miércoles, 11 de diciembre de 2013

Colinas como elefantes blancos

Las colinas del otro lado del valle del Ebrol eran largas y blancas. En este lado no había sombra ni árboles y la estación estaba entre dos rieles que corrían hacia el sol. Junto a la estación caía la sombra cálida del edificio y una cortina hecha con tiras de cuentas de bambú colgaban en el vacío de la puerta del bar, para alejar las moscas. El norteamericano y la chica estaban sentados en la mesa bajo la sombra, afuera del edificio. Hacía mucho calor y el expreso de Barcelona llegaría en cuarenta minutos. Se detenía en este cruce por dos minutos y seguía a Madrid.

¿Qué tomamos?, preguntó la chica. Se había quitado el gorro y puesto sobre la mesa.
Hace calor, dijo el americano.
Tomemos cerveza
Dos cervezas, dijo el hombre hacia la cortina.
¿Grandes?, preguntó la mujer desde la entrada.
Sí, dos grandes.

La mujer trajo dos tarros de cerveza y dos portavasos de cartón. Puso las portavasos y los tarros sobre la mesa y miró al hombre y la chica. La chica miraba la fila de colinas. Eran blancas bajo el sol y el campo estaba café y seco.

Parecen elefantes blancos, dijo.
Nunca he visto uno, el hombre bebió su cerveza.
Sí, no creo que lo hayas hecho
Puede que sí, dijo el hombre. Sólo porque dices que nunca he visto uno no prueba nada

La chica miró hacia la cortina de cuentas. Escribieron algo, dijo. ¿Qué dice?
Anís del Toro. Un trago
¿Lo probamos?
Oiga, dijo el hombre a través de la cortina. La mujer salió del bar
Cuatro reales
Queremos dos Anís del Toro
¿Con agua?
¿Lo quieres con agua?
No sé, dijo la chica. ¿Sabe bien con agua?
Pues sí
¿Lo quieren con agua?, preguntó la mujer.
Sí, con agua
Sabe a regaliz, dijo la chica y puso el vaso en la mesa
Como todo
Sí, respondió la chica. Todo sabe a regaliz. Especialmente todas las cosas por las que has esperado mucho tiempo, como la absenta
Oh no empieces
Mira quién habla, dijo la chica. Yo me divertía, pasaba un buen rato
Entonces tratemos de pasar un buen rato
De acuerdo. Eso hacía. Dije que las montañas parecen elefantes blancos. ¿No te pareció acertado?
Fue acertado
Quería probar este trago. Eso es todo lo que hacemos, ¿no? Mirar cosas y probar nuevos tragos
Supongo
La chica contempló las colinas.
Son colinas hermosas, dijo. La verdad no parecen elefantes blancos. Me refería al color de su piel a través entre los árboles
¿Pedimos otra cosa?
Está bien
El viento cálido soplaba la cortina de cuentas contra la mesa
La cerveza está buena y fría, dijo.
Está estupenda, comentó la chica.
En realidad es una operación muy simple, Jig, dijo el hombre. Ni siquiera es una operación de verdad
La chica miró hacia el suelo donde descansaban las patas de la mesa
Sé que no te pasará nada, Jig. No es nada. Sólo es dejar que entre el aire
La chica no dijo nada.
Te acompañaré, estaré contigo todo el tiempo. Sólo dejan entrar al aire y lo que sigue es perfectamente natural
¿Y qué haremos después?
Estaremos bien. Como antes
¿Qué te hace pensar eso?
Eso es lo único que nos preocupa. Es lo único que nos hace infelices
La chica miró hacia la cortina de cuentas, estiró la mano y tomó dos tiras de cuentas.
Y piensas que luego estaremos bien y seremos felices
Sé que lo estaremos. No debes tener miedo. Conozco muchos que lo han hecho
Igual yo, dijo la chica. Y después se veían tan felices
Bueno, dijo el hombre, si no quieres hacerlo, entonces no. No te obligaría a hacerlo si no quisieras. Pero sé que es perfectamente simple
¿Y en verdad quieres?
Creo que es lo mejor. Pero no quiero hacerlo si tú no quieres hacerlo
¿Y si lo hago te pondrás feliz y las cosas serán como eran antes y me amarás?
Te amo ahora. Sabes que te amo
Lo sé. Pero si lo hago, ¿estará bien si digo que las cosas son como elefantes blancos y eso te gustará?
Me encantará. Me gusta pero no puedo pensar en eso ahora. Ya sabes cómo me pongo cuando me preocupa algo
Si lo hago, ¿ya nunca te preocuparás?
Ya no me preocuparé de eso porque es perfectamente simple
Entonces lo haré. Porque yo no importo
¿A qué te refieres?
Yo no importo
Pues mí me importas
Claro. Pero yo no import. Y lo haré y todo estará bien
No quiero que te sientas de esa manera
   
