matrimonio igualitario y una pareja homosexual y una actriz exponen sus argumentos a favor. Si un debate se ganara por quien gana hablara con su ethos, es decir, por hablar con mayor elocuencia y contundencia, el ganador, en definitiva, sería Juan Manuel. El señor aporta argumentos respecto al lenguaje, derechos internacionales y psiquiatría, dejando a muchos con la boca abierta y sin argumentos qué responder. Sin embargo, habría que considerar algunas cosas sobre este debate y los argumentos presentados antes de darle la razón a Dabdoub.
                Juan Dabdoub pone como argumento el lenguaje. Argumenta que etimológicamente la palabra matrimonio se refiere a la protección de la madre (matris, madre; monium, cuidado), lo cual sugiere que el matrimonio es el cuidado de la madre a través del padre. En este sentido podríamos darle la razón. A la etimología no se le discute; la etimología que Dabdoub menciona es la correcta. Sin embargo, hay varios elementos que hay que tomar en cuenta antes de darle la razón a Dabdoub.
Una característica del lenguaje es que es arbitrario. Esto implica que el lenguaje no siempre responde a la lógica, etimología, tradición. La palabra cantinflear es un ejemplo. Cantinflear no responde a la etimología o lógica, y sin embargo el uso de esta palabra fue tan amplio que se acogió por la RAE. El lenguaje es nuestro para utilizarnos arbitrariamente; que los interlocutores nos entiendan es otra cosa. Pero, en conclusión, la lingüística nos permite hablar como deseemos y nos permite utilizar esta palabra para referirnos a la misma unión que realizan las parejas heterosexuales pero entre homosexuales. No existe ningún impedimento lingüístico para evitarlo.
               Otro aspecto sobre el lenguaje y la etimología: el lenguaje cambia, evoluciona. Las palabras, con el tiempo, adquieren nuevos significados, nos guste o no. Un ejemplo básico: la palabra pedagogo. Según el diccionario de la RAE (les digo, con la RAE no tengo problemas), significa “persona que tiene como profesión educar a los niños, significado muy diferente al que originalmente tenía (Originalmente, los pedagogos eran esclavos niñeros que escoltaban a los niños a las escuelas). El señor Dabdoub dice que "no podemos corromper el lenguaje”, como si el lenguaje fuera algo puro que no debe permanecer inmaculado. Bueno, la “pureza” en el idioma no existe por mucho tiempo. El propio idioma español es el resultado de esta “corrupción”. Primo de los otros idiomas romances, el español tiene origen en el latín popular (o vulgar), el cual deviene del latín clásico, idioma que, a su vez, tiene origen en el lenguaje madre de la mayoría de los idiomas de Asia y Europa: el indoeuropeo. Lo que el señor Dabdoub llama corrupción no es más que simple y normal evolución histórica-lingüística que se ajusta a tiempos modernos y las necesidades de los hispanoparlantes del siglo XXI.
                Por otro lado, es cierto que los romanos no consideraron en sus leyes el matrimonio homosexual de cualquier tipo. Sin un precedente semejante es difícil argumentar jurídicamente a favor del matrimonio igualitario. Sin embargo, hay que tomar en cuenta el contexto: los romanos jamás conocieron la evolución ideológica que disfrutamos hoy en día los habitantes del siglo XXI. En cuestión de derechos humanos, difícilmente podríamos argumentar que la antigua Roma era un estado campeón en igualdad para sus habitantes, si tenemos en cuenta que los romanos eran un pueblo esclavista, militarista y profundamente patriarcal. Existía la homosexualidad en la antigua Roma, que quede claro. E inclusive existen registros de los matrimonios de algunos emperadores con otros hombres. Sin embargo, los romanos, por costumbre, no lo veían bien (digo por costumbre porque, de nuevo, ellos no llegaron al nivel de tolerancia al que hemos llegado hoy en día). Y, a medida que el imperio romano se cristianizaba, con fundamentamos de la Biblia, el matrimonio entre homosexuales se prohibía.
                Continuando con el tema del derecho: el contexto y la historia sobre este tema son importantes. Dabdoub tiene razón cuando dice no existen tratados internacionales que garanticen este derecho. La explicación es simple: el derecho al matrimonio homosexual es relativamente reciente. Faramerz Dabhoiwala sugiere que el movimiento a favor del matrimonio igualitario comenzó en los noventa. Si tenemos en cuenta que la abolición de la esclavitud, el sufragio universal y los derechos de los niños le han tomado a la humanidad muchísimos años para lograrse, es comprensible que tribunales y países de todo el mundo no reconozcan este derecho… aún. Las leyes pueden cambiar y enmendarse, y esto lo decide la población y los gobiernos de todos los niveles del mundo. Me parece que es por esto es que Dabdoub se pone tan a la defensiva cuando Alexandra Haas “se inventa” derechos