lunes, 12 de septiembre de 2016

El Demonio de Neón o el Demonio del Hambre

La primera vez que vi el tráiler de Neon Demon (2016), la nueva película de Nicolas Winding Refn, no pude evitar emocionarme. ¿Modelos hermosas y desequilibradas, vanidad, obsesión? Historias como éstas me recuerdan a un personaje emblemático que combina decadencia y corrupción anímica con una belleza impertérrita, Dorian Gray. El tráiler, además, muestra momentos canibalísticos, sangre, violencia: promete mucho. Sin embargo, como en ocasiones sucede, la emoción generada por el tráiler fue mucho mayor a la emoción generada por la película. A pesar del fascinante tema y las decorosas actuaciones de más de un personaje, Neon Demon no logra cumplir las expectativas prometidas. La estética visual es, sin duda, digna de admirar; las interpretaciones de los personajes, también. Sin embargo, estos elementos combinados no logran borrar las fallas del guion en cuanto a desarrollo de trama y personajes.

La premisa de la película es la siguiente: Jesse (Ellen Fanning), chica joven y virginal, llega a Los Angeles para hacerse de un nombre en el tortuoso mundo del modelaje. Su inusual y auténtica hermosura, así como su juventud y clara inocencia, le ganan un lugar en una agencia prestigiosa. Admiradores, amigos y rivales y enemigos aparecen a la brevedad, y la vanidad no tarda en desflorar su inocencia. De aquí en adelante, a Jesse sólo le esperan problemas.

Esta película no es la primera vez en que vemos la premisa de la chica joven que llega a la gran ciudad en busca de su destino (Recordemos, por ejemplo, a The Devil Wears Prada). La diferencia entre ambas es que The Devil Wears Prada sigue su propio curso; no se limita en el afán de la estética visual. Neon Demon, por otro lado, en su afán de presentar escenas con fotografía impecable, deja de lado la evolución de su protagonista. La interpretación de Elle Fanning como inocente y virginal pueblerina es convincente, aunque su interpretación como modelo corrompida, a excepción de ciertas expresiones feroces, Fanning no logra transmitir un genuino corazón oscuro y egocéntrico. Esto, no obstante, no es desacierto por completo de la actriz, sino del guion que no logra capturar por completo su transformación en el demonio de neón. Los diálogos, después de su transformación en el demonio de neón, no son suficientes para transmitir su corrupción emocional. Una mayor profundidad (como en Black Swan, por ejemplo) habría asentado con mayor firmeza su cambio de niña inocente a modelo corrompida.   

Por otro lado, tenemos a Jack (Desmond Harrington), un diseñador bien posicionado en LA, que recuerda a Grenouille, protagonista de El Perfume. Ambos personajes, dotados de un gran sentido de la vista y olfato y con un gran desprecio por la fealdad humana, son capaces de reconocer y dejarse cautivar por la belleza de un contado número de mujeres, como quien encuentra una flor en medio de un pantano. Aun así, una mayor ferocidad y arrogancia del personaje hubiera dado al personaje más forma. Él mismo lo sugiere: es lo de afuera, no lo de adentro, lo que importa; “sin su belleza, ella no sería nada”. Un personaje bello por fuera pero podrido por dentro hubiera sido el símbolo del decadente mundo del modelaje de Los Angeles en la película: poderosos y desalmados, se encuentran en la perpetúa búsqueda de la siguiente modelo hermosa que les haga sentir lo más cercano a un deleite estético, en una ciudad cada vez más poblada de modelos y más despoblada de auténtica belleza.

Quien sí resulta ser un personaje más desarrollado es Ruby, interpretado por Jena Malone. Personaje de contrastes, Rubí es una maquillista que, por un lado, trabaja en el glamuroso y luminoso mundo del modelaje y, por otro lado, anida en las oscuras morgues maquillando a los muertos. Malone logra darle vida a una oscura maquillista amigable y aparentemente inocente, que es devorada por su deseo de poseer y ser poseída por una belleza inalcanzable (algo así como los admiradores de Glenda en el cuento Queremos tanto a Glenda, de Julio Cortázar, o El ídolo de las Cícladas, también de Cortázar). En definitiva, la interpretación de Malone resalta de las demás.

Por otro lado, al igual que los demás personajes, Rubí también es un personaje que requirió más desarrollo. Sin hablar mucho de la trama, me pareció súbito el cambio de actitud que tuvo con respecto a Jesse. Aunque hay escenas que intentan mostrar visualmente el efecto del (des)encuentro que tuvo con Jesse, el personaje debía ir más allá de la superficie y en verdad entregarse a su desquicio. Para un personaje tan hambriento de la belleza de Jesse, su reacción después de la noche con Jesse se quedó corta.

Bella Heathcote y Abbey Lee realizan un buen papel dentro de lo que les permite el guion para darle vida a Gigi y Sarah, respectivamente, un par de modelos jóvenes totalmente corrompidas y devoradas por un mundo que les exige ser cada vez más bellas. La interpretación de Heathcote es la más notable de ambas. Heathcote logra cautivar en la escena del espejo gracias a sus silencios, diálogos entrecortados, mirada profunda que comunica desesperación. Además de la actuación de Malone, la actuación de Heathcote es digna de notarse en esta película.

Lo que sí es rescatable y hasta fascinante es en sí el tema. Neon Demon lleva el tema de la obsesión por la belleza a un nivel canibalístico digno del terror y disgusto que despiertan las películas de Hannibal Lecter. La admiración por la belleza de pronto se convierte en hambre, hambre de poseer lo que se admira y hambre de poseer lo que se envidia. Espeluznante en su manejo del efecto depravado y perverso que ejerce la belleza en otros, Neon Demon nos refleja el vacío inicuo de personajes fantasmas que no pueden evitar sentirse extasiados o amenazados o hambrientos por aquello que no son ni pueden poseer.


