sábado, 21 de diciembre de 2013

La mosca

Pequeña mosca,
Tu dulce juego
Mi ciega mano
Ha aplastado.

¿Qué no soy
Igual que tú?
¿Y no eres tú,
Igual que yo?

Pues yo bailo
Bebo y canto
Hasta hallarme
Ciega mano

Si ideas son 
Vida aliento y fuerza
Y falta de vida es
Falta de ideas;

Entonces 
Mosca soy
Si vivo 
O muero yo

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Colinas como elefantes blancos

Las colinas del otro lado del valle del Ebrol eran largas y blancas. En este lado no había sombra ni árboles y la estación estaba entre dos rieles que corrían hacia el sol. Junto a la estación caía la sombra cálida del edificio y una cortina hecha con tiras de cuentas de bambú colgaban en el vacío de la puerta del bar, para alejar las moscas. El norteamericano y la chica estaban sentados en la mesa bajo la sombra, afuera del edificio. Hacía mucho calor y el expreso de Barcelona llegaría en cuarenta minutos. Se detenía en este cruce por dos minutos y seguía a Madrid.

¿Qué tomamos?, preguntó la chica. Se había quitado el gorro y puesto sobre la mesa.
Hace calor, dijo el americano.
Tomemos cerveza
Dos cervezas, dijo el hombre hacia la cortina.
¿Grandes?, preguntó la mujer desde la entrada.
Sí, dos grandes.

La mujer trajo dos tarros de cerveza y dos portavasos de cartón. Puso las portavasos y los tarros sobre la mesa y miró al hombre y la chica. La chica miraba la fila de colinas. Eran blancas bajo el sol y el campo estaba café y seco.

Parecen elefantes blancos, dijo.
Nunca he visto uno, el hombre bebió su cerveza.
Sí, no creo que lo hayas hecho
Puede que sí, dijo el hombre. Sólo porque dices que nunca he visto uno no prueba nada

La chica miró hacia la cortina de cuentas. Escribieron algo, dijo. ¿Qué dice?
Anís del Toro. Un trago
¿Lo probamos?
Oiga, dijo el hombre a través de la cortina. La mujer salió del bar
Cuatro reales
Queremos dos Anís del Toro
¿Con agua?
¿Lo quieres con agua?
No sé, dijo la chica. ¿Sabe bien con agua?
Pues sí
¿Lo quieren con agua?, preguntó la mujer.
Sí, con agua
Sabe a regaliz, dijo la chica y puso el vaso en la mesa
Como todo
Sí, respondió la chica. Todo sabe a regaliz. Especialmente todas las cosas por las que has esperado mucho tiempo, como la absenta
Oh no empieces
Mira quién habla, dijo la chica. Yo me divertía, pasaba un buen rato
Entonces tratemos de pasar un buen rato
De acuerdo. Eso hacía. Dije que las montañas parecen elefantes blancos. ¿No te pareció acertado?
Fue acertado
Quería probar este trago. Eso es todo lo que hacemos, ¿no? Mirar cosas y probar nuevos tragos
Supongo
La chica contempló las colinas.
Son colinas hermosas, dijo. La verdad no parecen elefantes blancos. Me refería al color de su piel a través entre los árboles
¿Pedimos otra cosa?
Está bien
El viento cálido soplaba la cortina de cuentas contra la mesa
La cerveza está buena y fría, dijo.
Está estupenda, comentó la chica.
En realidad es una operación muy simple, Jig, dijo el hombre. Ni siquiera es una operación de verdad
La chica miró hacia el suelo donde descansaban las patas de la mesa
Sé que no te pasará nada, Jig. No es nada. Sólo es dejar que entre el aire
La chica no dijo nada.
Te acompañaré, estaré contigo todo el tiempo. Sólo dejan entrar al aire y lo que sigue es perfectamente natural
¿Y qué haremos después?
Estaremos bien. Como antes
¿Qué te hace pensar eso?
Eso es lo único que nos preocupa. Es lo único que nos hace infelices
La chica miró hacia la cortina de cuentas, estiró la mano y tomó dos tiras de cuentas.
Y piensas que luego estaremos bien y seremos felices
Sé que lo estaremos. No debes tener miedo. Conozco muchos que lo han hecho
Igual yo, dijo la chica. Y después se veían tan felices
Bueno, dijo el hombre, si no quieres hacerlo, entonces no. No te obligaría a hacerlo si no quisieras. Pero sé que es perfectamente simple
¿Y en verdad quieres?
Creo que es lo mejor. Pero no quiero hacerlo si tú no quieres hacerlo
¿Y si lo hago te pondrás feliz y las cosas serán como eran antes y me amarás?
Te amo ahora. Sabes que te amo
Lo sé. Pero si lo hago, ¿estará bien si digo que las cosas son como elefantes blancos y eso te gustará?
Me encantará. Me gusta pero no puedo pensar en eso ahora. Ya sabes cómo me pongo cuando me preocupa algo
Si lo hago, ¿ya nunca te preocuparás?
Ya no me preocuparé de eso porque es perfectamente simple
Entonces lo haré. Porque yo no importo
¿A qué te refieres?
Yo no importo
Pues mí me importas
Claro. Pero yo no import. Y lo haré y todo estará bien
No quiero que te sientas de esa manera
   
La chica se puso de pie y caminó hacia el final de la estación. Cruzando, del otro lado, había campos de grano y árboles a lo lardo de los estanques del Ebro. Lejos, más allá del río, montañas. La sombra de una nube se movía a través del campo de grano y ella vio el río a través de los árboles.

Pudimos tener todo esto, dijo. Podemos tener todo y cada día lo hacemos más inalcanzable
¿Qué dijiste?
Dije que pudimos tenerlo todo
Podemos tenerlo todo
No, no podemos
Podemos tener todo el mundo
No, no podemos.
Podemos ir a donde sea
No, no podemos. Ya no es nuestro
Es nuestro
No, no lo es. Y una vez que lo quitan, ya no te lo regresan
Pero no se lo han llevado
Espera y verás
Vuelve a la sombra, dijo. No debes sentirte de esa manera
No me siento de ninguna manera, dijo la chica. Yo sólo sé cosas
No quiero que hagas nada que no quieras
Ni que no sean por mi bien, dijo. Lo sé. ¿Pedimos otra cerveza?
Está bien. Pero tienes que entender
Yo entiendo, dijo la chica. ¿Podemos callarnos?

Se sentaron en la mesa y la chica contempló las colinas del lado seco del valle y el hombre la vio a ella y a la mesa

Tienes que entender, dijo él, que no quiero que lo hagas si no quieres. Estoy dispuesto a continuar si no te afectará
¿No te importa nada a ti? Podemos buscar otra manera
Claro que me importa. Pero no quiero a nadie más que a ti. No quiero a nadie más. Y sé que es perfectamente simple
Sí, sabes que es perfectamente simple
Está bien que lo tomes así pero sé lo que digo
¿Me podrías hacer un gran favor?
Haría lo que sea por ti
¿Podrías por favor por favor por favor por favor por favor por favor callarte?

No dijo nada más y miró las maletas junto a la pared. Había etiquetas de todos los hoteles en donde habían pasado la noche.

Pero no quiero que lo hagas, dijo él, no me afecta en absoluto
Voy a gritar, dijo la chica.

La mujer salió de las cortinas con dos vasos de cerveza y los puso sobre los portavasos húmedos.

El tren llega en cinco minutos, dijo.
¿Qué dijo?, preguntó la chica.
Que el tren llega en cinco minutos
La chica sonrió a la mujer, agradeciéndole
Mejor pongo las maletas del otro lado de la estación, dijo el hombre. Ella le sonrió.
De acuerdo. Hazlo y regresa para terminarnos la cerveza

Levantó las maletas pesadas y rodeó la estación hasta las vías del otro lado. Alzó la vista pero no vio el tren. De regresó, pasó por el bar, donde gente que esperaban el tren, bebían. Bebió un anís en la barra y miró a la gente. Todos esperaban con tranquilidad el tren. Saló de la cortina de cuentas. La chica, aún sentada en la mesa, le sonrió.

¿Te sientes mejor?, preguntó él.
Me siento bien, dijo ella. No tengo nada. Me siento bien.

martes, 10 de diciembre de 2013

La muerte de los amantes

Tú y yo tendremos camas perfumadas
Y sillones profundos como tumbas, 
Flores exóticas sobre los estantes,
Que florecerán para nosotros bajo cielos tersos.

Quemando hasta el cansancio sus últimos ardores,
Nuestros corazones serán como dos flamas
Que reflejarán las luces dobles 
En nuestros espíritus, espejos gemelos.

Una noche pintada de rosa y azul místicos,
Nos volveremos un solo relámpago
Largo como sollozo hasta la despedida.

