miércoles, 28 de enero de 2015

El Perfil de Alberto Cortés

Yo siempre había logrado tolerar las opiniones pendejas de los idiotas que me rodeaban, pero, la neta, las redes sociales lo único que lograban era obligarme a forjarme una peor opinión de lo que antes tenía de ellos, a considerarlos aún más imbéciles de lo que antes los consideraba. Tanto Facebook como Twitter lo único que han hecho es darle foro a los pendejos para que griten al mundo sus pendejadas. El problema viene cuando alguien, alguien pensante, en este caso yo, les dice algo: pinche raza, se ofende, y las cosas en el trabajo, casa y escuela, obviamente, se tensan. Pero yo soy Marcia Carbajal, licenciada en sociología graduada con honores, maestra en estudios culturales con tesis que mereció mención honorífica, trilingüe: yo no me iba a quedar con las ganas (con las ganas me he quedado pero de entrar a trabajar adonde realmente pertenezco: a la universidad); por otro lado, tampoco podía darme el lujo de exponerme y soltarles de frente todo lo que he reprimido durante tanto tiempo, acá bien braver. Así que, a las sordas, hice un perfil falso en Facebook, con otro nombre, otra foto, otro sexo inclusive, otra persona pues. Un doble. Ahora, desde la seguridad del perfil de mi doble, podía decirles, a pierna suelta, con respeto, claro está, cuán pendejos me parecían los comentarios que publicaban a diario y en general cuán pendejos me parecían todos en general.

La identidad de mi doble era la siguiente: un bato de 29 años, alto, flaco, barbón, un poco moreno, de ojos cafés y cabello corto, cuya foto encontré en Google. Asiste a la Universidad Técnica de Sumalta, cursa una ingeniería en eléctrica, comprometido desde agosto, con gusto por el Barcelona, Los Simpsons, La Ley y los libros de Dan Brown. Es cristiano, dos sobrinos, odia al PRD y habla poco inglés. Su nombre, Luis Luis Alberto Cortés. El nombre me gustó, me pareció verosímil para un personaje que debía pasar por una persona de verdad, y bajo ese nombre lo registré en Facebook. Observación cura: todas esas cosas que gustan a Luis Luis Alberto siempre me han cagado a mí.

Agregué a todos mis contactos; como esta ciudad es un rancho y todo mundo se conoce, la gente no tiene ningún problema en aceptar la invitación de desconocidos. Al poco tiempo la mayoría me aceptó, y, en menos de una semana, comencé a tirar hate como siempre había querido. Primero fue Rodrigo, mi jefe, un morrito que ni siquiera terminó la carrera pero ya es supervisor de profesores de idiomas en el infierno, es decir, el Colegio Kurubi; luego fue la estúpida de mi prima Laura, la cual desde chica me ha cagado la madre, poco más que mi tía; luego Ale, amiga de Cristal (una de las pocas amigas que tengo), que sufre un complejo de princesa de Disney, la güey. En los tres casos, los comentarios de Luis Luis Alberto Cortés fueron brutales, crueles e insultantes. Los desenmascaró por completo y los hizo ver como lo que en realidad eran: un manojo de imbéciles mediocres tragacamotes. Estos tres individuos se emputaron tanto que borraron a Luis Luis Alberto del Facebook a la primera troleada. Yo, en mi cuartucho feo del centro (todavía no vivo donde merezco), me cagaba de la risa, acá, con perversidad, puesto que sólo yo era la dueña de la verdad que nadie más tenía: que era yo la que estaba de todo el troleo.

Era una relación sana la que tenía con Luis Luis Alberto. Me alivianó. Me permitió sacar todo eso que cargaba dentro y que a veces no me dejaba dormir tranquila, porque neta que ver tantas pendejadas publicadas en Facebook puede llegar a desasosegar a cualquiera. Con frecuencia le mandaba mensajes de cosas e insultos que se me ocurrían para usarlos después, porque no tenía dónde apuntarlos. De vez en cuando me daba por ver su perfil desde el mío – me pasaba hasta horas viéndolo, leyendo sus gustos musicales y televisivos y asombrándome de cuán verosímil me parecía su perfil, la precisión del detalle. Era extraño verme reflejada en ese espejo deformado, que simultáneamente me decía que Luis Luis Alberto Cortés era yo y al mismo tiempo no lo era.

