… when the last rook
Beat its straight path
along the dusky air
Homewards, I blest it!
deeming its black wing
(Now a dim speck, now
vanishing in light)
Had cross'd the mighty
Orb's dilated glory,
While thou stood'st
gazing; or, when all was still,
Flew creeking o'er thy
head, and had a charm
For thee… to whom
No sound is dissonant
which tells of Life
– This Lime-tree Bower my prison, Samuel T. Coleridge.
Recuerdo
mis años de universidad con tristeza, Iris, siempre con tristeza. Los evoco y
siempre me veo a mí mismo trajinando y cansado, con ropa gastada y zapatos desabrochados,
cargando un peso invisible e impalpable en el cuerpo – algo así como si fuera
un soldado perdido después de la guerra, pero nunca he sido soldado y nunca he
ido a la guerra y ni siquiera me gustan las armas de fuego.
Pero
recuerdo en particular unos días de verano. El verano en Ciudad Juárez es lo
más hermoso y entrañable que hay en la vida, Iris; es como si el tiempo se detuviera
unos segundos en el calor y la noche y luego y luego explotara en juegos
pirotécnicos que duraran días y días. , y el resto del verano fuera ver los
petardos que explotan en el cielo en una lluvia de mil colores que amenizan la
noche, como si estuviéramos celebrando algo que no sabemos qué es pero que hay
que celebrar. Algo así siento cuando pienso en el verano en Ciudad Juárez.
Inés se
había ido a Guadalajara. No estaba haciendo nada con su vida – no tenía trabajo
y no entró a la universidad –, así que decidió partir una tarde. Seguramente se
estaba divirtiendo allá con otros hombres, mientras yo estaba en Juárez solo
con mis lecturas y mis tristezas y mis cigarros desde luego. Pero una noche, de
esas en las que no tenía nada que hacer, me fui a la computadora y me conecté
al Facebook y comencé a hablar con Nicole y la invité a venir a Juárez durante
el fin de semana.
Nicole es
una chica que ahora vive y estudia en Chicago, supongo. Pero en aquel verano
aún vivía en El Paso, y de vez en cuando venía a Ciudad Juárez, para salir en
la noche. Era común que a gente de El Paso le diera miedo venir a Ciudad
Juárez, y sobre todo en la noche, pero a ella no le daba miedo – o tal vez sí,
pero le valía, como a mí y a mucha gente. Sea la razón que sea, ambos fuimos
una noche en abril a una fiesta, porque salía con Roberto y Roberto era amigo
mío. Llegué, y lo primero que noté de Nicole fueron sus shorts muy cortos y sus
largas piernas. Nicole fumaba y bailaba y se les sentaba a los chicos en las piernas,
mientras se tomaba fotos con todo mundo. Juan tenía una risa era simple y
despreocupada, como de niñita. Cerraba los ojos y abría mucho la boca y todo
mundo escuchaba su risa que nunca fue estruendosa, pero no parecía ser propio
de una chica de su edad. ¡Te tengo!, me dijo al quedarnos solos y sacó su
cámara para tomarnos una foto. Con lo mucho que odio tomarme fotos, acepté, y
ambos salimos bien – por lo menos eso creo. No le gustaba que le encendieran
los cigarros. Sacó un cigarrillo de su bolsa y no tenía encendedor; yo le
ofrecí encendedor, pero ella se quitó irritada. Yo lo hago, respondió, eso le
hacen a las putas. Y yo no dije nada.
Le pregunté
a Roberto si la iba a llevar hasta su casa en El Paso, y Roberto me respondió
que no – Nicole se quedaría en su casa. Hoy cena Pancho, sonrió, y yo pensé que
Roberto la pasaría bonito más tarde. Todos los hombres rodeaban a Nicole como
buitres al cadáver, pero yo no, Iris, yo no. No diré que no estaba interesado
en Nicole, porque claramente lo estaba, pero no me gustó la idea de ser como
los demás hombres esperando a que Nicole les aventara algo de carne de sí misma
y comerla en cuanto la tuvieran. Afecté dignidad y me restringí de hacerle
cualquier insinuación. Además, salía con Roberto.