Y después un ángel, con las puertas entreabiertas,
Vendrá, fiel y alegre, a reavivar
Los espejos empañados, las llamas antes apagadas.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Carta a una one-night stand

The rest is silence
 – Hamlet, Shakespeare

Muy estimada chica con la que he pasado un par de horas de placer,

Durante media hora he vacilado en escribirte todo esto, ya que tú no me conoces, yo no te conozco, ambos sabemos del otro no más que el tipo de cosas que se dicen las gentes en los antros para cortejarse y dar al otro una idea superficial o vaga o incompleta, para hacerle comprender que no estamos locos ni somos asesinos o psicópatas o algo parecido, ya que para ofrecer nuestros cuerpos desnudos, aunque sea sólo por una noche, a quien se lo damos debe ser por lo menos normal, lo que generalmente se conoce como normal, y escribir algo a alguien del propio puño y letra es algo muy personal, no a cualquiera se lo haríamos, no ciertamente a un extraño que se conoce en un bar, aunque lo que se escriba se haga en una de esas libretitas que se encuentran en los cuartos de los moteles de paso para el uso de sus huéspedes, como sucedió contigo y conmigo en esta madrugada calurosa de junio. En este caso no sé más de ti más que tu nombre es Miriam y tienes más o menos mi edad y eres contadora y trabajas dando clases en una preparatoria pública y en un despacho contable cerca del centro, tu padre murió hace ocho meses (lo siento), tu madre aún vive y tu persona favorita es tu tía Margarita y te gustan los gatos aunque ya no tienes ninguno porque el último que tuviste escapó hace un par de meses y ahora vaga perdido y solitario en la inmensa y despiadada ciudad sin que nadie vea por él, sin que nadie sepa que él tiene un hogar pero está perdido, y no quieres que suceda lo mismo con otro gatito y yo entiendo. Eres la primer mujer en la vida que conozco que me habla de sus mascotas perdidas.

La razón por la cual te escribo esta nota (y la razón por la cual te escribo no es lo mismo que la razón para la cual te escribo) es que desde hace mucho tiempo me ha atormentado esos puntos de intersección y convergencia en los caminos que solemos llamar encrucijadas. Desconozco contigo qué sucede pero a mí siempre me ha intrigado hasta el punto de la náusea el tipo de gente o la gente que me he topado hasta ahora en mi camino, habiéndome podido encontrar con otro tipo de gente u otra gente en primer lugar. ¿Te gusta leer? ¿Conoces la historia de Edipo? Quizá no estará de más recordarte lo siguiente: Edipo fue un personaje de la literatura griega que mató a su padre en la encrucijada de camino a Delfos, alejándose – o más bien, tratando de alejarse – justo de aquel destino que se le vaticinó desde el nacimiento. Y sin embargo en aquella encrucijada Edipo se encontró precisamente con su padre y terminó matándolo. Es decir, me ha intrigado saber por qué cierta persona conoce a cierta otra - por qué, por ejemplo, tú te has topado conmigo habiendo podido toparte con otra persona, alguien distinto, alguien más atractivo o más interesante, alguien que en vez de dejarte sola a mitad de la madrugada puedas encontrar en la cama al día siguiente y quizá, no sé, ir a desayunar huevos con jamón o tocino o chorizo o salchicha o carne y a lo mejor verte después de manera casual y a lo mejor seguirse viendo con mayor frecuencia para que la noche que pasaron juntos no sean horas que el viento barra hacia el olvido para siempre. Es decir, ¿por qué tu camino se cruzó con el mío?

Te preguntarás, quizá, por qué escribo por qué me conociste tú a mí en lugar de escribir por qué te conocí yo a ti, y la respuesta es fácil. Por mi parte, no hay ningún significado especial tras nuestro encuentro de esta noche. Yo me topé contigo en el bar como bien pude topar a otra chica, como he conocido a un sinfín de chicas en los bares, sobre todo en este bar, el Sahara, a lo largo de los años (espero y al leer esto no te sientes ofendida; espero que comprendas que esto del sexo de una sola noche tiene que ver, sí, con el gusto y la preferencia y la elección pero también con la disponibilidad y si tú o yo no hubiéramos estado disponibles este encuentro no se habría dado). Salí de mi casa rumbo al Sahara después del trabajo; la oficina hoy estuvo tranquila – quizá porque fue viernes – y durante varias horas estuve en casa sin hacer más que mirar la televisión, pero tras cambiar canales inútilmente - no encontré nada bueno que ver - intenté leer y hasta escribir un poco, pero por alguna razón no me pude concentrar y tampoco encontré nada bueno sobre qué escribir. Así que así sin más me bañé y vestí y decidí salir solo a un bar, sin ninguna idea en la cabeza, sin la esperanza de divertirme y emborracharme y conocer nuevas personas o terminar en la cama con alguna chica guapa; simplemente salir por salir, para no quedarme solo y encerrado y muerto en casa. Pero te vi y me viste y te sonreí y me sonreíste y me acerqué a ti y coqueteamos y horas después estabas desnuda y rendida entre mis brazos, bajo el techo de este motel barato y medio limpio de afueras de la ciudad. Obviamente para mí siempre existió la posibilidad de no tener sexo durante la noche; si yo no te hubiera conocido o a nadie más, no habría sido la primera vez que regresaría a casa con el tanque lleno y las manos vacías, pero algo hubo en ti que accedió a que te llevase a un hotel para tener intimidad. ¿Qué fue? No sé, dime tú. Y, sin más qué hacer, me paré, me vestí y me fui, ni contento ni triste ni enojado ni preocupado, sin sentir algo en particular más que una hambre de mi cuerpo satisfecha, era hora de volver a casa, a mi vida, mi solitaria y monótona vida. Sabes, antes, hace mucho, en mis años de mayor juventud y vulnerabilidad (como escribió Nick Carraway, narrador de El Gran Gatsby justo al principio de la novela), la vida no era así, yo no era así. Antes, hace mucho, yo salía de casa cada viernes con las manos y el corazón llenos de esperanza. Soñaba con ver la noche, vivirla, sentir la emoción y excitación de encontrarme en un bar, rodeado de personas, de mujeres lindas a quienes hablarles, la posibilidad infinita de un encuentro. Así que te imaginarás la emoción que sentía al encontrarme en algún duelo de miradas con alguna guapa y desconocida mujer, ver al cabo de insistencia sus labios abrirse como roca en una sonrisa tímida, señal para acercarme y hablarle. Era un juego, el mejor de todos, y al principio sólo jugarlo era ya una victoria, pero si terminaba con alguna chica en la cama al final de la velada era la mejor de todas las victorias, era la victoria suprema. Y así, visitando bares y antros y fiestas, acercándome a extrañas, hablándoles, seduciéndolas, terminando en la cama con ellas, viviendo frecuentemente la victoria, pasé muchos, muchísimos años. Con algunas chicas pasé un tiempo muy agradable y algunas chicas inclusive quisieron pasar más tiempo conmigo después de la intimidad, pero con estas chicas nunca llegué a nada; la serenidad diurna que viví con ellas durante el desayuno nunca llegó a compararse con la magia sísmica que viví con ellas en la hora nocturna, razón por la cual desde pasado un tiempo dejé de aceptar invitaciones fuera de moteles y la madrugada.

Debo confesar que no toda mi vida fue sexo y noche; como cualquier otro yo tuve novias – dos en total. Con la primera, Selene, fui feliz aunque sólo durante seis meses. Nuestro rompimiento fue triste para mí puesto que Selene me gustaba e inclusive pensé en casarme con ella, pero al cabo de un tiempo me dijo que lo nuestro, como todo en la vida, había expirado y tenía a otro tipo esperando por ella y adiós y buena suerte. Hasta luego. Yo aún me masturbo pensando en ella, si debo confesarlo. La segunda, Aurora, me duró dos años. La amaba, me amaba, planeábamos casarnos, hicimos los primeros preparativos para la voda, pero no podía imaginar la idea de estar atado a ella durante el resto de nuestras vidas, con ella no sentía la emoción que sentí con Selene o las otras chicas desconocidas de los bares, así que con la pena tuve que decirle adiós. Ella me dijo adiós bañada en lágrimas.

Pasaron los años, chicas iban y venían de mi lado hacia la nada, hacia el olvido. Y llegó un momento en que sin saber por qué comencé a pensar en el suicidio. Nota: pensar en el suicidio no es contemplar el suicido. Comencé a pensar en el suicidio como una posibilidad en un universo alterno. ¿Qué debe sentirse perder la vida?, me preguntaba. ¿Qué es la muerte? ¿Qué se sentirá estar muerto, cruzar ese fino umbral que separa la vida de la muerte? La muerte, ese espacio vacío y negro, ese desbarrancadero al que todos tarde o temprano tendremos que llegar únicamente para lanzarnos. Pensaba todo esto recostado en mi cama, mirando la lluvia, viendo pasar camiones y barcos y aviones a través de la ventana, recostado al lado de una chica o a veces encima de ella, haciéndole el amor. Pero, evidentemente, nunca me suicidé. Con el tiempo dejé de pensar en el suicido y comencé a pensar – espero no te asustes, yo ya no pienso así – en matar a mis amantes. Solía escribirme historias en las que el protagonista era yo y ese yo vivía una vida como la que vivo ahora y de vez en cuando narraba algo así como: sigo soltero y sigo procurándome la dicha y placer de levantar desconocidas en los bares y matarlas y ya muertas regresar a casa y bañarme y dormirme horas después levantarme e ir al trabajo o al gimnasio. Matarlas, como si ése fuera el paso lógico que sucede al coito. Me imaginaba a mí mismo guardando cadáveres en mi departamento como Patrick Bateman guardaba los de sus víctimas en el suyo, borrando huellas y disponiendo de cadáveres como se dispone de la basura o lo inservible. Hubo noches en que estos pensamientos me asaltaron durante el coito, en los momentos de mayor excitación sexual y que en lugar de distraerme sólo exacerbaban mi excitación hasta el punto de acelerar mi ritmo más y más y más y más, con lo cual mis amantes solían disfrutar más y más y más y más, así hasta el final. Me alegra decirte que nunca llegué a matar a nadie, sólo fueron ideas.