El desenlace de la película es, sin duda, lo más memorable de todo. Grotesco, la resolución confirma la naturaleza dual de los personajes de la película: desgarrados y desesperados por dentro, pero impecables y hermosos por fuera. La idea de que la belleza se puede robar y poseer, de que puede ser arrancada de su dueño original, encuentra un perfecto paralelismo con El Perfume. Sólo por el desenlace esta película debería ser recordada. Pocas películas hacen ver el mundo del modelaje como un mundo desesperado lleno de personas desesperadas, que harían lo que fuera por brillar un poco más en un mundo que insiste en oscurecerlas y hacerlas invisibles. 

domingo, 14 de agosto de 2016

Suicide Squad: altibajos de una película malograda

                Desde que apareció el tráiler de Suicide Squad el año pasado, la he esperado como niño que sabe que algún día irá a la feria. Pero ahora que la he visto, una semana después de su estreno, no es que me arrepienta o que considere el tiempo de espera tiempo perdido: admito que me divertí. Más bien, confirmo mi teoría de que el tráiler es una forma de arte cinematográfica en sí, que la emoción que sentimos de ver un tráiler prometedeor no es una promesa de la emoción que experimentaremos al ver la película. Ya que, como es en el caso de Suicide Squad, la calidad que ofrecen tres minutos de tráiler queda lejos de lo que se ve en el cine.
                En primer lugar: ¿por qué, si me emocionaba tanto, tardé una semana en ver la película? Respuesta: las redes sociales. Días antes y después del estreno, mi Facebook fue bombardeado con opiniones de decepción y desencanto ante la película. Un amigo que pudo verla antes que todos los demás me comentó verbatim lo siguiente: "No está tan buena; no hay mucho que ver". En los siguientes días se publicaron críticas duras y hasta agresivas sobre la nueva cinta. Con el paso de los días, mi emoción amainó. Escribo esto no por gastar tinta ni palabras; escribo esto para decir que las redes sociales han aportado un ingrediente nuestra experiencia previa y consecuente de ver películas, sobre todo si han sido anticipadas.
                Empiezo con el villano. El villano en una película de Súperhéroes es parte fundamental. La amenaza que representa un enemigo es muchas veces el motivo que empuja una trama, lo que hace que un individuo normal se convierte en héroe. En Avengers, el motivo de Nick Furry para reclutar a los Avengers es detener la amenaza que supone Loki; y en Batman Begins, el motivo de Bruce Wayne para  convertirse en miembro de la League of Shadows es "encontrar los medios para pelear contra la injusticia". En Suicide Squad, (Waller) (Viola Davis), una agente de inteligencia, busca reclutar una serie de individuos con súper podere y habilidades para proteger a los Estados Unidos, pero... ¿protegerlos de qué? ¿Quién es el enemigo a vencer aquí? No lo hay, por lo menos, no al principio. Suicide Squad comienza sin enemigo sino con una toma de Harley Quinn (Robbie Margot). Y el enemigo que eventualmente aparece, la Enchantress (Cara Develingne), no es la consecuencia lógica de una serie de actitudes desquiciadas, ni, como en el caso de The Dark Knigh con el Joker, una respuesta de igual fuerza y magnitud a la presencia del súperhéroe. La Enchantress es, más bien, un accidente; un descuido que pudo pasar en cualquier momento; un miembro de invididuos súper poderosos que la temible Waller ya no puede manipular más. Lejos de ser un sólido elemento anticipado, es una tentativa de continur con la trama que resulta débil y poco persuasiva: "Ya existen héroes pero no hay villanos, ¿quién puede hacerles frente? Quien sea, pero hay que darles a alguien contra quien pelear".
                Ahora, si bien es cierto que la Enchantress supone tan alto riesgo que su corazón debe ser resguardado con alta seguridad, ¿qué hacía enseguida de la cama de Waller mientras dormía? Digo, para ser algo tan valioso y peligroso, uno esperaría siquiera un par de agentes bien entrenados que lo resguardaran en lo que Waller estaba fuera de combate.Pero no: estaba ahí para que cualquiera con el poder de transportarse libremente en el espacio lo pudiera tomar. Quizá así es como pudo comenzar la película: así como en The Dark Knight Rises, si la Enchantress se hubiera puesto en contra de todos, Waller se habría visto en la necesidad y, ahora sí, de reclutar y manipular a los metahumanos, en lugar de simplemente deslizar a la más grande villana que el mundo ha visto sin bombo ni platillo, sin alfombra negra y ojos desorbitados. Forma es fondo y el hecho de que la villana hubiera aparecido de manera tan casual, tan repentina y sin sentido, genera fuertes dosis de decepción.
                Aunque, admito, pocas cosas me generaron tanta decepción como la cursilería, el sentimentalismo y los diálogos incoherentes de los personajes. A excepción de Deadshot (Will Smith), los personajes son pintados como un grupo de amigos excéntricos en lugar de, como lo afirma Deadshot en el tráiler, un verdadero escuadrón suicida, una bomba de tiempo cuyos elementos pueden provocar una explosión si se acercan demasiado. Al final de la película, Harley Quinn los llama a todos amigos, El Diablo los ve como su familia o que Croc se afirma bello: ¿Qué diablos? No pasan ni un día juntos y una misión los convierte súbitamente en los mejores amigos y malos comediantes. Una reunión fraternal en un bar funge como catarsis para que todos se alineen y descubran el cariño subyacente en la misión que tienen a la mano. Cuando vi estas escenas en la película, no pude evitar bajar la cabeza, apretarme los ojos con los dedos y decir a mi acompañante: "Dios, pero qué cursi es esto". De suicida este grupo no tiene nada; más bien son un puñado de sentimentales que, con la correcta dosis de tiempo y muerte, se pueden convertir en serpientes amaestradas.
                Hay que admitir, sin embargo, que el dúo Harley Quinn/Deadshot es poderoso y persuasivo. Hace poco vi un corto de una caricatura en la que Quinn seduce a Deadshot y Deadshot termina accediendo al encuentro. Ya veo por qué. Quizá por su capacidad actoral o las colaboraciones en el pasado entre Margot y Smith, pero este dúo es una amistad creíble y magnética que hasta cierto punto hermana a los personajes. Si hubiera más películas entre estos dos actores con sus respectivo personjes, sería digno de ver.
                Sin embargo, fuera de esto, Quinn no es un personaje desarrollado por completo. Debido a la belleza de Margot y al atuendo en el que aparece en los tráilerrs, muchos anticipaban ver brillar a Quinn en esta película. Pero su "locura" no es más que una actitud pueril disfrazada de un atuendo provocador. Sus chistes y actitudes, la supuesta muerte del Joker y su amor hacia él la ponen más del lado de la cordura y la mala comedia que el de la peligrosa enfermedad mental. Su fuerza recae en su capacidad de seducción, su belleza atuendo y su bat pero nada más. Sí se nos muestra con habilidades de combate pero no las suficientes. Quizá hubiera sido un acierto tomar prestado un poco el semblante del Joker de Nolan: un payaso aparentemente inofensivo que, cuando quiere y necesita emplear la fuerza, lo hace de manera letal. De otro modo, Quinn no resulta tan peligrosa como se intenta mostrarla.
                Respecto al Joker, aunque no resulta tan poco creíble como Quinn, hay algunas incoherencias dignas de señalar. Hay algunas escenas rescatables en las que se muestra con fidelidad la naturaleza desquiciada del Joker, pero en algunas todo lo contrario: se traiciona al personaje. Más que un elemento destructor y caótico, el Joker de Suicide Squad parece un mafioso loco y enamorado con un plan. El Joker no tiene planes. El Joker no conoce el amor, aunque lo entienda, ni la lealtad. El Joker en esta película parece decidido en recuperar a Quinn debido al amor que le tiene. Esto parece demasiado serio él. Lo entendería si todo fuera un capricho, algo con lo cual divertirse y no tomarse a pecho. En lugar de matar al mafioso que al principio de la película se fija en Quinn por haberla deseado, hubiera sido mejor que lo matara por algo más trivial e insignificante. Ésta no es una película sobre el Joker, pero hay que negar que el personaje es como un alud gigante que desciende de la punta de una montaña. El Joker de esta película no tiene que ser tan filosófico como el de Nolan, pero yo hubiera apreciado un acercamiento más lúdico y temible a su creación, si no es que a su interpretación, en vez de su desempeño en un segundo plano como jefe mafioso cubierto de maquillaje. Aun así, hay que notar que Jared Leto hizo lo que pudo con el guion proporcionado. Su desempeño fue creíble y no podemos achacarle la falta de verosimilitud del personaje al actor, puesto que fue alguien más quien se encargó de la creación textual del personaje para esta película. De haber intervenido otro escritor que trabajara en una versión del enemigo de Batman más profunda y convicente, quizá hubiera robado cámara, eso sí, pero en definitiva le habría brindado a Leto la oportunidad de llevar el personaje a otro nivel.
                Pero, en definitiva, si hubiera una actuación digna de rescatar en esta película, ésta sería la de Davis. Davis hizo un estupendo trabajo al mostrar a un personaje manipulador, frío y letal que no se detiene ante nada y nadie para ver lograda su causa. Mientras que los demás personajes caen en malos chistes y cursilserías, este personaje se mantiene fiel a sí misma durante toda la película, inclusive cuando, una vez salvado el mundo y puesto fuera de peligro por el escuadrón, amenaz al escuadrón con la muerte y los regresa a la cárcel. Quizá la escena que muestra con mayor crudeza su falta de empatía y frialdad es aquélla en la que mata a sus subalternos cuando el escuadrón por fin llega a sus oficinas. Su actuación y frialdad la ponen en la misma línea de los ficticios jefes de inteligencia estadounidenses como Noah Vossen (Bourne Ultimatum) o Alexander Pierce (Captain America 2: The Winter Soldier). Su actuación en esta película con tantas fallas me confirma su gran capacidad actoral que vi en la película Doubt en 2008. Si Davis sale en subsecuentes películas basadas en cómics de DC, sería razón suficiente para ir a ver las películas.
                En general, no recomiendo ver Suicide Squad más que para quitarse la espinita de ver una vez más al Joker en la televisión y para ver a un grupo de súperhéroes que incluyen a un chicano, un afro-estadounidense y una japonesa, lo cual le da variedad étnica a la película que no se ha visto antes. Porque, fuera de esto, Suicide Squad resulta una película malograda, cuya cantidad de efectos especiales es proporcional a sus desaciertos y huecos en la trama.