Pero
semanas después Nicole y Roberto habrían terminado. No sé qué pasó, pero Roberto
me dijo que ya no salían. Y yo, por supuesto, aproveché la situación para
invitarla a venir a Juárez. Me gustaba la idea de pasarla calientito al lado de
una mujer como ella. Nicole, para mi sorpresa, aceptó. No pensé en traerla a mi
casa – mis padres no lo hubieran aceptado –, pero ella propuso rentar un cuarto
de hotel, lo cual era mejor – así tendríamos más privacidad. Quedamos de salir
a un antro el viernes y yo pasaría por ella a El Puente Internacional.
Vaya,
pensé. Esto realmente está pasando – realmente puedo tener una aventura de una
noche con esta chica. Estaba contento. Estaba triste pero estaba contento.
El
miércoles me conecté al Facebook; Nicole estaba en línea y le hablé.
Invité a mi
mejor amiga, ¿no hay problema?
Respondí
que no.
Es que ya
pronto me iré a Chicago y quiero pasar el mayor tiempo posible con todos mis
amigos
Respondí
que estaba bien.
Para mí
desde luego había un problema, Iris – una tercera persona arriesgaba que Nicole
y yo termináramos desnudos bajo las cobijas, uno encima del otro. Tal vez
llegando al hotel Nicole me diría: tú te duermes en el suelo, yo en la cama con
mi amigo. O tal vez la noche terminará en un trío, pensé. Pero bueno, qué
diablos – a ver qué sucede.
El viernes
salí temprano de mi casa y me fui hacia el centro, donde está El Puente. Mas
cuando estaba a punto de llegar, un tren comenzó a pasar. A veces sucede eso –
en la noche los trenes pasan, pero ¿por qué tenía que pasar justo cuando iba
por Nicole y su amiga? Esperé diez, quince, veinte, veinticinco, treinta
minutos, y el tren aún no terminaba de pasar. Incluso por un momento pensé que,
cuando llegara, las chicas ya no estarían ahí; se habrían regresado.
Pero las
chicas estaban. El tren pasó, no sé cuánto tiempo después, y llegué a El
Puente, no vi a nadie. Pero luego recordé que El Puente está dividido en dos
lados – de ida hacia El Paso y de regreso de El Paso. Y, cuando alcé la vista,
vi a tres personas, entre ellas Nicole, de pie en el lado de regreso. Manejé
hasta allá y me estacioné.
Hola,
saludé. Perdón por el retraso.
Oh está
bien, dijo Nicole. Ya íbamos a pedir un taxi, rió con esa sonrisa de siempre.
Me presentó
a sus amigos.
Él es
Steve, dijo, dijo, y señaló a un chico alto.
Mierda,
pensé, no me gusta la idea de un chico aquí. Pero lo saludé.
Y ella es
Ariadne, y señaló a una chica, que me dio la mano, muy formalmente.
Nos subimos
al carro y nos fuimos.
Ariadne. Me
llamó la atención que aquella chica fuera tan seria. No hablaba tanto como Nicole,
pero cuando hablaba su voz era agradable y sucinta y no podía evitarla ponerle
atención cada vez que hablaba. Había algo de misterioso en ella. Tal vez eran
sus tacones altos y azules, tal vez su cabello largo y castaño, tal vez su
vestido azul – no lo sé –, pero me intrigó.
Llegamos al
hotel a registrarnos, un Fiesta Inn. Reservamos una habitación separada,
comentó Nicole. Vamos a dejar nuestras mochilas antes de irnos. Se bajaron y
Steve y yo nos quedamos solos. Encendí un cigarro y comenzamos a platicar.
Llegamos
primero al hotel, a registrarnos. Pedimos una habitación con dos camas, dijo Nicole,
vamos a dejar nuestras mochilas antes de irnos al Babylon. Fuimos; el Fiesta
Inn quedaba cerca del Babylon. Vamos nosotras solas, dijo Nicole, y ella y
Ariadne entraron al hotel. Steve y yo nos quedamos solos. Encendí un cigarro y comenzamos
a hablar.
¿Sales con Nicole?,
me preguntó.
No, ¿por
qué?
Oh nomás
¿Tú sales
con…
¿Con Ari?
No. Sólo somos amigos. Me invitó a salir y acepté.
Ah
Me alegré.
Si Ariadne tenía pareja, por así decirlo, eso quería decir que Nicole y yo
estábamos libres de estar juntos. Incluso había la posibilidad de intercambiar
chicas después, pero eso sería cuestión de la noche. Llegar al interior de las
piernas de Nicole era lo único que me interesaba, pero por alguna razón Ariadne
no dejaba de llamarme la atención en silencio.