No sabía lo que me sucedía. Generalmente yo tenía sobre mí o debajo de mí a una hermosa chica desnuda que me permitía ir y venir, tocar y retocar, meter y sacar, así que no había razón por la cual me asaltasen pensamientos e ideas tan lúgubres como aquéllos. Muchas veces me quedaba dándole vuelta a esas ideas en la cabeza a costar del segundo round con la chica que me encontrara en aquella noche. ¿Qué ya no quieres?, me solían preguntar, decepcionadas. ¿Qué ya te cansaste? No es eso, solía responder. No es eso, y me ponía de pie y me vestía y me iba tras una breve y parca despedida. Al principio del juego, al principio de todo esto, nunca habría rechazado un segundo o inclusive un tercer round, qué sacrilegio. Pero pensamientos como estos comenzaron a hacerse frecuentes muy a mi pesar.

No sé en qué momento el juego dejó de ser divertido, no sé en qué momento comencé a salir por la noche y hablar con mujeres por costumbre más que por emoción o placer. Pero llegaba la noche, los fines de semana, el trabajo en la oficina, y yo sin nada más que hacer, sólo por llenar un espacio vacío, salía a la ciudad. De vez en cuando sentía deseos, más bien antojos de venirme, como se tiene antojo de un dulce o un cigarro o una cerveza, y bien podía seguir mi vida sin venirme, sin tener contacto físico o sexual alguno, pero yo siempre me dejé llevar por ese impulso, ese empuje, y solía pensar: si ya tengo el deseo de venirme, de venirme yo solo a venirme con ayuda de una chica, con su mano - o su boca - alrededor de mi sexo, es mejor una chica, así que en busca de aquella chica salía en los días en cuestión. Y ya estando a solas con ellas, por qué limitarse a una mano en el sexo - por qué no hacerlo todo de una vez, una dos tres hasta cuatro veces si se podía. Al fin y al cabo: no había impedimento alguno; yo tenía todo el tiempo del mundo.

Pero de todas las noches que he vivido recuerdo una en particular. Aquel día salí inusualmente entusiasmado de mi casa con dirección a un bar (quizá porque era de las últimas veces que me entusiasmaba ir a un bar con el propósito de tener sexo, quizá porque yo en realidad fingía entusiasmo). Al llegar me topé con una chica hermosa y me acerqué, la chica era joven, muy joven, pero hermosa y esbelta, y aceptó ir conmigo a terminar la velada a otro sitio. La desnudé, su cuerpo aún fresco no tenía la marca del paso de los años como el mío. Me dijo que aquélla era la primera vez que se entregaba a un desconocido y yo me sentí conmovido y de pronto súbitamente desinteresado. Me vestí, le pedí a la chica que se vistiera, y le dije que sería mejor irnos, no había punto de seguir así. No dije más a la chica, ella me preguntó si algo en ella la molestó y, frío, le respondí que no, que no había problema con ella, y confundida se marchó, dándome su número de teléfono por si cambiaba de opinión, y yo lo tomé más por amabilidad que por la intención de llamarla algún día. Regresé a casa, y, caminando en las calles desiertas, mojadas por la lluvia, en la soledad oscura de la madrugada, pensé, como si hubiera experimentado una gran epifanía, en lo que escribió aquel filósofo inglés en sus ensayos - que todo placer es el mismo placer y una vez experimentado se le ha experimentado para siempre. Y yo pensé: Entonces el placer es una batería que con el tiempo se desgasta, y descargada por completo el resto es silencio, es vacío, es soledad, es oscuridad, es nada, y todo intento de llenarla es fútil, como fútil es tocar una guitarra esperando que sus cuerdas con música inunden la noche repleta de estrellas cuyo brillo el universo en algún momento terminará por tragarse en una oscuridad insoportable. La vida es ese espacio vacío salvo por los agujeros negros que se tragan a sí mismos, es la única nota que viaja sola por todo el universo que sólo ella misma escucha hasta hacerse una con el silencio y la nada, es el cigarro que para vivir, debe morir, para respirar, debe consumirse, dejando tras de sí un rastro de humo que por un momento huele pero luego se esfuma y una colilla apestosa y estorbosa que a lo mucho se tira en el suelo para que ya no siga oliendo más. 

Estoy aburrido, Miriam - ésa es la razón  para la cual te he escrito esta nota esto desde un principio: para decirte que estoy muy muy aburrido y cansado. Y aburrido y cansado, te escribo desde la nada. Porque de la nada vine y hacia la nada voy. Y a pesar de que no nos conocemos mucho y no sé de ti un puñado de cosas, como del presente de tu padre y tu madre y tu tía Margarita y tu pobre gatito perdido, me tomo el atrevimiento de decirte lo siguiente: espero que tú no te encuentres igual de aburrida que yo y que por aburrimiento me hayas topado en el bar Sahara, la encrucijada en que corvergieron tu vida y la mía, en esta bonita y tubia noche de efímero verano, espero que haya sido todo menos eso. 

Atentamente,
El jugador

PD. Espero que tu gato perdido pronto encuentre su camino de regreso a casa.

martes, 29 de octubre de 2013

A una dama

A usted estos versos, por la gracia consoladora
De sus grandes ojos, en donde ríe y llora un dulce sueño,
A su alma pura y tierna, a usted estos versos
Que vienen desde el fondo de mi violento desamparo..

Oh, la terrible pesadilla que me acosa no reposa, ‘

Y celosa, furiosa y loca va y se multiplica
En una manada de hambrientos lobos
Que zamarrean mi suerte hasta matarla.

Y sufro, oh yo sufro en mi tormento, que hasta

El primer gemido del expulsado original
Del Paraíso es apenas una égloga a mi lado.

Y las penas que usted pueda pasar son 

Como golondrinas surcando un cielo azul 
En una bella y suave tarde del cálido septiembre.

lunes, 14 de octubre de 2013

Como sentir es lo importante

Como sentir es lo importante
Quien ponga atención
A la sintaxis de las cosas
Nunca podrá besarte como debes ser besada
O estar verdaderamente enamorado
Mientras la Primavera florece en el mundo

Mi sangre lo confirma:
Los besos son mejor destino
Que la sabiduría
Mi dama se lo juro por todas las flores. No llore:
La mayor muestra de mi cerebro es inferior
Al aleteo de sus pestañas que me dicen que

Usted y yo somos el uno para el otro: para
Luego sonreír y regresar a mis brazos
La vida no es un párrafo

Y la muerte no es un paréntesis.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Muy poca gente soporta el silencio

Siendo sincero, me caga ir al cine. Hace años que no voy. Cada vez que mis compas me invitan, suelo decir alguna mentirilla, algún pretexto, lo que sea, para escaparme de acompañarlos a la función que quieren ver. No es porque no me gusten las películas. La verdad, disfruto mucho de ellas como cualquier otra persona. Inclusive las disfruto más que los libros… Na, esto último no es cierto. Pero de que las disfruto, las disfruto. Lo que sucede – y tal vez la gente me acuse de neurótico, pero así soy, y qué, no lo puedo cambiar – es que detesto los créditos y la música al final de la función. ¿Por qué? Bueno, será el hecho de que a veces veo alguna película de lo más conmovedora, de ésas que casi hacen llorar, y de pronto, al terminar, una canción estruendosa marca el fin de la cinta, se prenden las luces, aparecen los créditos y todo mundo se larga con la caja de palomitas vacía y sus celulares prendidos y sus bolsas y carteras en la mano. Yo, desde luego, me pongo de pie me dirijo hacia la salida – los empleados del cine dan las gracias, escucho murmullos y bostezos y risas y comentarios y quejas, y no puedo evitar sentirme tonto, estúpido, absurdo, como si por más de hora y media me estuvieran tomando el pelo porque yo, emocionado, me dejé absorber por una historia especial que al final resultó ser mentira. No sé desde cuándo me siento así – no puedo decir que siempre fue así, porque no soy un mentiroso y porque, la verdad, no recuerdo. Creo que me di cuenta de mi neurosis la última vez que fui al cine. 