               




martes, 2 de agosto de 2016

La derrota es mejor llevarla en silencio

Estoy sentado en la parada de autobús afuera de la escuela, en el otro lado del charco, de noche. Espero el camión que me lleve al puente para cruzar a Juárez. Una chica emerge de la oscuridad, se aproxima hacia la parada. Es hermosa. Por pudor, evito verla. A pocos metros de llegar a la banca donde estoy, se cae. Camino pedregoso. La ayudo a pararse, no puede. Su pie está fracturado.
La ayudo a sentarse. El camión llega pero es imposible caminar así, y más aún cruzar el puente (ella también va a Juárez). Pido un taxi. A juzgar por su mirada, puedo decir que siente pena, pero no hay de otra. Nos subimos.
En el camino hacia Juárez, pienso en Mariel, quien me abandonó hace casi un año. Recuerdo lo que me dijo por teléfono antes de colgar: Si es nuestro destino vernos, nos veremos; si no, no. Estuvimos poco tiempo juntos, pero el suficiente para enamorarme de ella. La conocí en invierno. Su piel era cálida. A veces suspiro al recordarla.
Llegamos a casa de la chica. Pago la tarifa. Ella se resiste, quiere pagarla, pero yo me niego, quizá por orgullo. Nos quedamos solos ella y yo en la calle, en el frío, frente a frente, sin decirnos nada. Pienso en decirle eso que ella misma me dijo aquella lejana vez: si es nuestro destino vernos, nos veremos; si no, no, pero, al final, antes de marcharme, no le digo nada. En ocasiones, la derrota ses mejor llevarla en silencio.






