martes, 19 de marzo de 2013

Carta a una amiga lectora


Mari:

Te regreso el libro de Carlos Cuauhtémoc Sánchez que me prestaste. Sé lo emocionada que estabas por que lo leyera, puesto que a ti te gustó y, según me comentaste, ayudó mucho. Me da gusto que te haya ayudado – la palabra escrita tiene más poder del que aparenta. Sin embargo, no lo leí. Y no lo leí por varias razones – entre ellas, ya sé qué tipo de literatura y consejos da Carlos Cuauhtémoc Sánchez (mi papá, cuando yo era puberto, me solía regalar sus libros que, aunque me dé pena confesar, leí aunque sin interés). No critico la literatura de autoayuda – finalmente por algo existen y no dudo que ayuden a alguien. Y no es que no la lea porque yo quiero ser un escritor entre comillas serio ni porque me guste leer Shakespeare; es más bien porque pienso que, en mi caso, es una pérdida de tiempo leer este tipo de literatura.

Hasta hace unos meses yo era un fanático de Haruki Murakami, un escritor japonés que está de moda últimamente. La primera novela suya que leí fue Norwegian Wood, cuando tenía yo veintidós años: fue un parteaguas en mi vida. Solamente El Retrato de Dorian Gray y Todos los fuegos el fuego de Julio Cortázar me habían impactado tanto hasta entonces. Pero Norwegian Wood fue un caso especial – mientras la leía pude sentir el hambre y la tristeza de Toru Watanabe, porque sentí mi hambre y tristeza propias. Hay muchas similitudes entre nosotros dos, lo cual, supongo, se debe a que ambos, Murakami y yo, somos capricornio.

Desde entonces he leído con interés toda su literatura. Encontré ideas interesantes es South of the Border, West of the Sun y Sputnik Sweetheart. Seguí leyendo con interés sus demás libros, pero, a medida que los iba tomando de los anaqueles de la biblioteca de la escuela, me fui poco a poco desencantado con Murakami: sus libros se enfocaban cada vez más en, precisamente, la autoayuda y no tanto en una exploración artística de temas que pudieran aportar algo a la discusión literaria. Su novela 1Q84, aunque es una placentera prolongación del orgasmo literario, es un libro de autoayuda, y en él he encontrado consejos increíbles como: No puedes decidir cómo nacer, pero cómo puedes decidir cómo morir. A mí este tipo de consejos, además de sosos, me parecen risibles. Y no porque piense que Murakami no esté bien en lo que dice – técnicamente tiene razón (aunque soy un poco budista y me gusta aunque a la vez me aterra la idea de la reencarnación, y creo que sí podemos decidir dónde nacer). Tampoco es eso.

A veces me encuentro a mí mismo en un bar, hablando con amigos acerca de sus propios problemas y, tú sabes, cosas cotidianas de la vida en las que a veces nos atascamos como en un pantano. Yo a veces les doy alguna sugerencia que, a mi punto de vista, es práctica y funcional, pero ellos terminan optando por otra decisión que los lleva, casi siempre, al lugar donde empezaron. A mí también me sucede, no creas: la gente me sugiere algo y yo termino haciéndolo todo al revés, y no solamente pierdo el tiempo, sino que mi problema no se resuelve y yo termino, al igual que muchos, hablando con algún amigo en algún bar.