Fue hace cuatro años, el estreno de 500 Days of Summer (Debo decir que la película no me gustó del todo y en ocasiones se me hizo sosa, pero, oigan, fue 2x1, qué pues, cómo dejar pasar una oferta así). Hacia el final de la película, yo estaba conmovido hasta las lágrimas (Na, tampoco esto es cierto, pero sí pude empatizar con Tom, el protagonista) y “Mi nombre es Tom”, dice el protagonista, presentándose con una chica morena y guapa. “Soy Autumn”, contesta la chica: acto seguido, la película comienza con la banda sonora, bajan los créditos, se prenden las luces y todo mundo se empieza a largar. ¿Qué?, me pregunté. ¿Es neta? ¿Pagué cincuenta pesos para que al final me digan que todo esto fue mentira? No mamen, chinguen a su madre – yo no vuelvo a pagar para que al final me digan que todo fue ficción. Oh, desde luego que yo sé que es ficción, y que en algún momento la historia tendrá que terminar y yo, por ende, tendré que regresar a mi trabajo como operador de teléfonos bilingüe y a mi solitario departamento habitado únicamente por mí y un gato que me encontré maullando una noche de intensa lluvia – pero a veces no me gustaría que no me lo recordaran. Aquella vez fui con Abril, una chica que, aunque me gustaba mucho, nunca me peló. Después de aquella ida al cine, tuvimos un par des citas más – un restaurante japonés y una ida al circo, si pueden creerlo. Al último me dijo que no, que prefería estar sola, lo cual es muchísimo peor que me diga que le gustaba alguien más, porque al decirme que prefiere estar sola que estar conmigo, me está diciendo que la soledad es mejor compañía que yo. Chida tu onda, morra, hasta luego. En fin. Como les decía: sí, hace cinco años que no voy al cine y hace cinco años que no salgo con nadie. Lo que sí hago, y casi siempre, es, en el trabajo, en mis horas de comida, en lugar de ir a alimentarme como todo mundo, aprovechar para quedarme en mi cubículo y admirar a Mayra, la chica de cabello chino y pantalones ajustados que parece nunca notarme a pesar de que llevamos trabajando codo a codo, lado a lado, durante los últimos tres años. Muchas veces regreso a mi casa en el camión con su recuerdo perfumado en la mente y con la ilusión de verla una noche, siquiera una, en mi cama, con tanga y liguero negro, tacones y cabello suelto, dispuesta, lujuriosa, a entregarse a mí. De la misma manera, de vez en cuando voy al cine – solamente a la entrada. Veo los estrenos en la cartelera, checo los horarios de las funciones, me informo sobre las críticas y los protagónicos, y muchas noches, al salir de trabajar, libre por fin de los grilletes de la cerda empresa capitalista que me chuparía las tripas si es que las tripas tuviesen valor alguno, me dirijo al cine, resuelto a de una maldita vez comprar un boleto para cualquier película, la que sea, me da igual, señorita, usted dígame cuál empieza ya y yo compro el boleto, yo lo compro, qué pues, no soy pobre, así tengo la cara – pero nunca compro nada. Siempre me quedo solo, afuera de la sala, viendo las luces brillantes del edificio, sorprendiéndome cada vez más por el alto precio de los productos de la cafetería, los cuales cuestan tan caros como si los hubiera hecho Dios. Total. A veces hay películas que por su publicidad me arrancan un suspiro y casi me arrastran a verlas. Están ahí, justo al alcance de mi mano, a veces parecen llamarme desde la oscuridad de una sala, desde la palidez de un cartel afuera de un centro comercial. Pero nunca le hago caso, nunca respondo a ese llamado hueco que lanza como un grito mudo desde donde quiera que esté. Siempre lo dejo pasar todo, como dejo pasar a Mayra cada vez que camina a mi lado con nadie a su lado. Está soltera (hasta donde yo sé), y yo bien podría llenar ese espacio, si es que ella quisiera llenarlo, desde luego. Hay días en que me siento tan valiente o tan estúpido como para acercarme hacia ella, quitarle el auricular de la cabeza (amablemente, por supuesto), olvidar que el mundo y los demás existen y simplemente decirle: sabes qué, chava, quiero contigo, ¿se arma o qué? Na, desde luego no le diría esto – le diría algo amable, algo dulce, algo que ella quisiera escuchar. Pero cada vez que llego al trabajo y la veo radiante, hermosa, como si estuviera hecha a mano, me ganan mis aprensiones, me entran mis dudas y termino mandando todo al carajo. Mi valor languidece mientras se petrifica por todo mi cuerpo el monstruo terrible de mi miedo al fracaso. Total, hay muchas Mayras en el mundo, hay muchos días en la vida, así como hay muchas películas estrenándose en el año, y yo en cualquier momento puedo decidirme a ir finalmente. Hay mucho tiempo, y yo solamente tengo 33 años.

Pero a veces no puedo evitar pensar que si solamente alguna película fuese diferente, si solamente algún cine me hiciera una promesa, yo iría. Solamente si cuando se terminara la función, y la sala siguiera en perpetua oscuridad en lugar de iluminarse, si todo se quedara en silencio en lugar de ruido, si solamente todos nos pusiéramos de pie, callados, y camináramos mudos, como si recién hubiéramos presenciado un milagro o un funeral – solamente si la jodida película no me recordara que es mentira y que, como un hilo, me dejara arrastrar algo de la fantasía con la cual está hecha para regresarme con ella a mi casa, a mi vida – solamente si pudiera empalmar la ficción en la realidad, mi realidad, solamente en ese momento yo regresaría al cine. Me presentaría a la taquilla para pagar de nuevo un boleto para alguna función. Solamente si esto sucediera, yo quizá podría invitar a Mayra. Pero no creo que eso vaya a pasar. No porque mi idea sea muy descabellada (aunque para ciertas personas lo puede ser). Es sólo que, innegablemente, la gente involucrada en la producción de alguna cinta necesita crédito, los actores y el equipo necesitan que sus nombres aparezcan en la pantalla, y nadie se va a poner a leer tantos nombres e información en un hueco sonoro. Me da la impresión: muy poca gente soporta el silencio.

miércoles, 14 de agosto de 2013

The Social Network a través del psicoanálisis: Mark Zuckerberg como paciente de Trastorno narcisista de personalidad

Ya pronto serán tres años desde la fecha en que se estrenó The Social Network: Uno diría que el momento para escribir sobre esta película ya pasó. Pero, hasta hace poco, cada vez que veía esta película le encontraba algo nuevo – una línea, una toma, que la conectaba con otras líneas y tomas en la película, tejiendo en el aire una figura que cada vez que la veía tomaba más y mejor forma. ¿Cuál es esta figura? En apariencia, The Social Netwrork es una película que cuenta la historia de Facebook – la historia de cómo Mark Zuckerberg, estudiante de 19 años de Harvard, crea una nueva red social, para después ser demandado por los gemelos Winklevoss, un par de gemelos que argumentan robo intelectual, y Eduardo Saverin, ex mejor amigo de Mark y cofundador de la compañía, que argumenta perjurio.

Desde luego The Social Network no es la historia ‘verdadera’ de Facebok. Hasta la fecha se han hecho varias entrevistas en las cuales el ‘verdadero’ Mark Zuckerberg ha ‘desmentido’ varios hechos y perspectivas que muestra le película pero que no fueron ‘reales’. Sin embargo, hay que recalcar que una película nunca tiene la obligación de ser fiel a la realidad – una obra de ficción, tanto literaria como fílmica, tiene la opción de explorar otros temas si así cree conveniente. E inclusive si es ‘fiel’ y muestra los hechos tal como ocurrieron, la ficción nunca será como la vida precisamente porque la ficción es, básicamente, mentira y la vida es la realidad cotidiana no inventada. El mismo guionista de la película, Aaron Sorkin, ha declarado que la historia ‘verdadera’ de Facebook no le interesó en absoluto a la hora de escribir el guión; lo que sí le interesó fue la historia que toca temas tan viejos como el arte de contar historias: amistad, poder, envidia, clase y lealtad. Sin embargo, para mí The Social Network va más allá que eso. Vibrante y oscura, me parece que The Social Network explora un tema que han explorado otras películas de soslayo pero que en este caso es más tangible: El Trastorno Narcisista de la personalidad que proyecta su protagonista, Mark Zuckerberg a través de sus acciones y diálogos. Para tratar este tema, no obstante, hay que separar el Mark Zuckerberg ficticio del real, y tomar en cuenta el guión tanto como la película.

Empezaremos este análisis hablando un poco sobre el Trastorno narcisista de la personalidad. Todos los seres humanos nacen con el deseo natural de ser amados y aceptados, lo que en términos freudianos se conoce como el narcisismo primario. Sin embargo, cuando este narcisismo no es propiamente manejado se puede desviar hacia otros rumbos. Algunas manera de contaminar este narcisismo primario son, según Groopman et al, descuido o esporádico cuidado de los padres hacia los niños, abuso emocional en la infancia, excesiva admiración sin retroalimentación realista, elogios por parte de adultos hacia talentos y apariencia extraordinarios. Muchas personas con este trastorno vivieron sometidas en la infancia a fuerte crítica o, para obtener el amor (condicionado) de sus padres, necesitaban ser de cierta manera o no. En este escenario donde los niños aprenden que para obtener la aprobación o amor de sus padres estos deben percibirlos de cierta manera. En este escenario donde también los niños aprenden a manipular esta percepción de sus padres: a ocultar lo negativo en ellos (o distraerlos apuntando lo negativo de los demás) y solamente mostrando la parte aceptada.