Llegamos al
antro. Había mucha fila. Comenzamos a hacer fila cuando no sé cómo mi vista
terminó en Marielle. Marielle, Iris, era una chica de lo que yo me había
enamorado hacía años, pero que no me correspondió. Iba de la mano con un chico
– su novio, pensé, pero en ese momento no sentí ningún golpe en el pecho, como
solía sentirlo cada vez que recordaba a Marielle. Esto quiere decir que ya no
estoy enamorado, pensé, y me sentí feliz y tranquilo y emocionado por aquella noche.
Mas durante la esperaba no dejaba de ver a Ariadne y sus hermosos ojos verdes,
noté que eran verdes, hasta que entramos. Nos fuimos directo a la barra; todos,
menos yo, pidieron bebidas grandes con Vodka y comenzaron a bailar y a beber.
Yo solamente bailaba y fumaba y bebía agua, una combinación no muy sana, pero
iba manejando y no quería estropear la noche con algún accidente.
En algún
punto de la noche, Steve fue a pedir otra bebida y Nicole fue al baño; Ariadne
y yo nos quedamos solos. Y yo no pude resistirme a hablarle.
Nicole me
dijo que estudias ingeniería eléctrica, dijo.
Sí,
respondió sonriente. Tenía una bonita sonrisa. Llevo un año, añadió.
No es una
carrera muy común, comenté.
¿Ah no?
Para
mujeres, es decir
Ah no,
respondió al instante, como si yo hubiera dicho algo acertado. No lo es – en mi
salón somos cuatro mujeres
Platicamos.
Ariadne regresaría a la universidad en el semestre que estaba por comenzar; se
había tomado el semestre anterior para ir a Florida a trabajar en Disney. Le
gustó mucho; lo único que hacían los chicos ahí era trabajar y beber, los
refrigeradores nunca tenían comida pero sí cervezas y agua, porque hacía calor.
A Ariadne no le gustaba vivir en El Paso; quería mudarse a una ciudad más
grande – Austin, Los Angeles, Nueva York, Dallas, Chicago. En cuanto tuviera la
oportunidad, lo haría. Por mi parte, yo no tenía muchas ganas de irme de
Juárez; por alguna razón, a diferencia de muchos de mis amigos y conocidos que
solamente esperaban la oportunidad para sacar su maleta preparada de debajo de
la cama y largarse de una buena vez, a mí me ha gustado Ciudad Juárez, y no
tengo deseos de irme de aquí en mucho tiempo. Pero me gustó la ambición de
aquella chica y su asertividad.
Seguimos
bailando. Nicole regresó del baño se cayó al bailar. La levantamos y Ariadne le
pidió que no siguiera tomando más. ¡Es que se pone bien loca!, exclamó. Don’t
do it again, le pidió, y yo reí. Nicole siguió bailando a pesar de que moría
por beber.
Ándale, le
dijo a Ariadne al cabo de un tiempo. Prometo estar tranquila
¿La
dejamos?, me preguntó Ariadne.
Sí,
respondí. ¿Por qué no?
Bailamos
por horas. Me duelen las piernas, dijo Nicole, y todos nos fuimos a sentar en
los sillones. Nicole comenzó a platicar con unos chicos; Steve callado siempre;
y Ariadne y yo, por alguna razón, platicábamos.
Le gustaba
estudiar francés y tenía pensado en aprender chino. Vivió en Juárez hasta los
once años, que fue cuando se mudó a El Paso. Los profesores no me pusieron en
clases especiales de inglés, me dijo, sino que me dejaron en las clases
regulares. ¿Por qué?, pregunté. Aprendí inglés leyendo a Harry Potter, me dijo,
con esos libros y un diccionario aprendí lo suficiente, sonrió. Parecía segura
de sí misma, sin ser arrogante o modesta. Era parte de un club de cine; cada
martes veía una película y la discutía con amigos suyos, y también le gustaba
la actuación. Era parte de un grupo de teatro y en una ocasión protagonizó La
Importancia de Llamarse Ernesto.
Nos
quedamos platicando, hasta que las luces se prendieron y los guardias de
seguridad nos corrieron del lugar. Yo, la verdad, estaba feliz de regresar al
hotel.