Tu libro me recuerda a otro de  los libros que me han marcado en la vida – Siddartha de Herman Hesse. El libro es cortito, se lee fácil y rápido y es poético. Bueno, en esta novela, Siddartha, el protagonista, trata de encontrar la paz en su vida, a pesar de que la ha buscado con hambre y desesperación. Después de muchos años, ya cuando está viejo, por fin la encuentra: con un anciano barquero que vive cerca de un río. Todos los días los dos ancianos se sientan cerca del río y lo “escuchan” y de él aprenden todos los misterios que todo el mundo ignora pero que son valiosísimos y fundamentales para la vida misma, y son felices. La novela dice que hay curiosos que se acercan y piden pasar la noche con ellos, para poder escuchar el río pero sin recibir contestación. ¿Por qué? No están preparados para escuchar al río aún. Pienso que algo así es la vida con respecto a los consejos. Cada persona tenemos una senda por recorrer – una senda que, puede tener parecidos con otras sendas, pero que no deja de ser única e indivisible; y por lo tanto, los consejos resultan inútiles porque nadie aprende en cabeza ajena. Hay consejos que, como dije, son buenos, pero a veces las personas no estamos listas para recibirlos – mucho menos para llevarlos a la práctica. A veces las personas debemos darnos de topes contra la pared, para comprender que tal o tal camino es incorrecto. Hay gente que tal vez no: hay gente que tenga un ego más dócil y no tan fuerte, que le encuentre el lado simple y bonito a la vida y no se complica. Pero otros necesitamos incluso quebrarnos la cabeza contra la pared para entender. Creo que yo soy así. Y la verdad no me enorgullezco en decirlo; finalmente un ego fuerte solamente me perjudica a mí mismo. Pero por eso es que leo literatura – a veces me encuentro con libros bien escritos con historias humanas y sinceras, con las cuales me identifico a un nivel muy personal, como en mi caso con Norwegian Wood – aunque han sido varios libros (Casi todas las novelas de Scott Fitzgerald, Great Expectations de Charles Dickens, Closer de Patrick Marber, las Églogas de Garcisalo de la Vega, etcétera). Cuando leo libros así, Mari, algo me sucede – entro en una catarsis: soy capaz de un segundo verme en un espejo hablado, un espejo de palabras, y, cuando cierro el libro en la página final, yo ya no soy el mismo – yo ya he evolucionado. Me he acercado por lo menos un poco más a escuchar el río del que habla Herman Hesse – me he acercado un poco más a la tranquilidad. Desde luego esta tranquilidad no la encontraré en los libros; finalmente la vida no es ficción aunque se parezca a ella –  aunque queramos que sea ella. No. La vida es la calle y es el mundo y es la gente y es en la gente, y es en la gente, en la fiesta de lo colectivo, como diría Paco Ignacio Taibo II, donde podemos reconciliarnos con nosotros mismos: no puedo dar amor a los demás sin darme algo de amor a mí también.

En fin. Te mando, con tu libro, esta carta y un abrazo y espero que tu senda y la mía no sean tan dificultosas de recorrer. Hasta luego.

Algunos detalles escondidos acerca de Y tu mamá también

Mucho se ha escrito cerca de Y tu mamá también. Muchas interpretaciones de la película convergen en la idea de Y tu mamá también como un comentario político – ambos personajes representan las respectivas clases sociales de las que provienen: Tenoch Itubirde, un príncipe con ascendencias indígenas, y Julio Zapata, un chico de clase media que representa la explotación y el resentimiento de la clase media. También existen interpretaciones respecto al contexto socio-cultural de la película: una alegoría que pronostica el futuro de México: ambos personajes, no pudiendo resolver sus propios resentimientos y conflictos, se separan, lo que devela una falta de cooperación entre las clases sociales en México y lo que a su vez derivará en un país dividido y aislado, aunque, según informa el narrador, el país tenga un cambio al cambiar de presidente en el año 2000. Sin embargo, hay detalles que debemos notar en la película. Algunos están escondidos, otros no tienen en apariencia sentido; sin embargo, estos detalles son importantes que ayudan al tema principal a construir el mensaje que Y tu mamá también plantea comunicar.

Un aspecto importante en la película es el resentimiento que existe en realidad entre Julio y Tenoch. Lo palpamos, por ejemplo, cuando Julio insulta a Julio llamándolo “naco”. Según la RAE, naco significa indígena. En México la palabra indígena está asociada con la pobreza y/o la ignorancia. Por lo tanto, para Julio Tenoch es un pobre ignorante. En la película nunca se ve, pero en la escena de la cena en la playa, Tenoch dice que Julio lo ha llamado “fresa” y “acomplejado”. Sin embargo, este rencor es mucho más profundo de lo que aparenta. Porque el rencor estriba de la clase social del otro: mientras Julio resiente la riqueza seguramente corrupta de Tenoch, éste desprecia a Julio por pertenecer a la clase media.