Aunque la etiología de este trastorno no se conoce a ciencia cierta, estos factores contribuyen hacia el desarrollo de aquel. Ahora, no podemos saber cómo fue la infancia de Mark Zuckerberg ni su relación con sus padres o hermanos – la película no los muestra ni los menciona más que sólo una vez –, pero podemos inducir que Mark ha vivido alguna de estas situaciones ya que despliega algunos síntomas del trastorno narcisista. ¿Cuáles son estos síntomas? Arrogancia y desprecio por los demás, necesidad de admiración y falta de empatía, agresividad y vergüenza, disimulo e inseguridad: todos al mismo tiempo y con particularidades. ¿Cómo demuestra Mark Zuckerberg estos síntomas?

En primer lugar, la necesidad de admiración y ser el centro de atención es algo que es característico de Mark desde el principio de la película. De hecho, una de las primeras líneas de la película es una pregunta que le hace Mark a su novia Erica en el bar: “¿Cómo te distingues entre una población en la que todos sacan 1600 puntos en sus SAT [exámenes de admisión para la universidad en Estados Unidos]?” De entrada con esta línea sabemos que una preocupación de Mark es atraer atención en un lugar en el que ser extremadamente inteligente, como él, no es suficiente para resaltar entre los demás. Dice además algunas maneras para sobresalir y menciona remar, cantar en un grupo a capela o entrar a un club en la universidad, lo que se conoce como “Final Club” en inglés. Sin embargo, sin talento social o artístico, Mark tiene que recurrir a otra cosa para resaltar: su talento con computadoras. A propósito de esta característica, el guión de Sorkin dice que, después de la pelea en el bar con Erica, Mark regresa a su habitación y se sienta frente a su computadora, lo cual es “el único lugar en el que [Mark] se siente cómodo”. Y es gracias a este talento que Mark crea Facemash.com, una página en la cual compara fotos de otras estudiantes para que usuarios la califiquen. A pesar ser repudiada por las mujeres, Facemash.com obtiene bastante notoriedad: 22 mil visitas en dos horas, que, dentro del contexto de la película, parece ser algo trascendente.

Algunos momentos en los que podemos rastrear esta inseguridad es, por ejemplo, la discusión que tiene con Eduardo, después de que éste congeló la cuenta bancaria de Facebook. Reclamándole esto último, Mark dice a Eduardo “sin dinero, el sitio no puede funcionar… No regresaré a la noche caribeña en A-E-Pi”. Esta fiesta, que dicho sea de paso es la fiesta cuando Mark propone a Eduardo la idea de Facebook:

Mark: Vayamos afuera
Eduardo: Está a 20 grados afuera
Mark: No puedo ver esa imagen de las Cataratas del Niagara que no tienen nada que ver con el Caribe

El guión de Sorkin describe esta fiesta de la siguiente manera: “el pasillo ha sido convertido en la noche caribeña de Alpha Epsilon Pi” y la fiesta es tan mala como su música…Lo importante es que [esta fiesta] está muy lejos de parecerse a la fiesta del club que vimos al principio…[hay] una mesa con ponche y galletas surtidas...”. Esta descripción, junto con la opinión de Mark, nos hace comprender que Mark ve esta fiesta es patética. Sin embargo, sin otras fiestas más divertidas, como la fiesta del club del principio, Mark se tiene que conformar y, por ende, formar parte de ella.

Refiriéndose a esto último, Mark, enojado, cuestiona a Eduardo en el teléfono: “¿Te gustaba ser un donnadie, te gustaba ser un chiste? ¿Quieres regresar a eso? Este diálogo demuestra que Mark se sentía como un donnadie y un chiste al asistir a la fiesta de AEPi, mucho antes de tener Facebook y poder.

La inseguridad, el dolor de sentirse débil o inferior o abusado, lleva a los narcisistas a crear una máscara – una imagen de grandiosidad o invulnerabilidad en esencia falsa pero que a ellos les parece muy real. Desde luego, la creación de esta máscara no es consciente sino inconsciente. A diferencia del doctor Jekyll y Mr. Hyde, los narcisistas no van de una personalidad a otra cuando ellos decidan: para los narcisistas la fachada que ellos han creado para venderla al mundo es su verdadera personalidad. La fachada, al ser muchas veces atractiva (los narcisistas son, por lo general, personas de éxito, ricas, bien parecidos y talentosas), recibe elogios y aceptación – lo que los narcisistas consideran amor. Mark, al convertirse en presidente de Facebook, crea inconscientemente esta imagen pública que trataba de crear cuando buscaba entrar a un club de Harvard. Desde la creación de Facebook, Mark escondió dentro de sí aquel chico inseguro que se sentía ignorado para convertirse en el poderoso creador de Facebook, quien proyecta una imagen de éxito, poder e inteligencia notable. Es esta máscara tras de la cual se protege cuando, en la audiencia con Eduardo, Mark dice, súbitamente enojado: “Usted sabe que el dinero no es muy importante para mí pero hoy en día puedo comprar la calle Mount Auburn, tomar el Club Phoenix [el club de cual Eduardo es miembro] y convertirlo en mi mesa de ping pong”. Este arranque de arrogancia, una manera de reafirmar su máscara de indolencia, es una barrera que Mark utiliza para escudarse del dolor que le produce precisamente lo que le dice la abogada de Eduardo justo antes del arranque de arrogancia: Envidiar a Eduardo por haber sido contactado por el club Phoenix, cuando lo que Mark más deseaba esa precisamente esto. Esta máscara Mark la lleva puesta en casi la mayor parte de la película

Sin embargo, esta máscara, al proteger al narcisista de la agresión externa, también lo torna indolente hacia su propio dolor y al de los demás – es por esta razón que a los narcisistas se les considera faltos de empatía. Según Randi Kreger, el problema del narcisista es carecer de contacto con su verdadero yo. Una personalidad sin máscara ni escudos está consciente del impacto de sus consecuencias hacia los demás, ya que entiende que al lastimar a los demás se lastima a sí misma. Esto es evidente en Mark, quien, aunque en teoría comprende el daño causado, por ejemplo, a Erica al escribir pestes sobre ella en su blog. Tampoco siente lo que las estudiantes sienten al verse comparadas en internet. Tampoco toma responsabilidad por el daño y la impotencia de los gemelos Winklevoss y Dyvia al robarles su idea. Tampoco quiere aceptar lo que Eduardo, su mejor amigo, siente cuando Mark lo traiciona y lo saca de la compañía. Muy al contrario: Mark inclusive en claro sadismo continúa atacando a los demás inclusive cuando estos tienen razones para demandarlo. Por ejemplo, a Eduardo lo ataca durante las audiencias cuando Gretchen, la abogada de Saverin, menciona el total de dinero que Eduardo aportó a la compañía: 19 mil dólares. Acto seguido, Mark detiene la audiencia para hacer una nota en su cuaderno y decir: “sí, tengo la misma cuenta” y mira retadoramente a Eduardo, diciéndole algo así como “Sí, pusiste 19 mil dólares: me importa un comino”.

Según Kernberg, el narcisista categoriza a la gente en dos grupos que a la vez tienen subgrupos: aquellas a las que admira (y envidia) y aquellas a las que desprecia (por ser mediocres), y aquellas de las cuales puede sacar un provecho y aquellas de las que no. La relación de Mark con los otros personajes de la película es parecida a la descripción de Kernberg,  en el sentido de que es parasítica. Vemos esto, por ejemplo, cuando da a entender que ve a Erica, su novia, como mediocre. En la conversación en el bar, al principio de la película, Mark le dice a Erica “tú no tienes que estudiar... porque asistes a B.U [Boston University]”, a lo cual Erica responde: “Lamento que no estés lo suficientemente impresionado con mi educación”. Mark desde luego dice esto ya que él asiste a una escuela con más prestigio – y aparentemente, para él, con más desafío – que Boston University: Harvard. La condescendencia de Mark también es evidente cuando en la escena más viciosa de la película hace de menos a todos en la habitación, inclusive a sus propios abogados, cuando le dice al abogado de los Winklevoss lo siguiente: ‘Usted tiene parte de mi atención – lo mínimo. El resto de mi atención se encuentra en las oficinas de Facebook donde mis colegas y yo nos encontramos haciendo cosas que nadie en esta habitación, incluyendo especialmente a sus clientes, son intelectual o creativamente capaces de hacer. ¿He contestado adecuadamente su condescendiente pregunta?”

Sin embargo, a pesar del choque entre Mark y los gemelos Winklevoss, su relación no es tan unilateral. Mark, al principio de la película, los admira aunque esta admiración no se asevere. Aun así los gemelos tienen características que los hacen figuras que Mark podría admirar: son altos, bien parecidos, ricos y miembros del club Porcellian. Podemos deducir esta admiración teniendo en cuenta que Mark sabe que para entrar a un club podría, por ejemplo, remar (dice esto en la conversación con Erica).