en lugar de solamente defenderlos como lo manda Dabdoub. Dabdoub intuye que en este sentido, la creación de derechos que antes no existían, es como se puede lograr que jurídicamente exista el matrimonio. “Quédate en esta línea y no te salgas”, parece decirle Dabdoub a Haas. Sin embargo, ni Haas ni nadie está obligado a hacerlo. La consideración de otros argumentos es viable. Dabdoub parece querer poner e imponer las reglas del juego del debate porque, me parece, sabe que entre tecnicismos y status quo puede tener la razón. Pero hay que tener en cuenta que otra manera de participar en este debate es a través del voto. En algunos países el matrimonio igualitario se ha logrado directamente a través de la votación popular, a través de la mayoría.
El argumento sobre la homosexualidad como trastorno mental es un tema difícil. Efectivamente, la APA (American Psychology Association) declaró en 1974 que la homosexualidad no era un trastorno mental debido - muchos sospechan - a una situación política: la APA prefirió evitar una confrontación con esta comunidad, aunque muchos investigadores aún no estaban convencidos de los estudios para hacer semejante declaración. No discutiré este argumento; no soy psicólogo ni psiquiatra. Lo que sí discutiré es lo siguiente: Dabdoub dice que todos tenemos algún trastorno mental: ansiedad, depresión, etc. Sin embargo, yo no veo que el Estado le niegue los derechos a casarse a personas que sufran de este trastorno. Tampoco veo que, además del supuesto trastorno de homosexualidad, Dabdoub haga campaña para evitar que padres depresivos, ansiosos o bipolares adopten hijos. Porque, vamos, si alguien en verdad está preocupado por el derecho de los niños y le interesa que crezcan en un hogar mentalmente sano, le deberían preocupar todos los posibles trastornos que pueda sufrir una persona. Y, si como dice Dabdoub, todos padecemos un desorden, entonces ¿por qué permitir que las parejas heterosexuales adopten siquiera? ¿Por qué Dabdoub y muchas otras personas que compartan la opinión de Dabdoub están tan interesadas en evitar que solamente aquellas personas con trastornos homosexuales adopten? ¿Qué está en juego?
                Respuestas básicas: la tradición. La cultura. Fundamentos religiosos. El matrimonio igualitario, reconocido por el Estado, puede ser considerado para muchos un ataque o desafío directo para las personas con actitudes arraigadas en la tradición y la religión. Hay otros aspectos de la sociedad y las leyes que requieren mayor atención que el supuesto riesgo que supone el matrimonio igualitario en México (y en otras partes del mundo): pobreza, corrupción, impunidad, desigualdad social, etc. Pero desafíos directos a las creencias religiosas o culturales de las personas, tal como la creencia en el matrimonio entre hombre y mujer - pone a la defensiva y ofensiva a muchas personas. Los humanos somos seres que tendemos a creer. Creemos en libros sagrados, dioses, reglas y mandamientos, visiones del mundo. Para muchos de nosotros, nuestras ideas se vuelven tan importantes que inclusive les dan propósito, sentido e importancia a nuestras vidas. Y, por lo tanto, cualquier ataque, crítica o desafío a nuestras creencias muchos lo vemos como un ataque personal; de ahí la falta de tolerancia, la renuencia, la agresividad y hasta la violencia antes las ideas que son distintas. Esto es lo que Ernest Becker llamaba el miedo a la muerte. No a la muerte física, sino a la muerte simbólica. Según Ernest Becker, los humanos tendemos a sobrevivir y a anhelar la inmortalidad no física, sino simbólica, a través de nuestras creencias más profundas y arraigadas, las que le den sentido y propósito a nuestras vidas. Para personas con esta actitud del miedo a la muerte, hay algo que se daña si el Estado garantiza el derecho al matrimonio igualitario: su creencia, su tradición, su religión, su cultura y por ende ellos mismos. Aquí está el verdadero peligro, el riesgo real. Si el matrimonio igualitario realmente supusiera un problema serio para la integridad de los niños, aflorarían los estudios y casos que denunciaran un peligro en potencia (y ahí sí, adiós matrimonio igualitario). No dudo que los haya, pero, como bien se menciona en el video, es la ética lo que asegura que un niño sea criado o no de manera positiva, y no la orientación sexual. La orientación sexual, por sí sola, es lo que supone el verdadero desafío a las personas que se sienten definidas por su experiencia. Debajo del respeto y la apertura al diálogo y al debate de parte de Dabdoub anida un profundo miedo a la muerte que se traduce en intolerancia, fobia y discriminación. Para comprender más profundamente este fenómeno, recomiendo la lectura The Denial of Death y el documental Flight from Death. Quizá una vez digerido y estudiado estas obras, podamos tener un diálogo que no tenga como base el miedo a lo diferente.