El resentimiento entre clases sociales es fuerte. Éste es precisamente el caso de México en Y tu mamá también; lo vemos cuando tanto Julio como Tenoch se confrontan por las respectivas infidelidades de sus novias: mientras que Tenoch, alegoría de la clase alta, cuestiona enojado, mas no violento a Julio, Julio sí es agresivo y violento contra Tenoch, quien, mostrando de nuevo su temor hacia la fuerza de la clase media, se esconde en el carro, sube la ventana y pone el seguro a la puerta. Y la manera de sentirse superior a Julio, Tenoch lo insulta llamándolo naco. A Julio no parece importarle este insulto, amenazando que “este naco te va a partir toda tu madre”. Éste es un comentario político, económico y social, y lo que Cuarón pretende decir es que ni una ni otra clase hace algo por el mejoramiento de la sociedad en común. También hay que notar que esta indiferencia por el país resulta que otros se aprovechen de él: los cerdos destrozan el campamento simbolizan la clase baja de México, que, no teniendo ningún control, destrozan a México. Tiene coherencia, ya que el narrador dice que los cerdos fueron sacrificados y consumidos en una fiesta popular. Sin embargo, no me gusta que se compare a la clase baja con cerdos. Los cerdos, para mí, representan precisamente eso: cerdos pertenecientes a la clase baja que pueden destrozar un campamento cuando las clases alta y media se encuentran divirtiéndose y olvidan su país.

Otro personaje que debemos analizar es el padre de Ana. Según el narrador, el padre de Ana es un periodista convertido recientemente a la política, que trabaja como director de logística en un Instituto de cultura y que se refiere a Tenoch como “el junior”. Este apodo comunica la envidia que tienen los intelectuales que aspiran a ocupar cargos políticos dentro del mundo cultural, a diferencia de los políticos de abolengo.

Los padres de las novias de Tenoch y Julio también son interesantes. La película abre con una escena de sexo entre Tenoch y Julio y al terminar el narrador nos dice que Tenoch ha pasado la noche en casa de su novia. Julio, por otra parte, sólo se pudo quedar con Cecilia hasta la cena. En el caso de Tenoch sólo podemos imaginar los pensamientos de la madre de Ana: profesora del Centro de Estudios para Extranjeros, aprueba por conveniencia que su hija tenga una relación con el hijo del sub-secretario de Estado. La madre de Cecilia, en cambio, califica de inocente el noviazgo entre su hija y Julio, y su esposo no desea que la relación entre ambos llegue demasiado lejos.

Un personaje interesante en la película es la hermana de Julio, Manuela, “La Boinas”. Con este personaje Cuarón de nuevo hace una crítica social. Manuela, al igual que Julio, pertenece a la clase media; sin embargo, ambos son muy diferentes. Julio y Tenoch, al principio de la película se encuentran en el carro y Julio se queja de la manifestación:

Puta madre, piche tráfico, carajo, seguro ahí anda la necia de La Boinas armando otro desmadre en otra puta manifestación.

La Boinas, nos dice el narrador, estudia Ciencias Políticas en la UNAM, llevará ropa y víveres a Chiapas, y tiene un compromiso social: hace manifestaciones, que beneficiarían de lograr su objetivo, a gente indiferente de la clase media, como su hermano Julio. Sin embargo, Julio no hace nada por su clase ni por su país; solamente se interesa por sí mismo. Incluso él lo deja implícito cuando, en la escena de la playa en la noche, Tenoch le encara su materialismo, llamándolo arribista, por resentir a Tenoch y aun así ir a las casas de este último. Julio a esto responde lo siguiente:

¡A huevo! Para agarrar un cachito de lo que se roba tu papá, cabrón.

Con esto Cuarón parece decir que en la clase media hay gente comprometida con la sociedad y los indiferentes y egoístas que califican los esfuerzos de los comprometidos como “necios”.Julio es un personaje de clase media que está enfrascado únicamente en su hedonismo.