Llegamos al
hotel en menos de cinco minutos. Eran como las 2:30 de la mañana y el hotel
estaba a oscuras y en silencio.
Seguimos a
Ariadne a la habitación, pero Nicole se detuvo a mitad del pasillo.
Compraré
una manzana, dijo.
¿Qué, por
qué?, pregunté.
Quiero
fumar marihuana, explicó.
Yo me
esperé a que Nicole comprara su manzana en el restaurante, aunque ya estaba
cerrado, y me emocionó que pronto estaría con ella.
Subimos a
la habitación y, para mi sorpresa, era de dos camas y no de dos cuartos, como pensé.
Mierda, pensé. Ahora ¿cómo le hago? Steve estaba sentado en una mesa junto a la
ventana, silencioso, y Ariadne ya se había puesto su pijama, unos shorts azules
cortos y se recogió el cabello en una cola. Ya no tenía el glamour de sus
tacones y vestido azules y su cabello lacio y castaño peinado en capas; aun
así, se veía linda y hasta tierna y tenía bonitas piernas.
Me senté a
la cama, donde estaba Ariadne, y Nicole comenzó a fumar mota. ¿Creen en Dios?,
preguntó, y todos comenzamos a discutir nuestras creencias teológicas. Éste es
el momento filosófico de la noche, pensé, pero no dije nada. Por un momento
imaginé, no deseando, que todo esto terminaría en una tremenda orgía, pero
cuando vi a Steve tomar un cuaderno, esos que dejan en las mesas de los
hoteles, para dibujar, me tranquilicé. Este chico no está interesado en Nicole,
pensé. Estudio diseño gráfico, me dijo, y parecía entretenido en su dibujo; Nicole,
Ariadne y yo seguíamos platicando. Me recosté en la cama, doblé las piernas y
le empujé el pie a Ariadne suavemente. Ariadne me regresó el empujón y
viceversa. Basta, reía Ariadne, pero yo la seguía molestando, haciendo
cosquillas. Ya, me decía, basta, en serio, basta. En algún momento pareció
seria, pero no le hice caso. Me divertía mucho molestarla. Ciudad Juárez seguía
igual de peligrosa que siempre, pero la violencia no cupo en mi mundo en ese
momento; solamente cupo Ariadne y sus piernas y molestarla y hacerle cosquillas
y jalarle suavemente el pelo y sentir una bonita emoción al rozar apenas su
piel de olivo y ver sus ojos verdes y sus labios gruesos y rojos que estaban
rojos no por el lápiz labial sino porque así era su color natural, me daba
tentación jalarle el short, pero lo consideré muy atrevido, aun así no dejé de
verle las piernas y los brazos que se antojaban suaves como la orilla de una
nube, era como ser niños de nube, abrir una grieta en el aire y entrar a ella y
regresar al jardín verde de la infancia y llevarme a Ariadne conmigo y jugar y
empujarnos y caer al pasto y tocarle la oreja con la punta de una espiga y reír
y tocarnos y sentir la bonita emoción al rozar apenas su piel de olivo y reír y
tocarnos.
Nicole
quiso ir a la alberca y bajamos para ver si estaba abierta; no lo estaba. La
cerraron a las seis, pero oigan, dije, hay una tina en el baño – ¿por qué no la
llenamos? Peor es nada. Fuimos al baño todos, excepto Steve, quien seguía
dibujando, y abrí la llave del agua, para que se llenara la tina. Pero no había
tapón, así que tuvimos que improvisar uno con bolsas de plástico que
encontramos por ahí. Ingeniería mexicana, comenté, y Nicole y Ariadne rieron.
Se supone que yo debo terminar con Nicole, me recordé a mí mismo, pero para
entonces Ariadne me gustó mucho. Ariadne se sentó en una orilla, yo en otra,
acariciamos el agua caliente que poco a poco nos subía como la temperatura de
nuestros cuerpos y seguimos platicando de nosotros. Sus papás eran ingenieros,
su mamá trabajaba en Juárez y casi no hablaba inglés. Tal vez tu papá y mi mamá
se conozcan, comentó, y yo asentí. Oye Ariadne, le dije, tienes algo en el ojo.
¿Qué tengo?, preguntó, y en ese instante la salpiqué de agua. Ella me salpicó también.