El problema comenzó cuando Luis Luis Alberto Cortés me aceptó la invitación al Facebook que le mandé. Uno de esos días, quién sabe por qué, chance por morbo, se la mandé y en friega me aceptó. Su nombre, enseguida de un puntito verde, apareció en el chat, y en chinga loca le hablé por inbox. El bato me saludó como si nada. Luego me dijo, en tono, acá, golpeadón, que nuestra relación, la manera en que yo lo tenía a él, ya no funcionaba, y que desde ahora en adelante cada quien seguiría por su lado. Yo no te debo nada, Marcia, me escribió el cabrón, Ya estuvo suave de que me uses cada vez que se te dé la gana, yo no soy el secretito de nadie, toma tu intento de controlarme, ai nos vidrios. Enseguida, me bloqueó de su chat.

Intente hablar con él pero no me respondió. Ya era tarde. Así como el cisne negro o William Wilson lo hicieron con los suyos, Luis Luis Alberto Cortés se deshizo de mí, de su doble. Su creadora.

Desde entonces ya no hablamos. Me eliminó de su Facebook; como el bato lo tiene público, de vez en cuando me da por ver los estados que pone. Se ha convertido en un verdadero trol. A cada rato me salen comentarios suyos en los estados de mis amigos y conocidos, y justo cuando pienso yo que ya ha jodido mucho, el bato todavía se las caga más machín aún, acá, sin piedad. Es imparable, nunca se sacia. Casi me da gusto que se la cague a esa pinche bola de pendejos, de no ser porque me da rabia saber sobre él. Y me da rabia saber sobre él, no tanto porque el güey me haya traicionado y dado la espalda, cosa que, no negaré, sí me hizo emputar, sino porque al irse de mi lado se llevó algo que era muy preciado y valioso para mí: el placer de que alguien, por su pendejez, me cague completamente la madre. Maldito idiota.