Este detalle también se conecta con la escena en la que un personaje de aspecto campesino le regala un sombrero a Julio. Con este gesto, el personaje establece la relación entre él mismo y Julio – ambos comparten el olvido y el desprecio de la clase alta, simbolizada por Julio, a pesar de que Julio es, en palabras de Tenoch, un arribista.

Por un momento también en la escena de tráfico vemos la simpatía que tiene Tenoch por la revolución y al mismo tiempo por el desprecio que siente por la gente de su clase, gente adinerada. Cuando Julio se queja de la manifestación, Tenoch dice que los manifestantes están en todo su derecho. Además, Julio llama “pendejo” a Tenoch cuando éste dice que su padre le quiere quitar el carro por no querer hacer área tres en la preparatoria, para luego estudiar economía. Julio, quien tiene un carro viejo, ve el aspecto impráctico y absurdo de renunciar a un buen carro, solamente por el también aspecto impráctico de estudiar literatura y ser escritor. Tenoch a esto responde:
Me cagan los economistas… Por mí todos esos ojetes se pueden ir a chingar a su pinche madre
Tenoch, al parecer, reniega cómodamente de su lugar de origen (su padre es seguramente economista). Sin embargo, aprovecha su poder económico y las ventajas que le ofrece ser hijo de un político importante.

Debemos notar que, al final de la película, Tenoch abandona su sueño de ser escritor y opta por tomar el rumbo de economista. Esto es importante porque devela el conflicto interno que vive Tenoch: En la boda de su hermana, Tenoch conoce a Jano, quien le dice que para ser escritor hay que “haber vivido y madurado la vivencia”. El viaje y la noche con Julio es una vivencia; sin embargo, es una vivencia que Tenoch no ha querido madurar, ya que le supone una vergüenza sus inclinaciones homosexuales. Por esta razón, al final de la película, el narrador nos dice que Tenoch, dos meses después de su rompimiento con Ana, comienza una relación con su vecina. Iniciar tan rápidamente otra relación no es algo extraño; sin embargo, según el narrador, a Julio le toma nueve meses comenzar a salir con una chica de su clase de francés. Esto revela mucho de ambos personajes, ya que, en la realidad mexicana, ser homosexual es lo peor que puede ser un hombre: Para Tenoch, esto es aún más insoportable, ya que él es rico, culto e hijo de un político: a Tenoch le pesa más la homosexualidad, al parecer. Julio, por otra parte, es un chico de clase media que no tiene una imagen de clase alta que cuidar; por lo tanto, él, durante nueve meses, digiere su aventura con Tenoch y podemos ver que se siente cómodo y bien consigo mismo de reconocer que tiene tendencias homosexuales. Ya que, al final de la película, el narrador nos dice que ambos nunca volverán a verse; sin embargo, esto parece ser debido a que Tenoch no quiere ver a Julio (Tenoch durante todo el momento del café tiene los brazos cruzados, está tenso y nervioso, prueba de que no se siente cómodo con su escondida homosexualidad). Julio, por otra parte, desea renovar su amistad con Tenoch al preguntarle si se pueden ver después: Nos hablamos, ¿no?

Otro personaje interesante y clave en la película es “El Saba”. Aparece en tres escenas y se le alude en varias ocasiones; sin embargo, juega un papel importante porque representa la juventud de México en algunos aspectos. El Saba experimenta con drogas y sexo colectivo y, al final de la película, nos enteramos por Julio que se ha mudado a Real de Catorce. Esto es significativo y se conecta con la sexualidad indómita de Julio y Tenoch. Ya que Real de Catorce es un lugar de peregrinación en México y un lugar sagrado para la el pueblo Wirrarika. Pienso que lo que Cuarón nos quiere decir con el destino de El Saba es que la experimentación de las drogas y la experimentación sexual – ambas son maneras de contactar la espiritualidad. No olvidemos que el acto sexual, en términos psicoanalíticos, es una manera de regresar a la unidad con la madre antes de nacer – una unidad que a la que también se le califica de sagrada. Por lo tanto, que El Saba al final de la película se encuentre en Real de Catorce implica que su búsqueda en las drogas y en el sexo resultó fútil, y que el siguiente paso, para él, es el lugar místico y mágico de los Wirrarika, al cual se va para buscar la cura para su hambre existencial. También hay que notar que el aspecto espiritual de Real de Catorce es un aspecto autóctono de México – es espiritualidad indígena y no católica; es decir, El Saba no se fue a un peregrinaje hacia la Basílica de Guadalupe, sino a un lugar propio de la cultura prehispánica. Este personaje bien puede ser un comentario de Cuarón acerca de la importancia de rescatar la espiritualidad olvidada de las culturas indígenas por encima de la católica.