miércoles, 20 de julio de 2016

Algunos comentarios del debate sobre el matrimonio igualitario

               Hace poco vi la grabación del debate sobre el matrimonio igualitario transmitido en el programa Hoy. Si no han visto el video, lo resumo: Juan Dabdoub expone sus argumentos en contra del matrimonio igualitario y una pareja homosexual y una actriz exponen sus argumentos a favor. Si un debate se ganara por quien gana hablara con su ethos, es decir, por hablar con mayor elocuencia y contundencia, el ganador, en definitiva, sería Juan Manuel. El señor aporta argumentos respecto al lenguaje, derechos internacionales y psiquiatría, dejando a muchos con la boca abierta y sin argumentos qué responder. Sin embargo, habría que considerar algunas cosas sobre este debate y los argumentos presentados antes de darle la razón a Dabdoub.
                Juan Dabdoub pone como argumento el lenguaje. Argumenta que etimológicamente la palabra matrimonio se refiere a la protección de la madre (matris, madre; monium, cuidado), lo cual sugiere que el matrimonio es el cuidado de la madre a través del padre. En este sentido podríamos darle la razón. A la etimología no se le discute; la etimología que Dabdoub menciona es la correcta. Sin embargo, hay varios elementos que hay que tomar en cuenta antes de darle la razón a Dabdoub.
Una característica del lenguaje es que es arbitrario. Esto implica que el lenguaje no siempre responde a la lógica, etimología, tradición. La palabra cantinflear es un ejemplo. Cantinflear no responde a la etimología o lógica, y sin embargo el uso de esta palabra fue tan amplio que se acogió por la RAE. El lenguaje es nuestro para utilizarnos arbitrariamente; que los interlocutores nos entiendan es otra cosa. Pero, en conclusión, la lingüística nos permite hablar como deseemos y nos permite utilizar esta palabra para referirnos a la misma unión que realizan las parejas heterosexuales pero entre homosexuales. No existe ningún impedimento lingüístico para evitarlo.
               Otro aspecto sobre el lenguaje y la etimología: el lenguaje cambia, evoluciona. Las palabras, con el tiempo, adquieren nuevos significados, nos guste o no. Un ejemplo básico: la palabra pedagogo. Según el diccionario de la RAE (les digo, con la RAE no tengo problemas), significa “persona que tiene como profesión educar a los niños, significado muy diferente al que originalmente tenía (Originalmente, los pedagogos eran esclavos niñeros que escoltaban a los niños a las escuelas). El señor Dabdoub dice que "no podemos corromper el lenguaje”, como si el lenguaje fuera algo puro que no debe permanecer inmaculado. Bueno, la “pureza” en el idioma no existe por mucho tiempo. El propio idioma español es el resultado de esta “corrupción”. Primo de los otros idiomas romances, el español tiene origen en el latín popular (o vulgar), el cual deviene del latín clásico, idioma que, a su vez, tiene origen en el lenguaje madre de la mayoría de los idiomas de Asia y Europa: el indoeuropeo. Lo que el señor Dabdoub llama corrupción no es más que simple y normal evolución histórica-lingüística que se ajusta a tiempos modernos y las necesidades de los hispanoparlantes del siglo XXI.
                Por otro lado, es cierto que los romanos no consideraron en sus leyes el matrimonio homosexual de cualquier tipo. Sin un precedente semejante es difícil argumentar jurídicamente a favor del matrimonio igualitario. Sin embargo, hay que tomar en cuenta el contexto: los romanos jamás conocieron la evolución ideológica que disfrutamos hoy en día los habitantes del siglo XXI. En cuestión de derechos humanos, difícilmente podríamos argumentar que la antigua Roma era un estado campeón en igualdad para sus habitantes, si tenemos en cuenta que los romanos eran un pueblo esclavista, militarista y profundamente patriarcal. Existía la homosexualidad en la antigua Roma, que quede claro. E inclusive existen registros de los matrimonios de algunos emperadores con otros hombres. Sin embargo, los romanos, por costumbre, no lo veían bien (digo por costumbre porque, de nuevo, ellos no llegaron al nivel de tolerancia al que hemos llegado hoy en día). Y, a medida que el imperio romano se cristianizaba, con fundamentamos de la Biblia, el matrimonio entre homosexuales se prohibía.
                Continuando con el tema del derecho: el contexto y la historia sobre este tema son importantes. Dabdoub tiene razón cuando dice no existen tratados internacionales que garanticen este derecho. La explicación es simple: el derecho al matrimonio homosexual es relativamente reciente. Faramerz Dabhoiwala sugiere que el movimiento a favor del matrimonio igualitario comenzó en los noventa. Si tenemos en cuenta que la abolición de la esclavitud, el sufragio universal y los derechos de los niños le han tomado a la humanidad muchísimos años para lograrse, es comprensible que tribunales y países de todo el mundo no reconozcan este derecho… aún. Las leyes pueden cambiar y enmendarse, y esto lo decide la población y los gobiernos de todos los niveles del mundo. Me parece que es por esto es que Dabdoub se pone tan a la defensiva cuando Alexandra Haas “se inventa” derechos en lugar de solamente defenderlos como lo manda Dabdoub. Dabdoub intuye que en este sentido, la creación de derechos que antes no existían, es como se puede lograr que jurídicamente exista el matrimonio. “Quédate en esta línea y no te salgas”, parece decirle Dabdoub a Haas. Sin embargo, ni Haas ni nadie está obligado a hacerlo. La consideración de otros argumentos es viable. Dabdoub parece querer poner e imponer las reglas del juego del debate porque, me parece, sabe que entre tecnicismos y status quo puede tener la razón. Pero hay que tener en cuenta que otra manera de participar en este debate es a través del voto. En algunos países el matrimonio igualitario se ha logrado directamente a través de la votación popular, a través de la mayoría.
El argumento sobre la homosexualidad como trastorno mental es un tema difícil. Efectivamente, la APA (American Psychology Association) declaró en 1974 que la homosexualidad no era un trastorno mental debido - muchos sospechan - a una situación política: la APA prefirió evitar una confrontación con esta comunidad, aunque muchos investigadores aún no estaban convencidos de los estudios para hacer semejante declaración. No discutiré este argumento; no soy psicólogo ni psiquiatra. Lo que sí discutiré es lo siguiente: Dabdoub dice que todos tenemos algún trastorno mental: ansiedad, depresión, etc. Sin embargo, yo no veo que el Estado le niegue los derechos a casarse a personas que sufran de este trastorno. Tampoco veo que, además del supuesto trastorno de homosexualidad, Dabdoub haga campaña para evitar que padres depresivos, ansiosos o bipolares adopten hijos. Porque, vamos, si alguien en verdad está preocupado por el derecho de los niños y le interesa que crezcan en un hogar mentalmente sano, le deberían preocupar todos los posibles trastornos que pueda sufrir una persona. Y, si como dice Dabdoub, todos padecemos un desorden, entonces ¿por qué permitir que las parejas heterosexuales adopten siquiera? ¿Por qué Dabdoub y muchas otras personas que compartan la opinión de Dabdoub están tan interesadas en evitar que solamente aquellas personas con trastornos homosexuales adopten? ¿Qué está en juego?
                Respuestas básicas: la tradición. La cultura. Fundamentos religiosos. El matrimonio igualitario, reconocido por el Estado, puede ser considerado para muchos un ataque o desafío directo para las personas con actitudes arraigadas en la tradición y la religión. Hay otros aspectos de la sociedad y las leyes que requieren mayor atención que el supuesto riesgo que supone el matrimonio igualitario en México (y en otras partes del mundo): pobreza, corrupción, impunidad, desigualdad social, etc. Pero desafíos directos a las creencias religiosas o culturales de las personas, tal como la creencia en el matrimonio entre hombre y mujer - pone a la defensiva y ofensiva a muchas personas. Los humanos somos seres que tendemos a creer. Creemos en libros sagrados, dioses, reglas y mandamientos, visiones del mundo. Para muchos de nosotros, nuestras ideas se vuelven tan importantes que inclusive les dan propósito, sentido e importancia a nuestras vidas. Y, por lo tanto, cualquier ataque, crítica o desafío a nuestras creencias muchos lo vemos como un ataque personal; de ahí la falta de tolerancia, la renuencia, la agresividad y hasta la violencia antes las ideas que son distintas. Esto es lo que Ernest Becker llamaba el miedo a la muerte. No a la muerte física, sino a la muerte simbólica. Según Ernest Becker, los humanos tendemos a sobrevivir y a anhelar la inmortalidad no física, sino simbólica, a través de nuestras creencias más profundas y arraigadas, las que le den sentido y propósito a nuestras vidas. Para personas con esta actitud del miedo a la muerte, hay algo que se daña si el Estado garantiza el derecho al matrimonio igualitario: su creencia, su tradición, su religión, su cultura y por ende ellos mismos. Aquí está el verdadero peligro, el riesgo real. Si el matrimonio igualitario realmente supusiera un problema serio para la integridad de los niños, aflorarían los estudios y casos que denunciaran un peligro en potencia (y ahí sí, adiós matrimonio igualitario). No dudo que los haya, pero, como bien se menciona en el video, es la ética lo que asegura que un niño sea criado o no de manera positiva, y no la orientación sexual. La orientación sexual, por sí sola, es lo que supone el verdadero desafío a las personas que se sienten definidas por su experiencia. Debajo del respeto y la apertura al diálogo y al debate de parte de Dabdoub anida un profundo miedo a la muerte que se traduce en intolerancia, fobia y discriminación. Para comprender más profundamente este fenómeno, recomiendo la lectura The Denial of Death y el documental Flight from Death. Quizá una vez digerido y estudiado estas obras, podamos tener un diálogo que no tenga como base el miedo a lo diferente.