En un momento Nicole vino, drogada, y comenzó a platicarnos de lo rara que se
sentía. Como el piso estaba lleno de agua, se cayó y se pegó el hombro contra
la orilla de la tina. Qué bueno que no le pasó nada. Bueno, pajarillos del
amor, los dejo para que sigan en lo suyo. Nicole no parecía enojada ni molesta
por estar con su amiga, cuando entre nosotros, yo aún creo, había un acuerdo
tácito de terminar la noche de verano desnudos y abrazados uno encima del otro.
Ariadne y yo nos pusimos de pie para ver cuánta agua había en la tina y luego
la salpiqué de nuevo y ella me salpicó y me abrazó, haciéndonos caer hacia la
tina. Me emocionó caer con ella al agua, Iris.
Al cabo de
un tiempo, regresamos a la cama; la habitación oscura, Nicole dormía en nuestra
cama y Steve estaba en la otra. Ariadne y yo nos acurrucamos al lado de Nicole,
quien estaba profundamente dormida para entonces, y nos tapamos con la cobija.
La abracé, sentí el calor suave de su cuerpo, y la atraje más hacia mí, sentí
sus caderas contra mi sexo y yo me sentí feliz, estando en esa extraña
situación, con una chica que por alguna razón no me dejaba de sorprender.
Fue en ese
momento que comenzamos a besarnos.
Le di un
beso en la mejilla y luego otro y luego otro. Luego comencé a besarla la oreja
y el cuello y Ariadne se movía en la cama, escuchaba su cuerpo contra las
sábanas blancas. Excitadísimo, comprendí que aquellos besos eran una entrada
para su boca, así que me fui por su boca, que me recibió gustoso con su lengua
con un sabor a vodka en la punta que me hacía besarla más y más, su lengua era
un vodka tónico y quise beber ahora cuando no lo hice hace horas. Ariadne se
volteó hacia mí y comenzamos a besarnos de frente. Yo metí mis manos debajo de
su blusa y sus pechos y nalgas y piernas parecían estarme esperando calientes
desde hacía rato. Metí mi mano debajo de sus shorts, hacia su sexo, y lo
encontré húmedo y aromático, tanto que mis dedos alcanzaban a palpar el olor a
pubis entrando y saliendo suave y rítmicamente. Ariadne hizo lo mismo conmigo;
me desabrochó el pantalón ágilmente, esto me hizo pensar que tenía mucha
práctica, y comenzó a agitar mi sexo, que me hacía (convulsionarme) con cada
agitada. Ariadne no se conformó con eso y metió su cabeza debajo de la cobija y
comenzó a chupármela de manera exquisita, hasta que salió y comenzó a besarme
de nuevo. Sigue chupando, quise decirle, porque lo haces exquisito, pero al
final no dije nada.
¿Quieres ir
al baño?, pregunté, a lo que ella respondió que sí. Saqué un condón de mi
cartera y fuimos al baño. Cerramos la puerta y en la completa oscuridad
encontramos el retrete. Me puse el condón sin poder ver nada y me senté sobre
el retrete y Ariadne me montó, encajó su sexo con el mío y comenzó a subir y a
bajar rítmicamente, su sexo sabía a lo más delicioso que había probado nunca, y
le besé los senos y toqué sus caderas y piernas y besé de nuevo su boca y
sentía mi sexo poco a poco inflarse de algo que no sabía qué era pero se asemejaba
a una gota gigante de algo que cuando explotara me daría un placer totalmente
estrambótico. Yo ya sentía que el final estaba próximo, cuando Ariadne se puso
de pie y se sentó sobre mí al revés, dándome la espalda. La cabalgata siguió.
Yo con gusto besé su espalda y toqué su vientre y contemplé con mis manos lo
anchas que eran sus caderas que me veían de frente a pesar de que estaba
oscuro. Y sentí una efervescencia deliciosa subir desde el fondo de mi sexo
hasta la punta, como botella de champaña, el corcho inevitablemente reventó y
dejó salir la espuma, el líquido, toda la champaña hasta la última gota y fue
delicioso, el sexo de Ariadne se bebió toda mi champaña, ella disfrutó, lo sé,
lo sé muy bien, yo escuché sus gemidos en la oscuridad, que fueron como
caricias a mi cuerpo y a mi piel y como gracias, pero servírsela y abrir la
botella para ella fue para mí también un placer. Nos regresamos a la cama y nos
acostamos de nuevo, abrazados. Nicole, susurró Ariadne, ve a dormir a la otra
cama. Nicole, somnolienta, se fue a la otra cama. Eres muy linda, le dije
dándole un último beso, casi de buenas noches, Iris, y nos quedamos dormidos.