Y tu mamá también es una película acerca de orfandad. Tenoch, Julio, Luisa y Jano parecen compartir el lazo de padres ausentes. El padre de Tenoch, además de corrupto, es un político servicial con los más poderosos. Hay que recordar la manera tan laudable con la que halaga al presidente en la boda:

Quiero agradecerles a todos su amable presencia a esta humilde celebración, y en especial al señor presidente de la república y a su encantadora esposa… a pesar de la complicada agenda que todos sabemos tienen. Es, ciertamente, una muestra de su enorme sencillez. Ante tan distinguida presencia…

Sin embargo, el padre de Tenoch parece ser un padre ocupado solamente en su carrera, razón por la cual es tan servicial con los más poderosos. Hay que recordar que no acepta que su hijo estudie literatura – él quiere que estudie economía. Podemos decir entonces que el padre de Tenoch es un padre ausente, así como lo es el padre de Jano, el primo de Tenoch, el padre de Julio, quien se fue de la casa cuando éste tenía cinco años, y los padres de Luisa, quienes murieron cuando ella tenía diez años.

La madre de Tenoch es un aspecto interesante. Ama de casa, sabemos que Silvia, la madre de Tenoch, pasa la mayor parte del tiempo en cursos y prácticas esotéricas”. Sin embargo, Tenoch no parece comprender a su madre; cuando ésta llega y los chicos se encuentren fumando, Tenoch hace una cara de fastidio cuando su madre le pide tirar el cigarro que está fumando. Tenoch no parece tener una buena relación con su madre, quien se encuentra muy ocupada atendiendo cursos y prácticas esotéricas. Hay que también tomar en cuenta su nombre, Silvia, proveniente del latín, que significa “la que vive en los bosques”, lo cual describe su personalidad: en simbología Jungiana, el bosque simboliza la mente; la madre de Tenoch, al estar al pendiente de sus prácticas esotéricas, no sale de su mente y por lo tanto no tiene una relación estrecha con Tenoch. Silvia solamente se preocupa por la apariencia y el materialismo de los eventos sociales. En la boda, después de que Julio y Tenoch le tiran la bebida a Jano, el primo de Tenoch, la madre de Tenoch quiere que Jano se ponga otro traje: “no me hagas esto”, le dice a Jano, y se lo lleva para que se cambie y se encuentre presentable para cuando conozca al presidente.  Sin embargo, a pesar de que la madre de Tenoch parece estar interesada en el aspecto espiritual y emocional, esto resulta falso, ya que al mantener relaciones sexuales con Julio demuestra un aspecto físico necesitado de atención, lo cual también comunica una relación pobre entre ella y su esposo, quien, podemos imaginar, al ser un político poderoso, ha de tener amantes que se ocupen de él.

El caso de la madre de Julio es diferente: no se ocupada de prácticas esotéricas ni ha muerto como en el caso de Luisa; aun así, sabemos que es secretaria de una empresa transnacional y podemos asumir que está ocupada la mayor parte del tiempo en el trabajo. Por lo tanto, podemos afirmar que Julio también tiene una relación poco estrecha con su madre, como es el caso de Tenoch. Esto lo vemos también en la escena post-coito entre Julio y Luisa. Luisa va en busca de Tenoch, quien se encuentra muy resentido con Luisa. Ésta le pregunta qué sucede, si finalmente su plan ha resultado con éxito – ambos se han acostado con ella. Tenoch, aún molesto – más bien encaprichado – no sabe qué responder. Esto demuestra que entre Tenoch y Julio, quien parece tener un mayor problema con su figura materna es Tenoch. Ya que hay que recordar que, después de terminar la relación sexual con Luisa, Tenoch grita “mamacita” dos veces.