miércoles, 13 de julio de 2016

El hombre que gustaba crear castillos en el aire

Bueno, no solamente castillos. Renato gustaba de construir ciudades enteras. Pasaba horas y horas construyendo edificios, casas, parques, calles y callejones, personas, todo lo que se encuentra en una ciudad. Cuando se cansaba de construir o le llamaba más la atención alguna otra idea, la abandonaba para que el viento se la llevara. Así era con todas las ciudades, excepto con una que una noche de abril comenzó a construir. La idea lo asaltó mientras caminaba hacia el trabajo y no la soltó en toda la tarde, para enojo de su jefe. Ya en casa, intentó dormir pero la ciudad en construcción no lo dejaba en paz ni él a ella. Le gustó demasiado. Era la primera ciudad en la cual él se sentía cómodo. Todo era a su gusto y predilección. Las calles eran modernas y limpias, sin baches; no había accidentes de tráfico; los parques no los ensuciaba nadie, las personas eran corteses y buscaban no estorbar a sus vecinos. Renato dedicó horas enteras a la ampliación de la ciudad y la llevaba a todas partes para que en los momentos libres o muertos pudiera refinar alguna calle o ampliar más parque. Fascinación por la ciudad. El problema era que la ciudad cada vez se hacía más pesada, y se hacía más pesada porque se hacía más real. A Renato no le importó. Es más, ni siquiera lo notó. Maravillado y absorto por su creación, no sentía el peso que cualquier otro (o quizá no cualquier otro) hubiera sentido acercarse, lentamente, hacia él. Creía que no era real, aunque sí lo era, y por eso no la abandonaba. A costa de su trabajo y su esposa embarazada y cinco hijos, cada día dedicaba un par de horas a la construcción de parques y a la refinación de edificios hermosos, inconsciente de que las nubes que sostenían la ciudad flotando en el aire se resquebrajaban como débiles maderas por encima de él. En un momento las nubes terminaron por romperse y la ciudad le cayó encima y Renato apenas y tuvo el tiempo suficiente para sostenerla con sus propias manos. Una voz le dijo Déjala ir y Renato por un momento pensó en dejarla ir, pero no, no podía, la ciudad era demasiado bella, demasiado perfecta, la utopía inalcanzable que el mundo le había negado, no podía dejarla ir así como así, sería un crimen, un insulto, me niego, no, no quiero dejarla ir nunca, NOOOOO. Passs. La ciudad cayó sobre Renato, aplastándolo completamente. No aplastó a los ciudadanos de la ciudad en la que antes vivía; los ciudadanos solamente se maravillaron al salir a las calles y ver una ciudad totalmente distinta, más limpia y colorida que antes. Unos cuantos se quedaron perplejos, pero fueron los que estaban cerca de Renato cuando, repentinamente, lo vieron desplomarse en medio de la calle. Lo llevaron al hospital donde lo declararon muerto. Su esposa llorando rabia lo insultaba en su tumba mientras que sus hijos, desconcertados, aún no terminaban de asimilar la idea de que papi ya no iba nunca a regresar a casa.