Las otras dos categorías en las que un narcisista categoriza a la gente también las vemos en Mark. Cuando los Winklevoss se le acercan para pedirle trabajar con ellos, Mark, al enterarse que reman en la escuela, acepta ir con ellos porque sabe que puede sacar algún beneficio, como entrar a un club: los chicos que reman son generalmente chicos miembros de clubes. Lo que obtiene es algo muchísimo mejor: la idea para crear Facebook. Haciéndolos a un lado, Mark va hacia otra persona que considera su amigo pero también de la cual puede obtener algún beneficio: Eduardo, quien acepta poner mil dólares – y dieciocho mil más adelante en la película para la compañía. Desafortunadamente para Eduardo, él no puede dar lo que Mark exige; aparentemente, solamente Sean puede llevarlo hacia donde Mark quiere. Lo cual es cierto: Sean no solamente le consigue una esfera social muchísimo más alta que la de Harvard, puesto que le consigue una cita con la amiga de una modelo de Victoria Secret, sino también inversionistas y presencia virtual en Europa (en la competencia de remo en Inglaterra, los Winklevoss y Dyvia se enteran, a través de un comentario de un aparente amigo de la familia, que Facebook se encuentra presente en varias escuelas). En la discusión que sucede noche antes de que Eduardo congele la cuenta de Facebook, él y Mark discuten. Eduardo se queja de Sean, Mark defiende a éste último; Eduardo dice que ha pasado todo el tiempo en Nueva York, buscando publicistas; Mark, resentido, lo encara y pregunta: “¿y cómo te ha ido hasta ahorita?”. Esta frase y la expresión de Mark son importantes, porque comunican lo inaccesible y testarudo que es Mark: resiente a su amigo por no aportar tanto a Facebook como Sean.

Aun así, según Kernberg, los narcisistas temen a quienes también envidian, ya que los narcisistas proyectan en aquéllos sus propios deseos de explotación en busca de beneficio y los perciben como posibles agresores y coercitivos (Kergner), por lo cual los narcisistas con incapaces de confiar en nadie. Es técnicamente imposible argumentar que los gemelos Winklevoss representan una amenaza para Mark, ya que desconocemos si lo ven como ayuda o provecho: inclusive la película los muestra como pacientes, modestos y nobles. El guión los describe como chicos con apariencia de modelos Abercrombie, que, aunque son atletas muy competitivos, no gustan de presumir, mucho menos con sus compañeros (Sorkin). Sin embargo, según Andrea Hurst, el narcisista, al demandar ser el centro del universo, guarda su lugar con celosía de intrusos. Con sus talentos deportivos, apariencia física, riqueza y popularidad, los hermanos Winklevoss son una gran  amenaza para Mark; por ende, ésta bien puede ser otra razón por la cual Mark los aplastó al robarles su idea: preservarse a sí mismo. Esto, desde luego, apunta a su inseguridad. A quien sí podemos ver como una gran amenaza es a Sean Parker. Justo después de la confrontación con Eduardo, Sean comenta a Mark sobre la fiesta que organizará en KES, la hermandad a la que pertenece Ashleigh, una interna a quien, en apariencia, le gusta Mark. Sorprendido por el comentario, Mark pregunta a Sean si ellos han tenido que ver, a lo que Sean responde “¿Yo y Ashleigh? No. Bueno, un poco”. Pronunciadas estas palabras, la cámara se enfoca en el rostro de Mark, quien, decepcionado, asiente como pensando con envidia: “Era de esperarse”. Ashleigh llega en ese momento para darle un paquete a Mark: sus tarjetas de presentación que mandó a hacerse y entregar cuando llegaran al millón de usuarios. Todos gritan y Sean felicita a Mark y lo abraza. Lo que dice el guión sobre esta escena es importante: “Festejos hacen erupción… Sean abraza a Mark pero Mark no parece responder el abrazo…” Estos puntos suspensivos sugieren un descontento de Mark hacia Sean por involucrarse con Ashleigh, lo cual a su vez es importante porque, al final de la película, Marilyn, la asociada de la firma de abogados que presenta al presidente de Facebook, sugiera que probablemente fue el mismo Mark quien llamó a la policía para que ésta fuera a la fiesta en la cual estaba Sean y lo arrestaran. ¿Por qué esta fiesta es importante? Éste es el único agujero en la trama, para el cual es necesario acudir a la vida ‘real’. En la película, habiendo conseguido inversionistas para Facebook, Sean Parker pasó a ser uno de los presidentes de la compañía. En la vida ‘real’ una fiesta con drogas sí ocurrió y Sean terminó en la cárcel. Debido a este incidente, según Kit Eaton, los inversionistas de Facebook creyeron que Parker ya no podía fungir como presidente de aquélla y lo obligaron a renunciar, a pesar de aún ser dueño del 7 % de la compañía. La situación en la que se encontró Sean es, en apariencia, parecida a la situación en la que se encontraron Eduardo, los gemelos Winklevoss y Dyvia: los cuatro fueron desplazados por Mark, cada uno por razones precisas. La de Sean: haberse involucrado con Ashleigh. Todo esto desde luego no se puede asegurar; es una mera especulación – pero me da la impresión de que esta especulación era precisamente lo que quizá buscaba Aaron Sorkin en primer lugar: plantar la duda sobre Mark – hacernos (sospechar que el presidente de Facebook es quizá peor de lo que ya es.

Volviendo al tema del provecho del narcisista, me gustaría detenerme un poco para explorar no lo que Mark busca a través de Facebook sino lo que no busca: dinero. Desde luego Mark obtiene muchísimo dinero una vez que la compañía obtiene inversionistas y se expande; sin embargo, la creación de Facebook me recuerda la perspectiva que tiene Mark Greif sobre ciertos hipsters. En su ensayo, The Hipster in the Mirror, Greif dice que “La estrategia de un subgrupo hipster es menosprecian a otros [grupos] como licenciados en humanidades con mucho tiempo libre”; este ataque va dirigido hacia chicos de clase media alta que se mudan a ciudades al terminar la universidad con esperanza de trabajar en las ‘profesiones creativas’. Estos hipsters son ultimadamente desprovistos de clase, presa de internados abyectos e ignorados en la jerarquía urbana, pero capaces de usar habilidades aprendidas en la universidad como clasificación, categorización y apreciación para generar un cuerpo cultural cool. Ellos, en cambio, corrompen el fondo hipster, [lo cual] reta al rico inculto, quienes, provistos de dinero pero no de cultura, quienes convierten capital real en ‘capital cultural’”. En este sentido Mark demuestra una actitud parecida a la descrita por Greif respecto al dinero: a él no le interesa el dinero per se; lo que le interesa es crear un capital que la gente a su alrededor pueda reconocer como moneda de cambio. En un tiempo fue el dinero, en un tiempo fue la cultura, en el tiempo de Mark es la tecnología. Con MySpace y Friendester circulando por la red, popular entre la juventud, era de esperarse que el dueño de una red social tan cool como Facebook se convirtiera en una celebridad, lo cual así sucedió. En la audiencia con los hermanos Winklevoss y Dyvia, este último dice que, al lanzarse Facebook a Harvard, “explotó. Todos mundo en el campus lo usaba. ‘Facebookeame’ era la expresión común al cabo de dos semanas… y Mark era el héroe del campus que incluía 19 laureados con el premio Nobel, 15 ganadores del premio Pulitzer, dos futuros atletas olímpicos [refiriéndose a los hermanos Winklevoss] y una estrella de cine [refiriéndose a Natalie Portman]”. Hay que recordar que cuando Eduardo le propuso meter publicidad al Facebook para generar ganancias, Mark dice que lo único que saben sobre el Facebook es que es cool, lo cual es un ‘bien’ que no piensa dejar ir. Sean Parker está de acuerdo con eso, diciendo casi lo mismo que Mark en la cena en Nueva York. Hay que recordar que, hasta entonces, Mark ya ha hecho algunos intentos por crear algo cool que guste a la gente: Facemash.com, que desde luego obtuvo notoriedad pero no fue su mejor idea, pero también CourseMatch, un programa para ver las clases que amigos toman en la escuela y una aplicación para un reproductor Mp3 que reconoce el gusto musical del usuario (todo esto lo sabemos cuando los Winklevoss invitan a Mark al club Porcelain). Cuando Dyvya pregunta por cuánto dinero lo vendió, Mark dice que no vendió su aplicación – la subió gratis. “¿Por qué?”, pregunta Dyvia. En la película Mark contesta solamente alzándose de hombros. El guión describe esta respuesta de la siguiente manera: Mark se alza de hombros que dice ‘no sé’ y ‘jódete’ al mismo tiempo”. Porque es precisamente el deseo de popularidad entre sus iguales, gente joven, la razón por la cual Mark subió aquella aplicación gratis: en el intento de convertirla en capital, fracasó.