Hay algunos detalles que también develan las diferencias sexuales entre Tenoch y Julio. En la escena del aeropuerto, en la despedida de sus novias, Ceci y Ana reaccionan de distinta manera cuando se encuentran con los amigos de sus respectivos novios. Ana, por una parte, parece estar muy contenta de ver a Julio: lo abraza, lo besa y se le echa a los brazos. Tenoch y Ceci, por otra parte, solamente se dan un beso simple (esto se alcanza a apreciar poco), mucho menos afectivo que el de Julio y Ana. Hay que recordar también lo que se confiesan ambos protagonistas al final de la película:

Tenoch: La neta es que sí me cogí a la Ceci varias veces
Julio: Yo también le he estado poniendo con la Ana un chingo

Aunque ambos personajes se han acostado con la novio del otro, al parecer Julio ha sido mejor amante, lo cual nos hace pensar en que su venganza contra la clase alta ha sido más violenta que la venganza de Tenoch contra la clase alta – tanto, que incluso se acostó con Silvia, la madre de Tenoch. Esto es el último triunfo, la última prueba del macho por parte de Julio.

La Boca del Cielo es otro aspecto fascinante en la película. El nombre, desde luego, es inventado por Julio y Tenoch, y alude al sexo femenino. No obstante, el lugar existe, y ambos personajes parecen sorprendidos cuando se los dice Chuy, el guía de turistas. Sin embargo, la manera en la que encuentran La Boca del Cielo es fascinante. En la casa de El Saba, pidiendo direcciones para llegar a la playa, El Saba les dice a los protagonistas lo siguiente:

Le dan a la derecha… es pura terracería… le dan hasta la playa y ya

Después de la pelea en la que Julio empuja a Luisa, el narrador dice que los tres están perdidos y que, en un intento para que Luisa no se diera cuenta de la situación, Julio gira a la derecha en un camino de terracería, justamente como lo dice El Saba. Sin embargo, esto no es casualidad. El Saba, como ya hemos visto, es un personaje místico: y que los protagonistas encuentren una playa que creían que no existía es un aspecto también místico, que apunta hacia la naturaleza mística de los actos de los personajes; finalmente la playa, en términos arquetípicos, representa la libertad (libertad que alcanzan los tres personajes: Tenoch y Julio al poder finalmente develarse su sexualidad y Luisa al morir).

miércoles, 13 de marzo de 2013

Cuento de aventura de una noche

… when the last rook
Beat its straight path along the dusky air
Homewards, I blest it! deeming its black wing
(Now a dim speck, now vanishing in light)
Had cross'd the mighty Orb's dilated glory,
While thou stood'st gazing; or, when all was still,
Flew creeking o'er thy head, and had a charm
For thee… to whom
No sound is dissonant which tells of Life
 – This Lime-tree Bower my prison, Samuel T. Coleridge.

Recuerdo mis años de universidad con tristeza, Iris, siempre con tristeza. Los evoco y siempre me veo a mí mismo trajinando y cansado, con ropa gastada y zapatos desabrochados, cargando un peso invisible e impalpable en el cuerpo – algo así como si fuera un soldado perdido después de la guerra, pero nunca he sido soldado y nunca he ido a la guerra y ni siquiera me gustan las armas de fuego.

Pero recuerdo en particular unos días de verano. El verano en Ciudad Juárez es lo más hermoso y entrañable que hay en la vida, Iris; es como si el tiempo se detuviera unos segundos en el calor y la noche y luego y luego explotara en juegos pirotécnicos que duraran días y días. , y el resto del verano fuera ver los petardos que explotan en el cielo en una lluvia de mil colores que amenizan la noche, como si estuviéramos celebrando algo que no sabemos qué es pero que hay que celebrar. Algo así siento cuando pienso en el verano en Ciudad Juárez.