No sé con
qué soñé, pero me levanté al día siguiente contento. Nicole y Steve aún dormían
y el cuerpo increíble de Ariadne dormía a mi lado todavía. No sé si la desperté
yo o ella misma, pero vi sus ojos abiertos. Yo comencé a besarle los brazos de
nuevo, a tocar sus caderas, a viajar de nuevo a sus piernas y caderas y Ariadne
se despertó por completo y me trajo su boca a la mía y yo la besé y aún sabía a
vodka de ayer pero esto me gustó y yo la besé aún más. Nicole y Steve se
despertaron, ¿qué hora son?, preguntó Nicole. Son las nueve, respondí. Vamos a
la alberca, propuso, Steve, Steve, despiértate dijo, y Steve se despertó y
Ariadne se puso de pie y fue al baño y Nicole se puso de pie y también fue al
baño.
Se pusieron
sus trajes de baño, el de Ariadne era muy corto pero a mí me encantó que fuera
corto. Ya nos habíamos acostado la noche anterior, pero aún la molestaba y ella
me molestaba a mí – le jalaba el cabello y viceversa. Se lavó los dientes
frente al espejo y yo la vi cepillarse los dientes y bajé la vista y vi sus
caderas, Nicole y Steve estaban en las camas, y sentí el urgente deseo de
penetrarla de nuevo, de cerrar la puerta y arrastrarla hacia el escusado de
nuevo, quitarle el bikini y hacerla mía de nuevo. Pero no le dije nada, y la
dejé ir a la alberca. Yo me quedé solo en la cama, no quise ir a la alberca,
creo que quería aun oler el olor a sexo impregnado como perfume sobre las
cobijas y recordar lo delicioso que fue la noche anterior.
Los demás
regresaron al cabo de quince minutos, me dijeron que el agua estaba muy fría y
yo les dije que estaba bien y les pregunté si querían que los llevara ya al
puente. No es que no quisiera estar ya con ellos, no es como si solamente cogí
y canté como se suele decir por ahí; me hubiera gustado estar más tiempo con
ellos, sobre todo con Ariadne, no éramos nada ella y yo, solamente una aventura
de una noche, pero quería estar más tiempo con ella, enseguida de ella, con
ella. Pero Ariadne dijo que viajaría a Florida en la noche y que debía regresar
temprano a su casa, pero primero vayamos a desayunar, propuso Nicole. ¿Qué
quieren desayunar?, pregunté. Mariscos, respondió Nicole, burritos,
respondieron Ariadne y Steve. Pues en el camino vemos, dije. Sacamos nuestras
cosas de la habitación y fuimos a la recepción a entregar la llave. Yo pagué la
habitación, dijo Nicole, no hay problema, con veinte dólares está bien. Le di
los veinte dólares y nos subimos al carro y nos fuimos a desayunar. Ariadne y
Steve compraron unos burritos en un puesto cuyo nombre no recuerdo y
encontramos un restaurante de mariscos enfrente del puesto de burritos y
entramos y pedimos maricos y comenzamos a almorzar. Era sábado a las doce y
media y a mí siempre me han gustado los sábados en Juárez a esa hora en verano,
me hace sentirme joven y feliz y optimista. Comimos mariscos, pedimos la cuenta
e sin más que hacer o decir los llevé a El Puente.
Muchas gracias,
se despidió Nicole al bajarse.
Gracias,
dijo Steve y se bajó también.
Por nada,
dije, y me despedí de ellos.
Adiós, me
dijo Ariadne, y me dio un beso en la mejilla, y se bajó. Los vi entrar al
puente y yo pise el acelerador y me fui a mi casa.
Durante el
camino sentí algo que solamente puedo definir como cruda moral – me sentí
deleznable por algo, ¿qué? No sé, pero me sentí reprobable, aunque no tenía
razón; lo que hice con Ariadne fue algo hermoso, no afectaba a nadie, mentí a
mis padres, sentí que me salí con la mía, pero no hice ningún daño. Mi cuerpo
es mi cuerpo y mi cuerpo se usa, y el de Ariadne también. Tal vez fue el hecho
de que solamente fue algo de una vez y yo no quería que fuera algo de solamente
una vez, quería más de Ariadne, más de ella, más de nosotros juntos.