Hay otro aspecto de The Social Network que me gustaría analizar: las audiencias. A pesar de que las audiencias son de carácter legal, también tienen cierto carácter terapéutico, en el sentido de que manejan resentimientos y frustraciones, las opiniones de los afectados por Mark y la manera de responsabilizar a este último de sus acciones. No obstante, como mencionamos anteriormente, Mark es sordo a las emociones ajenas y por ende no comprende el daño infligido hacia la gente a su alrededor. Las audiencias, en este sentido, le sirven a Mark como espejos en el cual puede ver reflejados sus propios errores. Sin embargo, Mark nunca acepta voluntariamente sus fallas. Enojado y torturado, el presidente de Facebook siempre trata de superar los argumentos de sus contrincantes acudiendo a la lógica y argumentos calculados y fríos: “si fuera los creadores de Facebook, hubieran inventado a Facebook [esto lo dice a los Winklevoss y Dyvia]”. ¿Por qué Mark no reconoce sus errores? Por dos razones. La primera, porque el narcisista no puede equivocarse, no puede mostrarse vulnerable ante los demás y ante sí mismo: al adoptar la imagen de infalible e invulnerable, Mark siempre se resiste, como es de esperarse, a estar en contacto con los sentimientos ajenos: la culpa es mucha, la vergüenza es grande. Y es aquí donde entra la segunda razón. Como dijo Andrea Hurst, el miedo del narcisista a los intrusos le precipita un deseo de domesticar al “otro” (es decir, ante quien debe disculparse), y al hacerlo se pone a salvo de lo que “el otro posee”: crítica, enojo, reproche. En este sentido, el “otro” es Erica y la “domesticación” es la invitación de Mark a aquélla de hablar a solas en el bar, mucho después de los comentarios en el blog y de haber terminado. Erica se niega y le reclama los comentarios publicados en internet. Mark trata de ‘domesticarla’, insistiéndole que hablen a solas, ya que no quiere disculparse en público: los amigos de Erica, con su sola presencia, son intrusos en el universo de Mark. Los abogados, que nunca logran que Mark por cuenta propia reconozca sus errores, también son intrusos de los cuales Mark se tiende que defender. En ambos casos, el de Erika y las audiencias, disculparse equivaldría en este caso a quitarse la máscara que ha cargado y velado durante tanto tiempo, a tomar su dolor, el de Erica y los demás y hacerlos propios, equivale a humillarse e invitar a todos a ser testigos de su humillación. Sin embargo, más allá de la humillación, psicoanalíticamente la aceptación de sus errores es también una liberación de la culpa y la vergüenza, una catarsis. Cosa que nunca acaece en la película. Podemos interpretar esta situación en la que Mark, orgulloso, desprecia a los abogados como el resentimiento y agresión que el narcisista tiene y siente hacia el terapeuta por éste ofrecerle ayuda (Hurst). Como dijo Lacan: “lo que en apariencia es el orgullo vengativo del sufrimiento mostrará su verdadera cara… en la resistencia al amor propio”. De este modo, Mark no pide disculpas, no acepta sus errores y sigue agrediendo a los demás y por ende agrediéndose a sí mismo, lo cual se traduce en una resistencia por quitarse su máscara de superioridad para entrar en contacto con sus sentimientos y por ende su amor y dolor propios. En ese sentido Mark se embarca en una “pelea hasta la muerte” (Hust) debido a la suposición de que, al rendirse ante el otro (es decir, pedirle disculpas), pierde algo. Desde luego que, al pedir disculpas, perdería algo: su dolor o, por lo menos, parte de él. Al no hacerlo, Mark es rico en sufrimiento.

Por último, me gustaría tocar someramente el tema de Mark y su relación con las mujeres. En la película las mujeres cercanas a Mark son: Erica, Alice – amiga de Christy, novia de Eduardo –, Ashely y Marilyn, la asociada de la firma que lo representa. Con todas tiene una relación particular: Erica, su ex novia enojada; Alice, la groupie con la que se acuesta sólo una vez para no volver a verla (por lo que podemos inducir); Ashleigh, la inter; Marilyn, miembro de su equipo.

Ashleigh, como hemos visto, es posiblemente el detonante de la ruptura entre Sean y Mark al final de la película. Lo único que podemos deducir de Mark analizando a Ashleigh es que esta última representaba un territorio – el territorio de Mark deseaba conquistar para sí mismo, y, al verse invadido, Mark toma, posiblemente, una postura de venganza. Ashleigh representa el deseo inicial de Mark por tener acceso a chicas hermosas una vez logrado su cometido de trascender; sin embargo, vemos que Mark se encuentra aún en la misma situación del principio de la película: en la que, a pesar de ser presidente de Facebook, famoso y millonario, su relación con las mujeres es aún precaria, y ellas terminan eligiendo a otros hombres, como en este caso, Ashleigh se inclina por Sean. La escena en la que Sean da a entender que sí ha tenido algo que ver con Alice es corta, pero reveladora: da la sensación de que Mark vive en círculos sin posibilidad de salir.

La relación de Mark con Alice es también interesante. Porque vemos que, antes de la creación de Facebook, Mark lo que quiere son groupies, inclusive se lo dice a Erica en la escena del par al principio de la película: “Erica: ¿es cierto que [los clubes de Harvard] mandan un autobús para que busque a chicas que quieran ir a una fiesta con el siguiente presidente de Fed? MarK: Ya ves por qué es tan importante entrar [a alguno de los clubes]” (Hay que notar que es bastante irónico que Mark sugiera a su propia novia querer irse de fiesta con chicas desconocidas e interesadas por miembros de clubs de Harvard). Cuando Mark conoce a Alice, tienen sexo en el baño de un bar; al terminar, Eduardo y Christy, Mark y Alice van al dormitorio de Mark. Desde entonces ya no sabemos nada de Alice. Eduardo y Christy comienzan a salir; Mark y Alice no. ¿Por qué?

Una explicación– y a esto viene otra perspectiva de la importancia de Erica – es que Mark aún se encuentra afligido y atormentado por su relación con Erica. En este sentido Erica es un (detonador) muy poderoso del narcisismo de Mark: Erica es la chica que terminó tajantemente con Mark, Erica es la chica por la cual Mark quiso sobresalir con Facemash y Facebook, Erica es la chica a la que Mark casi le pide disculpas, Erica es la chica que dejó a Mark con cierta herida que bien se puede interpretar como nostalgia. Hay que tener en cuenta un par de cosas: en la primera escena de la película, hablando sobre clubes, Erica hace una pregunta que Mark interpreta de una manera muy peculiar:

Mark: Ya ves por qué es tan importante entrar [a esos clubes]You can see why it’s so important Erica: Bueno, ¿a cuál es más fácil entrar?
Mark es, evidentemente, alterado por esta pregunta
Mark: ¿por qué me preguntas eso/
Erica: Sólo pregunto
Mark: Creo que preguntaste esto porque piensas que el club al que es más fácil entrar es en el cual yo tendría mejor oportunidad de entrar
Erica: Yo pregunté – ¿qué?
Mark: Me preguntaste por el más fácil porque piensas que ése es en el cual yo tendría mejor oportunidad de entrar

Erica clarifica y dice:

Erica: El club al cual es más fácil entrar es el club en el cual todos tienen la mejor oportunidad
Mark: No me preguntaste por el mejor; me preguntaste por el más fácil
Erica: Honestamente solo pregunta. ¿De acuerdo? Preguntaba por preguntar. Mark, no quiero decir algo más

Esta conversación es reveladora porque Mark está interpretando la pregunta de Erica, “¿A cuál es más fácil entrar?”, algo así como: No tienes muchas expectativas, así que elige el menos exigente, el menos prestigioso, porque ése es el único al que tú Mark, un mediocre, tienes oportunidad de entrar. Esto desde luego es un ataque a su narcisismo, a su ego que de entrada ya está lastimado.

El deseo de Mark por obtener aún mayor grandiosidad en el Facebook es reimpulsado por Erica una vez que se encuentran en el bar, después de haber terminado: Erica se niega a hablar a solar con Mark; Mark, enojado, camina hacia la salida. “Buena suerte con tu videojuego”, dice Erica a Mark mientras éste se iba. En la película no se demuestra, pero en el guión de Sorkin dice, sobre precisamente esta línea de Erica: “Fue un error honesto de parte de Erica pero un gulpo al riñón hacia Mark”. ¿Por qué? Porque trataba de compensar, de balancear ese sentimiento de frustración y rechazo (reminiscencia seguramente de frustración y rechazo de la infancia) con la creación de Facebook. Hay que notar que es precisamente este balance emocional que Mark tiene en ese momento, debido a Facebook, es el impulso que lo lleva a buscar por iniciativa propia a Erica en el bar, plantarse frente a ella y pedirle una disculpa (en privado, desde luego). Pero habiendo sido rechazado por segunda vez consecutiva por Erica, Mark desea nuevamente recobrar este equilibrio dañado. ¿Cómo? La respuesta nos la da el diálogo siguiente, entre Mark y Eduardo, justo después que Mark se aleja de Alice:

Eduardo: Oye, eso estuvo genial. Fue lo correcto. Te disculpaste, ¿cierto?
Mark (ignorándolo): Tenemos que expandirnos [refiriéndose, desde luego, a Facebook]

De regreso en su habitación, Mark coordina la logística de Facebook con Eduardo y otros dos chicos, Chris y Dustin, que también son parte de la compañía. Una de las acciones que pide Mark a Chris hacer es encargarse de la publicidad y, de manera más específica, buscar que la historia de Facebook sea publicada en The Bridge, el periódico estudiantil de Buston University, la escuela a la que asiste Erica. “¿Por qué quieres una historia en el periódico de B.U?”, pregunta Eduardo. “Porque sí”, responde Mark, lo cual sabemos que no es del todo cierto: Mark quiere una historia publicada en The Bridge para que Erica sepa lo que Facebook es y que él lo ha creado. Dolido porque Erica ha confundido Facebook con un videojuego, Mark de nuevo quiere encontrar su balance.