Inés se había ido a Guadalajara. No estaba haciendo nada con su vida – no tenía trabajo y no entró a la universidad –, así que decidió partir una tarde. Seguramente se estaba divirtiendo allá con otros hombres, mientras yo estaba en Juárez solo con mis lecturas y mis tristezas y mis cigarros desde luego. Pero una noche, de esas en las que no tenía nada que hacer, me fui a la computadora y me conecté al Facebook y comencé a hablar con Nicole y la invité a venir a Juárez durante el fin de semana.

Nicole es una chica que ahora vive y estudia en Chicago, supongo. Pero en aquel verano aún vivía en El Paso, y de vez en cuando venía a Ciudad Juárez, para salir en la noche. Era común que a gente de El Paso le diera miedo venir a Ciudad Juárez, y sobre todo en la noche, pero a ella no le daba miedo – o tal vez sí, pero le valía, como a mí y a mucha gente. Sea la razón que sea, ambos fuimos una noche en abril a una fiesta, porque salía con Roberto y Roberto era amigo mío. Llegué, y lo primero que noté de Nicole fueron sus shorts muy cortos y sus largas piernas. Nicole fumaba y bailaba y se les sentaba a los chicos en las piernas, mientras se tomaba fotos con todo mundo. Juan tenía una risa era simple y despreocupada, como de niñita. Cerraba los ojos y abría mucho la boca y todo mundo escuchaba su risa que nunca fue estruendosa, pero no parecía ser propio de una chica de su edad. ¡Te tengo!, me dijo al quedarnos solos y sacó su cámara para tomarnos una foto. Con lo mucho que odio tomarme fotos, acepté, y ambos salimos bien – por lo menos eso creo. No le gustaba que le encendieran los cigarros. Sacó un cigarrillo de su bolsa y no tenía encendedor; yo le ofrecí encendedor, pero ella se quitó irritada. Yo lo hago, respondió, eso le hacen  a las putas. Y yo no dije nada.

Le pregunté a Roberto si la iba a llevar hasta su casa en El Paso, y Roberto me respondió que no – Nicole se quedaría en su casa. Hoy cena Pancho, sonrió, y yo pensé que Roberto la pasaría bonito más tarde. Todos los hombres rodeaban a Nicole como buitres al cadáver, pero yo no, Iris, yo no. No diré que no estaba interesado en Nicole, porque claramente lo estaba, pero no me gustó la idea de ser como los demás hombres esperando a que Nicole les aventara algo de carne de sí misma y comerla en cuanto la tuvieran. Afecté dignidad y me restringí de hacerle cualquier insinuación. Además, salía con Roberto.

Pero semanas después Nicole y Roberto habrían terminado. No sé qué pasó, pero Roberto me dijo que ya no salían. Y yo, por supuesto, aproveché la situación para invitarla a venir a Juárez. Me gustaba la idea de pasarla calientito al lado de una mujer como ella. Nicole, para mi sorpresa, aceptó. No pensé en traerla a mi casa – mis padres no lo hubieran aceptado –, pero ella propuso rentar un cuarto de hotel, lo cual era mejor – así tendríamos más privacidad. Quedamos de salir a un antro el viernes y yo pasaría por ella a El Puente Internacional.

Vaya, pensé. Esto realmente está pasando – realmente puedo tener una aventura de una noche con esta chica. Estaba contento. Estaba triste pero estaba contento.

El miércoles me conecté al Facebook; Nicole estaba en línea y le hablé.

Invité a mi mejor amiga, ¿no hay problema?
Respondí que no.
Es que ya pronto me iré a Chicago y quiero pasar el mayor tiempo posible con todos mis amigos
Respondí que estaba bien.

Para mí desde luego había un problema, Iris – una tercera persona arriesgaba que Nicole y yo termináramos desnudos bajo las cobijas, uno encima del otro. Tal vez llegando al hotel Nicole me diría: tú te duermes en el suelo, yo en la cama con mi amigo. O tal vez la noche terminará en un trío, pensé. Pero bueno, qué diablos – a ver qué sucede.