miércoles, 13 de julio de 2016

El hombre que gustaba crear castillos en el aire

Bueno, no solamente castillos. Renato gustaba de construir ciudades enteras. Pasaba horas y horas construyendo edificios, casas, parques, calles y callejones, personas, todo lo que se encuentra en una ciudad. Cuando se cansaba de construir o le llamaba más la atención alguna otra idea, la abandonaba para que el viento se la llevara. Así era con todas las ciudades, excepto con una que una noche de abril comenzó a construir. La idea lo asaltó mientras caminaba hacia el trabajo y no la soltó en toda la tarde, para enojo de su jefe. Ya en casa, intentó dormir pero la ciudad en construcción no lo dejaba en paz ni él a ella. Le gustó demasiado. Era la primera ciudad en la cual él se sentía cómodo. Todo era a su gusto y predilección. Las calles eran modernas y limpias, sin baches; no había accidentes de tráfico; los parques no los ensuciaba nadie, las personas eran corteses y buscaban no estorbar a sus vecinos. Renato dedicó horas enteras a la ampliación de la ciudad y la llevaba a todas partes para que en los momentos libres o muertos pudiera refinar alguna calle o ampliar más parque. Fascinación por la ciudad. El problema era que la ciudad cada vez se hacía más pesada, y se hacía más pesada porque se hacía más real. A Renato no le importó. Es más, ni siquiera lo notó. Maravillado y absorto por su creación, no sentía el peso que cualquier otro (o quizá no cualquier otro) hubiera sentido acercarse, lentamente, hacia él. Creía que no era real, aunque sí lo era, y por eso no la abandonaba. A costa de su trabajo y su esposa embarazada y cinco hijos, cada día dedicaba un par de horas a la construcción de parques y a la refinación de edificios hermosos, inconsciente de que las nubes que sostenían la ciudad flotando en el aire se resquebrajaban como débiles maderas por encima de él. En un momento las nubes terminaron por romperse y la ciudad le cayó encima y Renato apenas y tuvo el tiempo suficiente para sostenerla con sus propias manos. Una voz le dijo Déjala ir y Renato por un momento pensó en dejarla ir, pero no, no podía, la ciudad era demasiado bella, demasiado perfecta, la utopía inalcanzable que el mundo le había negado, no podía dejarla ir así como así, sería un crimen, un insulto, me niego, no, no quiero dejarla ir nunca, NOOOOO. Passs. La ciudad cayó sobre Renato, aplastándolo completamente. No aplastó a los ciudadanos de la ciudad en la que antes vivía; los ciudadanos solamente se maravillaron al salir a las calles y ver una ciudad totalmente distinta, más limpia y colorida que antes. Unos cuantos se quedaron perplejos, pero fueron los que estaban cerca de Renato cuando, repentinamente, lo vieron desplomarse en medio de la calle. Lo llevaron al hospital donde lo declararon muerto. Su esposa llorando rabia lo insultaba en su tumba mientras que sus hijos, desconcertados, aún no terminaban de asimilar la idea de que papi ya no iba nunca a regresar a casa.

viernes, 8 de julio de 2016

Supermercado en California

Cómo he pensado en ti, Walt Whitman, al recorrer las calles bajo los árboles con jaqueca, consciente de mí, siguiendo la luna llena.
En mi hambrienta fatiga, consumiendo imágenes, fui al supermercado, soñando en tus enumeraciones.
Qué duraznos, qué penumbras. Familias enteras comprando de noche. Pasillos repletos de esposos, esposas en los aguacates, recién nacidos en los tomates. Y tú, García Lorca, ¿qué hacías ahí junto a las sandías?
Te vi, Walt Whitman, viejo, sin hijos, mendigo solitario hurgando entre las carnes de los refrigeradores, con la mirada fija en los chicos empacadores.
Te escuché yendo con todos ahí para preguntarles: ¿Quién mató las chuletas de cerdos? ¿Cuánto cuestan los plátanos? ¿Eres tú mi Ángel?
Fui y vine entre los brillantes estantes de latas, siguiéndote, como en mi imaginación me seguía el guardia de seguridad de la tienda.
Juntos recorrimos a zancadas los pasillos abiertos en nuestra solitaria fantasía, saboreando alcachofas, haciendo tuya y mía cada delicadeza congelada, sin pagar al cajero lo debido.
¿Adónde ir, Walt Whitman? La tienda cierra en una hora. ¿A qué dirección apunta tu barba esta noche?
(Toco tu libro y sueño en nuestra odisea en el supermercado y me siento absurdo).
¿Habremos de caminar toda la noche a través de calles solitarias? Los árboles oscurecen más las sombras, las casas están apagadas, nadie nos acompañará.
¿Habremos de pasear soñando con la América perdida, amor pasado, carros quietos en las entradas de las casas, de regreso a nuestra cabaña silenciosa?
Oh, querido padre barba gris, maestro solitario de valentías de antaño, ¿qué América te tocó vivir cuando Caronte renunció a remar su barca y tú emergiste de una orilla humeante y te quedaste a ver la barca desparecer en las negras aguas del río Lete?