Llegué a mi
casa y el resto del sábado lo pasé leyendo. Como a las seis y media me conecté
al Facebook, para saber qué novedad había con la ciudad, y vi a Ariadne en
línea y le hablé.
Ya estoy en
el aeropuerto, me dijo. Mi avión sale en diez minutos. Ya me tengo que ir,
chico lindo. Cuando regrese de Florida y entremos a la escuela, hay que vernos
Sí, dije
feliz. Hay que vernos
Adiós
Buen viaje
Ésa fue la
primera y única vez que estuvimos juntos de esa manera. Porque no sucedió nada
entre nosotros. Yo creí que sí sucedería algo. Debemos pasar tiempo juntos, me
decía antes de que regresara de Florida, incluso dormir juntos. Yo reía, porque
la idea me emocionaba. Cuando regresó de Florida, nos vimos en la escuela el
primer día, el lunes, mas no fue hasta el jueves en que me atreví a darle un
beso en la boca, me daba pena. Y durante dos semanas nos veíamos, íbamos a
almorzar, por libros a la biblioteca, yo la acompañaba hasta la puerta de los
salones donde tenía clase, y yo me sentía muy feliz, porque aún era verano y
los días eran soleados y Ariadne era hermosa y me dedicaba tiempo y me
preguntaba si nos veríamos al día siguiente.
Mas un día
quedamos de vernos afuera de la librería, pero ese día no asistió. Le mandé un
mensaje y me dijo que no se pudo levantar; estaba muy cansada. Después, ya no
respondió mis mensajes y simplemente dejó de hablarme.
Desde luego
que anduve triste por un tiempo; a cada rato sucedían cosas así, pero no dije
más. Porque cada vez que pienso en Ariadne no puedo dejar de pensar en la tarde
más sublime que me regaló. Fue en un parque una tarde después de la escuela.
Nos recostamos un rato, se ve preciosa con el sol del atardecer brillando sobre
su piel de olivo, yo le acaricio el cabello mientras ella está bocabajo y la
beso y ella me besa y la sigo besando y ella se incorpora y se me sienta encima
y la sigo besando huele a perfume de sandía algo así sutil que me emborracha la
nariz hasta el punto de querer recostarme y sólo respirarla, pero no, porque
tengo ahora mis manos en sus caderas, sobre su pantalón, ella no objeta nada,
no parece objetar nunca cuando la toco, el sol está en su apogeo, el día es
soleado sin ser caluroso, Ariadne me sigue besando y yo me siento feliz feliz
de tenerla entre mis brazos y pronunciar su nombre y que voltee y me reconozca
y sepa que cuando me acerco a besarla no me acerco como nos conocimos, dos
desconocidos, sino como el chico que ve a diario en la escuela y el que besa
desde hace varios días y con el que sale a comer de vez en cuando y quedan en
hacer cosas divertidas, aunque él viva en Juárez y ella en El Paso, y a veces
yo me preguntaba cómo le íbamos a hacer los fines de semana, porque yo no tenía
ni dinero ni trabajo ni carro para ir hasta su casa, pero ella parecía
entenderlo y por eso me llevaba hasta el puente los días que nos veíamos y nos
quedábamos platicando por horas en su carro antes de que le diera el último
beso del día y me fuera a mi casa cuando el sol ya se había puesto imaginando,
anhelando, por el día en que la tuviera de nuevo desnudo ante mí e hiciéramos
el amor como simios esta vez y pudiera abrir la llave de mi saliva y la
inundara con mi sed de Ariadne, mi hambre de Ariadne, y ella al exhalar el
orgasmo, desnuda se recostara sobre mí y se acurrucara y me acariciara mientras
yo la acariciara también, cómplices en el acto oscuro e infinito del amor
insaciable, saliva desbocada, sed de cuerpos que la presa no pudo contener y
sale furiosa de sus murallas, llevándose todo a su paso como tsunami, hasta que
no quedan más que cuerpos desnudos acariciándose en la oscuridad, que se
repiten lo afortunados que son de haberse conocido aunque fue una aventura de
una noche, aunque fue por unas horas, aunque fue por unas tardes, unos besos, el
verano, la luna, buenas noches, hasta luego.