Sin embargo, no todo en Erica es doloroso para Mark. Hay que tener en cuenta que él casi se disculpa ante ella y durante el resto de la película hay dos momentos en los que alcanzamos a ver que la figura de Erica, para Mark, se convierte en tibia nostalgia. El antro de San Francisco, al que lleva Sean a Mark cuando se reencuentran por accidente (cosa que, tomando en cuenta el resto de la película, nos puede hacer creer que no fue casualidad del todo), que, según el guión de Sorkin, es un antro para los “rockstars de Sillicon Valley”, Sean comenta haber leído el blog de Mark acerca de Erica. “¿Sabes por qué fundé Napster?”, pregunta Sean a Mark. “La chica de la que me enamoré en la preparatoria andaba con el co-capitán del equipo de lacross de la escuela y quería bajársela”. Esto sugiere que ambos, Sean y Park, vienen del mismo lugar. Sin embargo, entre ellos dos hay una gran diferencia: mientras Mark sigue pensando en Erica, lo cual sugiere un contacto con su pasado, Sean ya no piensa en su primer amor:

Mark [después de dejar atrás el tema de blog de Mark y Napster]: ¿Aún piensas en aquella chica?
Sean: ¿Cuál chica?
Mark: La chica de la preparatoria, la que andaba con el tipo de lacross
Sean (con cara de “¿estás bromeando?”): No.

Al final de la película, Mark busca a Erica en el Facebook y, para su sorpresa, la encuentra, lo cual sugiera que Facebook ha tenido tan amplia presencia dentro del universo ficticio de la película y que Erica seguramente sabe quién es el creador de la red social que ahora ella utiliza. Mark, en un acto que simboliza redención, le manda su solicitud de amistad: el presidente y co-fundador de MySpace, el creador de la red social con presencia inclusive en Bosnia (según palabras de Marilyn), como Odiseo añorando Itaca, regresa de cierta manera al territorio que siempre extrañó.

La relación con Marilyn es sutil pero, al igual que las audiencias, sirve como marco de la historia de Mark con las mujeres. En la primera sesión con Eduardo, el guión y la película presentan a los presentes, entre los cuales está Marylin, que bien puede representar a las mujeres que no conocen el pasado de Mark (sus traiciones, el blog sobre Erica). Por ende, cuando escucha sobre el éxito que tuvo Facemash en Harvard, se sorprende:

Marylin: ¿O sea que la página tuvo 2,200 visitas en dos horas?
Mark: 22,000
Marylin: ¿Qué?
Mark: [fueron] 22,000
Marylin [realmente sorprendidas]: Wow

Marylin inclusive invita a Mark a comer una ensalada, lo cual podemos interpreter como un acercamiento amistoso. Sin embargo, a juzgar por los gestos, expresiones y su intento por conversar con Mark en esta escena, no es muy descabellado sugerir que Marylin se siente un tanto intrigada por el co-fundador de Facebook. Marylin pregunta a Mark si gusta almorzar, inclusive tiene una actitud de simpatía al decirle “Esto debe ser difícil”, refiriéndose al proceso de audiencias con Eduardo y los hermanos Winklevoss. Sin embargo, Mark, trabajando en su computadora, con actitud displicente, corta la conversación, mientras que Marylin intenta sacarle plática, lo cual falla. Pero a medida que la película avanza Marylin conoce el pasado de Mark. Hay que recordar la escena en la que Eduardo explica larga y lentamente cómo fue expulsado de la compañía por su mejor amigo:

Gretchen: ¿A cuánto se redujeron las acciones de Zuckerberg?
Eduardo: No se redujeron
Gretchen: ¿A cuánto se redujeron las acciones de Mozkovitz?
Eduardo: No se redujeron
Gretchen: ¿A cuánto se redujeron las acciones de Sean Paker?
Eduardo: No se redujeron
Gretchen: ¿A cuánto se redujeron las acciones de Peter Thiel?
Eduardo: No se redujeron
Gretchen: ¿A cuánto se redujeron las acciones de Zuckerberg?
Eduardo: No redujeron
Gretchen: ¿A cuánto se redujeron tus acciones?
Eduardo: A .03 porciento

Durante esta larga y lenta enumeración, todos en la habitación presencian la aflicción de Eduardo – inclusive la taquígrafa, mientras escribe, le dirige una mirada a Eduardo que se puede interpretar como “vaya, pobre chico”: inclusive ella no puede evitar ver la aflicción de Eduardo. Terminado su testimonio, Marylin no puede sino mirar a Eduardo con empatía. En la última escena de la película, terminada la audiencia, Mark invita a Marylin a cenar (recordemos que en una escena anterior fue Marylin quien lo invitó a comer a él):

Mark: todo lo que comiste en el día fue esa enlasada: ¿gustas ir por algo de cenar?

A esto Marylin, sin mayor explicación o justificación, simplemente responde: “No puedo”.

Después de escuchar el testimonio de Eduardo, de enterarse de cómo su mejor amigo se deshizo de él, es comprensible que no quiera conocer más cercanamente a Mark.

The Social Network es logra su cometido: contar una buena historia, pero más que esto The Social Network arroja luz sobre fenómenos que incumben a esta generación: la obsesión por la fama y el éxito, la inseguridad por saberse desconocido. No está de más decir que Facebook, con su capacidad de ofrecer a la gente una fachada de cómo quieren ser ver en el mundo y darles la oportunidad de escribir e inclusive editar lo que digan, es muy parecida a la imagen que un narcisista crea para ocultarse a sí mismo. Facebook, a mi parecer, como compañía, en algún momento será superada por otra cosa, pero esta película, debido a su alto contenido psicológico, ingeniosos diálogos y escenas cautivadoras, perdurará por mucho tiempo.

lunes, 8 de julio de 2013

Sobre la negociación

Generalmente es mejor tratar las cosas en persona que por carta, y por mediación de un tercero en vez de por uno mismo Las cartas son buenas cuando deban también responder por carta, o cuando le sirva como justificación para después producir otra carta, o cuando caiga en peligro de ser interrumpido o escuchado en partes. Es mejor tratar en persona cuando el rostro de una persona proyecte respeto, como en el caso de los subordinados, o en casos delicados en los que el contacto visual de un hombre oriente al interlocutor hasta dónde puede llegar en la negociación; y cuando un hombre se reserve a sí mismo la libertad de rechazar o de explayarse sobre un asunto. Cuando se elijan los intermediarios es mejor escoger hombres de tipo sencillo, que se limiten a realizar aquello que se les encomienda y que reporten resultados sinceros, en vez de aquellos hombres de astucia que tratan de sacar algún provecho de negociaciones ajenas solamente para congratularse a sí mismos o que adornan los resultados solamente para agradar a sus superiores. Use personas que sean de la misma naturaleza que el negocio que realizan, puesto que esto agiliza mucho los negocios. También escoja aquellos que sean aptos para el asunto a tratar, como los hombres valientes en los desacuerdos rotundos, hombres elocuentes para la persuasión, hombres de astucia para la indagación y observación, hombres tercos y absurdos para negocios de reputación dudosa. Use también a los que han tenido suerte y han sobresalido en tareas que hayan hecho antes, ya que esto fecunda confianza, y estos hombres tratarán de mantener su reputación. Es mejor tantear en una negociación en lugar de arribar desde el principio al meollo del asunto, excepto cuando se quiera sorprender con alguna pregunta repentina. Es mejor negociar con hombres con aspiraciones en vez de los que están conformes en donde se encuentran. Si un hombre decide negociar con otro en condiciones, el principio o primer movimiento lo es todo. Ya que lo que no se puede conseguir razonablemente, excepto en las circunstancias en las que se le permiten, debe anticiparse enseguida. A menos, también, que un hombre convenza al otro de que aún le es de alguna utilidad. Así se le tendrá como hombre honrado. Toda negociación sirve para revelar las intenciones de un hombre o el uso que se le puede dar. Los hombres se revelan a sí mismos en la confianza, la pasión, cuando nadie los observe, y, sobretodo, en la necesidad; es decir, cuando ya hayan cumplido con su responsabilidad y no encuentren algún pretexto apto para negarse. Para colaborar con alguna persona, debe conocer su personalidad y costumbres, para así guiarlo; sus objetivos para sábelo persuadir; sus debilidades y desventajas para inspirarlo; y las personas que se interesan por él, para conducirlo con autoridad. Al tratar con personas de astucia, siempre se debe tener en cuenta sus objetivos, saber interpretar sus palabras, y siempre es bueno decirles poco, sobre todo aquello que menos le interesen. En todas las negociaciones difíciles un hombre nunca debe buscar cosechar y sembrar el fruto de inmediato, sino prepararse para el negocio y así cosechar beneficios poco a poco.

Traducción de “On Negotiating” de Francis Bacon (1561-1626),