viernes, 8 de julio de 2016

Supermercado en California

Cómo he pensado en ti, Walt Whitman, al recorrer las calles bajo los árboles con jaqueca, consciente de mí, siguiendo la luna llena.
En mi hambrienta fatiga, consumiendo imágenes, fui al supermercado, soñando en tus enumeraciones.
Qué duraznos, qué penumbras. Familias enteras comprando de noche. Pasillos repletos de esposos, esposas en los aguacates, recién nacidos en los tomates. Y tú, García Lorca, ¿qué hacías ahí junto a las sandías?
Te vi, Walt Whitman, viejo, sin hijos, mendigo solitario hurgando entre las carnes de los refrigeradores, con la mirada fija en los chicos empacadores.
Te escuché yendo con todos ahí para preguntarles: ¿Quién mató las chuletas de cerdos? ¿Cuánto cuestan los plátanos? ¿Eres tú mi Ángel?
Fui y vine entre los brillantes estantes de latas, siguiéndote, como en mi imaginación me seguía el guardia de seguridad de la tienda.
Juntos recorrimos a zancadas los pasillos abiertos en nuestra solitaria fantasía, saboreando alcachofas, haciendo tuya y mía cada delicadeza congelada, sin pagar al cajero lo debido.
¿Adónde ir, Walt Whitman? La tienda cierra en una hora. ¿A qué dirección apunta tu barba esta noche?
(Toco tu libro y sueño en nuestra odisea en el supermercado y me siento absurdo).
¿Habremos de caminar toda la noche a través de calles solitarias? Los árboles oscurecen más las sombras, las casas están apagadas, nadie nos acompañará.
¿Habremos de pasear soñando con la América perdida, amor pasado, carros quietos en las entradas de las casas, de regreso a nuestra cabaña silenciosa?
Oh, querido padre barba gris, maestro solitario de valentías de antaño, ¿qué América te tocó vivir cuando Caronte renunció a remar su barca y tú emergiste de una orilla humeante y te quedaste a ver la barca desparecer en las negras aguas del río Lete?


lunes, 30 de mayo de 2016

La estrella que tenía un inconveniente con una situación en el universo

Por F.B.L.M y Sputnik, sweetheart de Murakami

En el universo los astronautas se enamoran de estrellas de distintas constelaciones y se lanzan en cohetes a la conquista de éstas. Las estrellas también se enamoran de los astronautas pero ellas, por naturaleza (o por lo menos eso se cree), no pueden bajar hasta los planetas; son los astronautas quienes tienen que ir por ellas. Esto todo mundo sabe y acepta, excepto Estrella, en la constelación de Orión, cerca de la de Tauro. Hermosa, arrogante y competitiva, Estrella detesta que los astronautas encuentren tan fácil llegar a las otras estrellas, como ella; los astronautas sólo tienen que poner sus ojos en una para obtenerla., Estrella no quiere caer en este juego; se siente merecedora de mayor esfuerzo, quizá porque, en el fondo, detesta ser como las demás y desea sobresalir. Como respuesta, Estrella comienza a brillar con una luz más intensa; se aleja a una galaxia más lejana y recóndita: solamente los dignos de poseerla, piensan, Se atreverán a ir tan lejos. Es un reto lanzado al universo.
Astronautas de la Tierra, fascinados por aquel brillo inusual despegan en cohetes rumbo a la gloria. Muchos claudican al cabo de ciertos kilómetros luz de recorrido y regresan a la Tierra; a otros les toma más tiempo. Muchos astronautas, ansiosos de alcanzar cualquier estrella, se desvían por una más cercana y accesible aunque menos brillante; se olvidan del objetivo que una vez se trazaron. Otros desisten por el temor de quedarse ciegos si se acercan demasiado. Otros se pierden en el camino para llegar hacia ella... Cuando un astronauta está a punto de alcanzarla, Estrella, Maliciosa, deliberadamente se aleja aún más. El astronauta piensa en retirarse pero Estrella aumenta su brillo, de manera que no se puede resistir, mas nunca logra llegar a ella. Estrella, divertida y orgullosa, se divierte al ver la miseria romántica y el espectáculo que inspira su brillo intrínseco. Poemas de ella se escriben allá abajo. Dentro de sí espera al astronauta indicado que llegue hasta ella.
Joven astronauta, apuesto y valiente, encantado por el brillo que Estrella emite, acepta el reto. La ha visto mil veces desde su ventana, escuchado los rumores sobre su lejanía deliberada, pero lo golpean fuertes deseos de poseerla. Parte hacia ella. Cruza galaxias, deja atrás constelaciones, hace suspiras a las otras estrellas. Ojalá sus astronautas tuviera el ímpetu de éste. Parece un meteoro. Estrella impresionada; jamás ha visto a alguien así. Titubea en detenerse y dejarse alcanzar. Se aleja un poco más, lo suficiente para comprobar que aquel astronauta es el indicado. Y sí, el astronauta parece ser el indicado, el único digno: su ímpetu no disminuye, va en aumento. Vamos, astronauta, vamos, sólo un poco más, no desistas, que tu valentía desenmascara mi soledad, sí, sí, ya estás muy cerca, siento la calidez de tu valor, llega a mí, llega ya. No llega; está lejos aún. Su cohete falla, la luz abrasadora de Estrella lo ciega de inmediato. Falla, cae al vacío, muere por falta de oxígeno, su cuerpo se pierde en el universo. Estrella entristece. Se siente triste, solitaria; no sabía que se encontraba tan separada de los demás. De qué sirven su brillo y orgullo si no tiene lo que quiere. Quiere acercarse, no puede; no sabe cómo… Pero quién sabe. Puede que algún día, no muy lejano, otro astronauta, con valentía y arrojo semejante al anterior, pase todas las pruebas, llegue hasta ella,  y la reclame para sí mismo. 