Bromas a Christian

Ahorita ha de importarle un carajo porque tiene novio, está feliz y toda la cosa, pero lo de Christian comenzó con Karla y Fanny, como siempre, la segundó. Cosa rara meterse con Christian porque con quienes se metían Karla y Fanny eran personas, generalmente mujeres, igual o más odiosas que ellas, y Christian por otro lado era pura dulzura, pura buena vibra. Quizá fue por eso, su aura blanca, que Karla y Fanny le traían tirria: no podían ver algo limpio sin luego luego querer escupirle lodo. No sé pero el caso es que después de dudarlo un poco – y dudaron porque veían el calibre de lo que se disponían a hacer – decidieron seguir adelante con el plan.
Pasarse por un bato, ése era su plan. Un bato que agregara a Christian por Facebook y le tirara rollo y la enamorara por inbox. Un dia en casa de Karla (era en casa de Karla donde ideaban todas las diabluras que luego aplicaban) con una cuenta falsa de Hotmail crearon a Leonardo Hernández, un bato de 20 años, dos años mayor que Chistian, rockerón, skater, flaco y alto y medio paliducho, de cabello largo y rubio, cuyo perfil encontraron en Sonora o Tabasco, algno de esos dos. Vampiresco el chavo. El chavo tenía un tatuaje de dragón en su brazo derecho y usaba pantalones entubados negros y tenis nike rojo con azul celeste. En el cachete izquierdo, con Photoshop, le dibujaron un triángulo de lunares. Llenaron el perfil de Leo Hernández con las fotos de aquel otro bato y ya, eso fue todo. Enseguida, agregaron a Christian y comenzaron a tirarle rollo.
Christian, pobre ingenua, no se las olió. Aceptó a Leo y le creyó de inmediato eso de que era de la ciudad y conocía a sus conocidos y era amigo de algunos de sus amigos. Christian inclusive vio una foto en la que sale con varios de sus amigos. Chida. Para esto: Christian podía ser todo lo simpática que nosotros quisiéramos, pero tirarle rollo era otra cosa. Según varios amigos y conocidos, nunca capeaba ni se dejaba caí. He aquí la perversidad Karla y Fanny: conocían a Christian, concebían la personalidad que según sus propias palabras le gustaban en los hombres y sin un atisbo de consciencia este conocimiento usaron en su contra.
Primero la hicieron reír machín. La cotorreaban sobre todo, cualquier cosa, lo que les viniera la cabeza. Eran mujeres, sabían lo que le da risa a otra mujer, todo fue como cotorrear con otra amiga, claro, cuidando de mantener el humor no tan femenino, para que Christian en lugar de pensar que hablaba con un chavo sensible y cotorrón pensara que hablaba con alguien del otro bando. Christian se sintió identificada de inmediato. Después de las bromas, los elogios. Tienes, le decían estas chavas a Christian, ojos hermosos, labios hermosos, sonrisa hermosa toda tu toda tú eres hermosa. Christian nunca respondió seriamente a estos halagos, siempre se reía y le volteaba la tortilla, pero Karla y Fany tampoco eran tontas, ellas sabían lo que muchos hombres ignoran: que no importa que los elogios no tengan una reacción instantánea en la mujer y que se sientan de inmediato halagadas; el punto es continuar con los elogios hasta que el agua del río agrieta la piedra. Cosa que así sucedió; al cabo de un par de semanas de asedio constante, Christian por fin se permitió sentirse halagada y se permitió sentirse halagada porque ya comenzaba a decir a Leo que le parecía lindo y le encantaba las cosas que le decían, nunca he conocido a alguien tan cariñoso como tú, neta, yo sé que no nos conocemos mas que por aquí pero, neta neta lo que se dice neta jaja, me lates, me lates mucho un buen y quisiera conocernos. Ya fregamos, seguramente pensaron estas chavas al leer aquel mensaje. La reunión sería en el centro comercial Plaza Mayor, en la banquita frente a la estética Marrakech, a un lado del cine. La hora, una y media.
La avenida enseguida de Plaza Mayor estaba en construcción; por eso Fanny llegó a la una y quince, quince minutos después de lo acordado con Karla. Enseguida, del sur de Plaza Mayor se dirigieron al norte, al pasillo de los baños y teléfonos públicos desde donde podían espiar perfecta y sigilosamente a Christian, la banca acordada estaba cerca de ahí y qué bueno que llegaron antes y no después porque enseguida del pasillo vieron a Christian, muy bonita, caminar de norte a sur. Morbo. Karla y Fanny apenas podían contener las ganas de salir corriendo y escupirle a Christian en la cara la verdad, que todo había sido una broma, un teatrito montado por ellas, una farsa en la que ella sin saberlo era la protagonista, pero que no se agüitara, porque al fin y al cabo todas somos amigas  y qué es una broma entre amigas, nada de qué preocuparse, todo casual, tranquilón el asunto, no te fijes. El plan era acercarse en cuanto Christian, cansada y desilusionada y chance con el corazón roto, hiciera ademán de irse; por eso había que aguardar. Mientras tanto, cada chavo que de lejos prometía ser Leo pero que al acercarse resultaba no ser Leo, era como un trago de algo dulce y embriagante que Karla y Fanny saboreaban hasta la última gota. Así pasaron muchos chavos, todas ilusiones disparadas al vuelo. Luego, ola de gente viniendo de sur a norte. Tanta, que perdieron de vista a Christian por un segundo y cuando la encontraron la vieron platicando con un chavo alto y flaco y paliducho, de cabello largo y se veía agitado, como si hubiera corrido largo rato. Enseguida, Christian vio a estas chavas en la boca del pasillo y se paró a saludarlas. Presentó a Leo y Leo las saludó como quien saluda a los recién conocidos, es decir, como si nunca las hubiera visto, pero estas chavas sí reconocieron el triángulo de lunares en su cachete izquierdo y el tatuaje de dragón en el brazo derecho. De camino a la parada de autobuses también propusieron verse mañana, idearían diabluras y bromas que sí prosperaran, igual comprendieron que en la vida se volverían a hablar, mucho menos verse, pero pensar en lo que sea era mejor que la imagen de aquellos dos caminando con las manos entrelazadas como un nudo.