La chica se puso de pie y caminó hacia el final de la estación. Cruzando, del otro lado, había campos de grano y árboles a lo lardo de los estanques del Ebro. Lejos, más allá del río, montañas. La sombra de una nube se movía a través del campo de grano y ella vio el río a través de los árboles.

Pudimos tener todo esto, dijo. Podemos tener todo y cada día lo hacemos más inalcanzable
¿Qué dijiste?
Dije que pudimos tenerlo todo
Podemos tenerlo todo
No, no podemos
Podemos tener todo el mundo
No, no podemos.
Podemos ir a donde sea
No, no podemos. Ya no es nuestro
Es nuestro
No, no lo es. Y una vez que lo quitan, ya no te lo regresan
Pero no se lo han llevado
Espera y verás
Vuelve a la sombra, dijo. No debes sentirte de esa manera
No me siento de ninguna manera, dijo la chica. Yo sólo sé cosas
No quiero que hagas nada que no quieras
Ni que no sean por mi bien, dijo. Lo sé. ¿Pedimos otra cerveza?
Está bien. Pero tienes que entender
Yo entiendo, dijo la chica. ¿Podemos callarnos?

Se sentaron en la mesa y la chica contempló las colinas del lado seco del valle y el hombre la vio a ella y a la mesa

Tienes que entender, dijo él, que no quiero que lo hagas si no quieres. Estoy dispuesto a continuar si no te afectará
¿No te importa nada a ti? Podemos buscar otra manera
Claro que me importa. Pero no quiero a nadie más que a ti. No quiero a nadie más. Y sé que es perfectamente simple
Sí, sabes que es perfectamente simple
Está bien que lo tomes así pero sé lo que digo
¿Me podrías hacer un gran favor?
Haría lo que sea por ti
¿Podrías por favor por favor por favor por favor por favor por favor callarte?

No dijo nada más y miró las maletas junto a la pared. Había etiquetas de todos los hoteles en donde habían pasado la noche.

Pero no quiero que lo hagas, dijo él, no me afecta en absoluto
Voy a gritar, dijo la chica.

La mujer salió de las cortinas con dos vasos de cerveza y los puso sobre los portavasos húmedos.

El tren llega en cinco minutos, dijo.
¿Qué dijo?, preguntó la chica.
Que el tren llega en cinco minutos
La chica sonrió a la mujer, agradeciéndole
Mejor pongo las maletas del otro lado de la estación, dijo el hombre. Ella le sonrió.
De acuerdo. Hazlo y regresa para terminarnos la cerveza

Levantó las maletas pesadas y rodeó la estación hasta las vías del otro lado. Alzó la vista pero no vio el tren. De regresó, pasó por el bar, donde gente que esperaban el tren, bebían. Bebió un anís en la barra y miró a la gente. Todos esperaban con tranquilidad el tren. Saló de la cortina de cuentas. La chica, aún sentada en la mesa, le sonrió.

¿Te sientes mejor?, preguntó él.
Me siento bien, dijo ella. No tengo nada. Me siento bien.