martes, 24 de mayo de 2016

El estudiante que no tenía nada malo sí

Cuentan que cerca de aquí había un estudiante recién iniciado en los caminos del ser. Era diligente, honesto y de buen corazón, pero constantemente sus pensamientos impuros lo llevaban a cometer actos que lo separaban de su recién encontrada paz. Cierto día de octubre cometió un acto impuro que él consideró de la mayor gravedad. Durante varios días sufrió el debate de ir o no a visitar a su maestro en busca de ayuda, de consuelo. La vergüenza lo ataba; el miedo lo detenía. Su maestro era un iluminado. De él, sabía todo mundo, incluido el estudiante, no salían palabras o actos impuros. El maestro era todo compasión y respeto. Cómo llegar ante él con una falla tan grave como la suya. La sola idea de pararse frente a él lo hacía sentirse indigno y deshonroso. Pero, tras debatírselo por largo rato, la necesidad de encontrar consuelo a su aflicción lo obligó a ir a visitar a su maestro.
Maestro, le dijo el estudiante cuando llegó frente al maestro, He cometido un acto impuro, un acto innombrable. Enseguida, el estudiante confesó su falla, temeroso a cada minuto de que el maestro lo considerara indigno de su presencia y le pidiera que se marchara. Está bien, le dijo el maestro al cabo de un momento, No hay nada malo en ti. Lo abrazó y le dio un beso en la frente y lo dejó ir.
Súbitamente aliviado, el estudiante agradeció al maestro desde el fondo de su corazón aquellas dulces palabras que sus agrios oídos esperaban oír y se marchó sintiéndose de nuevo parte de Dios, del universo, del todo.
Durante varios días el estudiante vivió tranquilo y feliz, hasta que un nuevo acto impuro lo empujó a buscar a su maestro. Este acto el estudiante consideró peor y más grave que el anterior, por lo que le costó mayor esfuerzo decidir el visitar a su maestro. Aun así, se encaminó una vez más hacia la montaña en busca de consuelo.
Maestro, dijo el estudiante al ver a aquel hombre venerable sentado en el suelo, meditando, De nuevo he cometido un acto impuro. La voz del estudiante era temblorosa, como temblorosas eran sus manos; gotas pesadas y frías de sudor bajaban de su frente. El maestro aún sonreía pero durante aquel silencio pensó que el maestro se encontraba a punto de expulsarlo. No fue así.
Está bien, le dijo el Maestro, No hay nada malo en ti.
El maestro de nuevo lo abrazó y besó y el estudiante se fue de nuevo en paz.
Tras despedirse de su maestro, el estudiante se fue de aquella montaña, sintiéndose un hombre renacido. En el camino de regreso a su casa, se repetía a sí mismo que de ahora en adelante tendría que tener más cuidado, porque una vez se pasaba por alto, quizá dos también, pero una tercera hubiera sido imperdonable. Satisfecho por este juramento, vivió tranquilo por algún tiempo hasta que una vez más cometió un acto impuro. Esta vez el acto había sido peor que cualquiera de todos los actos que había cometido en la vida. Tan grave le parecía que ni siquiera terminaba de admitírselo a sí mismo.
No, se decía el estudiante caminando de un extremo a otro de su casa, Ahora sí mi maestro no me recibirá; he cometido acto tal que ni siquiera aceptará verme a los ojos, ya jamás me recibirá en su presencia. El miedo al exilio era grande pero no tanto como la culpa que le apedreaba el corazón. Sin mayor remedio, terminó yendo con el maestro para desembrujarse de sus culpas.
Maestro, dijo el estudiante en cuanto lo vio, He cometido otra vez un acto impuro. El estudiante procedió a referírselo.
Una vez escuchado la falla, el maestro fijó su mirada en la del estudiante por largo rato. El estudiante sentía que finalmente había llegado al pináculo de la deshonra y que el maestro, juzgándolo indigno del amor del universo y de su presencia, le pediría que se marchara. No fue así. Está bien, dijo el maestro finalmente, No hay nada malo en ti. Enseguida, se puso de pie, se acercó al estudiante, quien no pudo contener el llanto, y lo abrazó.
Pero ¿por qué, maestro?, repetía el alumno entre lágrimas. He cometido fallas, he tropezado, ¿por qué aún me aceptas en tu presencia y me dices que no hay nada malo en mí?
No hay nada malo en ti, dijo el maestro, Porque ni la más grave de tus fallas es lo suficientemente impura para manchar el océano divino de tu espíritu. Toda mancha se deshace apenas y toca el fuego líquido de la divinidad que habita en ti. Maestro, dijo el estudiante sorprendido, ¿Pero no es esto que me dice eso que se conoce como arrogancia? Arrogancia, respondió el maestro, Sería pensar que sí podemos ensuciar lo inmaculado.