domingo, 18 de enero de 2015

Última carta de un poeta a su primera novia

Renata:
Porque ausente estoy de ti, te escribo ahora y no te hablo. En agosto próximo ya serán ocho años desde la última vez que te vi, la tarde en que partiste indignada de mi casa; desde entonces, ignoro todo sobre tus pasos. ¿Qué haces, dónde estás? Lo ignoro, ignoro todo, te ignoro a ti, trama inconclusa. Si supieras que te escribo estas líneas tantos amores después, quizá te reirías: ha pasado tanto tiempo, no fue ni un año, éramos unos niños, ya no hay nada más de qué hablar entre tú y yo. Sin embargo, lo hay.
Amor amor, Renata. Tú fuiste mi primer amor. A mis dieciséis años sólo blancas nubes cruzaban por mis cielos sin lindes, pero hasta entonces el pájaro del beso jamás se había posado sobre la rama de mi boca y sobre cintura de canela vertí mi sangre maldecida y virgen. Fue tu pecho la lluvia que resquebrajó el páramo de mi boca. Me diste ilusión que creí que se eternizaría al instante. Pero en el saco mágico de tus horas lejanas aguardabas para mí traición y abandono. Hay alguien más, dijiste, Nos iremos de Janubi y comenzaremos una familia – ya no me busques más. Cielo detenido. Te pedí explicaciones; soberbia, las refrenaste de su vuelo. No le debo explicaciones a nadie, fueron tus últimas palabras. Después de mucho insistir, exasperada, te diste la media vuelta y comenzaste a caminar. El horizonte te tragó cuando mis ojos ya no te tocaban.
Amor y niñez te di, Renata; por eso necesitaba un limpio adiós para irme de nosotros y llevar mi ilusión purgada a otras tierras. Pero de ti me llevé ensuciada mi ilusión y con ella partí hacia el terremoto: me fui de nuestra Janubi y regresé a mi Sumalta, y después de cuatro despidos, emigré a Francia, no resultó como esperaba. Luego, me fui a Nueva York, regresé a Sumalta con la cola entre las patas. Mis tentativas de amor, se las tragó el fracaso. Yo también he regalado de mi saco mágico la traición y el abandono. Soy la prolongación de tu ignominia. Y así, ingenuo y desorientado, he tratado de vivir como si lo nuestro fue el paraje que hace años dejé atrás, pero yo me alejé de ti queriéndote sin saberlo y el pasado irresuelto es el presente que se repite como incansable obstinación hasta que asalte la muerte o el cansancio – lo que sea que llegue primero. Todos estos años he sido un planeta, gravitando sobre mi propio eje. Mis pies se mueven, el mundo se mueve, cada día al verme al espejo me veo menos niño y más alejado de aquello que éramos nosotros, mi vida se me polifurca, Renata, se me va de mí mismo como un ciego, pero todos los caminos se retuercen y confunden y convergen en el mismo punto donde todo comenzó y quebró al unísono: tú. En un breve y terrible instante, esa tarde que hoy más bien parece fábula o mito, me he detenido. No conforme, te dedico mis noches en vigilia perpetua al formularme las preguntas eternas, plantearme los enigmas imposibles: ¿Qué sucedió contigo – por qué lo hiciste – dónde estás? Sin hallarme respuestas, me quedo dormido con tu nombre aleteando entre mis labios.
            Bastabastabasta. Fuiste la tierra donde germinó mi amor adolescente y encendidas he mantenido mis noches por si algún día apareces en la penumbra de la tarde o si el viento del sur me escupe al suelo tus huellas, pero fútil ha resultado mi ventana abierta. El tiempo que te he dado es el corazón que ya no soporta más latidos y por mi ventana abierta ha goteado la basura hedionda del mundo. Necesito sellar mi ventana con tu absolución o la mía o de quien sea, ya no importa, no importa nada, no importan nosotros, no importa el que fui contigo. Sé que será difícil vivir ya sin mis entrañas rellenas de tu imagen, has sido la material vil hecha aurora, hecha poesía, pero ni el canto más nítido de mi poesía logra embrujarme más que la tristeza de mi noche por siempre por ti ya siempre  encendida.
Adiós, Renata. Que te diga que fuiste aurora de fulgor falso es lo que me dicta mi orgullo herido, pero mi orgullo es falso, siempre ha sido falso. Aun siento amor de ti, y ahora iré por mis caminos que ya no buscan más tus huellas – pero aun siento amor de ti. Nada lo borra, nada lo quita, nada lo hace nada. El amor es amor y es amor.
Adiós, Renata. No sé qué más decirte. Adiós.
El poeta.