El estudiante, agradecido y sereno, dio gracias a su maestro y, tras una cariñosa despedida, emprendió el viaje de regreso a su ciudad. Cuentan que, a partir de entonces, ya no fue tan común ver a aquel estudiante verlo por aquellos rumbos, subiendo la montaña en busca de alguna palabra de aliento o consuelo que le pudiera dar su maestro. Por lo menos, no tanto como lo fue en un principio. 

viernes, 20 de mayo de 2016

500 días de mentiras: otra perspectiva sobre Summer Finn

Hace tiempo compuse un texto en el que hablaba sobre 500 days of Summer. Hoy escribo otro para hablar sobre un último aspecto de Summer que es necesario considerar. Aun se piensa de Summer como un personaje antagónico por haber resultado en decepción para Tom. Sin embargo, después de una reflexión, caigo en la conclusión de que Summer no es un personaje antagónico. Más bien, Summer es mentirosa. No me refiero a una mentirosa deliberada sino a una mentirosa inconsciente. Summer es una mentirosa que comienza mintiéndose a sí mismo y termina por mentirle a Tom.
            Con esto no quiero decir que cuando Summer dijo a Tom “there is no such thing as love; it’s fantasy”, Summer deliberadamente está mintiendo. No. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que Summer relaciona al amor con el matrimonio. Es también en la conversación en el bar cuando Summer dice que “hoy en día la mayoría de los matrimonios terminan en divorcio”. Al principio de la película el narrador omnisciente presenta a Summer como una chica a la que le es fácil cortarse el cabello después del divorcio de sus padres. Esto hace suponer que Summer, en su infancia, al ver que el matrimonio de sus padres terminó en matrimonio y al relacionar el amor con el matrimonio, concluyó que el amor no debe existir.
            Esta falta de emoción verdadera, se convicción total, en la vida sentimental de Summer es lo que la mantiene convencida de que el amor no existe. De nuevo, esta falta de contacto con lo que ella afirma no existe es lo que la mantiene en lo que yo llamaría un limbo sentimental: por una parte, niega lo que termina experimentando con su futuro esposo y, por otra, accede a entablar una relación poco satisfactoria con un hombre que no fue capaz de conquistarla a primera vista y del cual nunca estuvo seguro de querer realmente.
            Este limbo no solamente es evidente en la manera aparentemente fría y desapegada con la que trata a Tom, sino también su vida en general. Durante varios momentos de la película, podemos ver a una Summer con una expresión desencantada, que comunica una insatisfacción con su vida actual. Por ejemplo, cuando Tom pone una canción de los Smiths para atraer su atención, y Summer, con una expresión de infelicidad, pasa de largo. ¿Por qué Summer tiene esta expresión? Su inconformidad con la que ella se conforme se hace visible en su rostro, su actitud. Summer, en el fondo, no está totalmente conforme con su situación actual, pero de igual manera las acepta porque hay algo bueno en ella.
Por esta última razón, porque hay algo bueno en él, es que Summer accede a entablar una relación tibia y desapegada con Tom. Al no tener experiencia con el amor, Summer decide acercarse a Tom, un chico débil de carácter, falto de la seguridad necesaria para perseguir su sueño de ser arquitecto, pero que le parece interesante y tiene buenos gustos musicales. Ambos, personajes que por falta de valor (en el caso de Tom) o sinceridad (en el caso de Summer), no son capaces de buscar la realización de sus más recónditos deseos, terminarán viviendo una situación desastrosa y dolorosa para ambos: Tom, por no saber correspondido su romanticismo, y Summer, por encontrarse a un hombre que no termina por convencerla, que le exige un amor que ella no puede reciprocar y que, además, no es lo que ella en verdad quiere a pesar de la bondad y entrega de Tom.
Summer reconoce y aprecia estas cualidades en Tom, lo cual hace que su relación, que ella llama amistad, se prolongue por demasiado tiempo. Tiempo en el que ella logra encariñarse y acostumbrarse a la compañía de Tom y a los gustos que comparte con él. Y me parece que todo esto es lo que hace que le cueste trabajo a Summer dejar a Tom: no puede separarse de su mejor amigo. El hecho de que le confiese que ella nunca estuvo segura de su relación con él sugiere que, durante toda la relación, Summer constantemente se preguntara si en verdad lo quería o si terminaría eligiéndolo. Y esta pregunta sugiere a su vez que, a pesar de no creer en el amor, Summer (quizá por el compromiso que siente hacia él, quizá por la presión que ella misma se ejerce para amar a tan noble chico) le da a Tom el beneficio de la duda. Este beneficio de la duda se traduce en una oportunidad que tiene Tom de conquistar a Summer. Tom no logra conquistarla porque él aún no conquista sus propios miedos. Quizá Summer sabía desde el principio que nunca amaría a Tom como ella en verdad quería amar. El beneficio de la duda que se prolonga durante toda la relación es causa de frustración y sufrimiento para ambos. La mentira poco a poco sale a la superficie y se hace palpable y evidente para ambos.
El momento en que la mentira por fin se cae es en el cine, cuando ven la película The Graduate. Es en esta escena, al ver en la película personajes que viven su relación con amor y romanticismo, Summer reconoce el romanticismo que anida aprisionado dentro de la jaula de su insinceridad. Ya no puede mentirse más; ya no acepta una situación incompleta, limitada. Su deseo de amor verdadero y romanticismo estalla en ella en una inesperada explosión lacrimosa que le deja tras de sí una revelación importante: necesita terminar con Tom. Aquel beso que Summer le da a Tom al salir de las películas es un beso de cariño sincero: ella está agradecida y conmovida por el cariño que Tom le profesa, mas no es suficiente. Summer no piensa en tener otra relación inmediatamente; sólo siente la necesidad de alejarse de Tom, de no prolongar su mentira que solamente los hace infelices a ambos.
Poco tiempo más tarde (no se especifica pero no es descabellado suponer que no toma mucho tiempo) Summer conoce a alguien nuevo. Sin ponerme filosófico, la nueva relación de Summer no me sorprende; todo lo contrario: me parece realista. En mi experiencia, personas en la vida real que se confrontan con la idea de un cambio genuino generalmente lo obtienen. Se les abren caminos que antes no estaban trazados.
No hay peor mentiroso que el que se miente a sí mismo. Entre las muchas de las conclusiones a las que uno puede llegar al ver 500 days of Summer, ésta es en definitiva mi favorita. Es la menos visible pero la más acertada. 500 days of Summer es una película que toma partido por Tom que, al igual que en el caso de El Gran Gatsby, una de mis historias favoritas, me hace imaginarme lo que debió pensar y sentir el objeto amoroso del protagonista para tomar las decisiones que tomó. El análisis que presento me hace comprender que, aunque las decisiones que tomó Summer fue en busca de su propio bienestar, esta búsqueda influyó a que Tom buscara el bienestar propio también. Sin Summer, Tom no habría conocido a Autumn.