El viernes salí temprano de mi casa y me fui hacia el centro, donde está El Puente. Mas cuando estaba a punto de llegar, un tren comenzó a pasar. A veces sucede eso – en la noche los trenes pasan, pero ¿por qué tenía que pasar justo cuando iba por Nicole y su amiga? Esperé diez, quince, veinte, veinticinco, treinta minutos, y el tren aún no terminaba de pasar. Incluso por un momento pensé que, cuando llegara, las chicas ya no estarían ahí; se habrían regresado.

Pero las chicas estaban. El tren pasó, no sé cuánto tiempo después, y llegué a El Puente, no vi a nadie. Pero luego recordé que El Puente está dividido en dos lados – de ida hacia El Paso y de regreso de El Paso. Y, cuando alcé la vista, vi a tres personas, entre ellas Nicole, de pie en el lado de regreso. Manejé hasta allá y me estacioné.

Hola, saludé. Perdón por el retraso.
Oh está bien, dijo Nicole. Ya íbamos a pedir un taxi, rió con esa sonrisa de siempre.
Me presentó a sus amigos.
Él es Steve, dijo, dijo, y señaló a un chico alto.
Mierda, pensé, no me gusta la idea de un chico aquí. Pero lo saludé.
Y ella es Ariadne, y señaló a una chica, que me dio la mano, muy formalmente.

Nos subimos al carro y nos fuimos.

Ariadne. Me llamó la atención que aquella chica fuera tan seria. No hablaba tanto como Nicole, pero cuando hablaba su voz era agradable y sucinta y no podía evitarla ponerle atención cada vez que hablaba. Había algo de misterioso en ella. Tal vez eran sus tacones altos y azules, tal vez su cabello largo y castaño, tal vez su vestido azul – no lo sé –, pero me intrigó.

Llegamos al hotel a registrarnos, un Fiesta Inn. Reservamos una habitación separada, comentó Nicole. Vamos a dejar nuestras mochilas antes de irnos. Se bajaron y Steve y yo nos quedamos solos. Encendí un cigarro y comenzamos a platicar.

Llegamos primero al hotel, a registrarnos. Pedimos una habitación con dos camas, dijo Nicole, vamos a dejar nuestras mochilas antes de irnos al Babylon. Fuimos; el Fiesta Inn quedaba cerca del Babylon. Vamos nosotras solas, dijo Nicole, y ella y Ariadne entraron al hotel. Steve y yo nos quedamos solos. Encendí un cigarro y comenzamos a hablar.

¿Sales con Nicole?, me preguntó.
No, ¿por qué?
Oh nomás
¿Tú sales con…
¿Con Ari? No. Sólo somos amigos. Me invitó a salir y acepté.
Ah

Me alegré. Si Ariadne tenía pareja, por así decirlo, eso quería decir que Nicole y yo estábamos libres de estar juntos. Incluso había la posibilidad de intercambiar chicas después, pero eso sería cuestión de la noche. Llegar al interior de las piernas de Nicole era lo único que me interesaba, pero por alguna razón Ariadne no dejaba de llamarme la atención en silencio.

Llegamos al antro. Había mucha fila. Comenzamos a hacer fila cuando no sé cómo mi vista terminó en Marielle. Marielle, Iris, era una chica de lo que yo me había enamorado hacía años, pero que no me correspondió. Iba de la mano con un chico – su novio, pensé, pero en ese momento no sentí ningún golpe en el pecho, como solía sentirlo cada vez que recordaba a Marielle. Esto quiere decir que ya no estoy enamorado, pensé, y me sentí feliz y tranquilo y emocionado por aquella noche. Mas durante la esperaba no dejaba de ver a Ariadne y sus hermosos ojos verdes, noté que eran verdes, hasta que entramos. Nos fuimos directo a la barra; todos, menos yo, pidieron bebidas grandes con Vodka y comenzaron a bailar y a beber. Yo solamente bailaba y fumaba y bebía agua, una combinación no muy sana, pero iba manejando y no quería estropear la noche con algún accidente.

En algún punto de la noche, Steve fue a pedir otra bebida y Nicole fue al baño; Ariadne y yo nos quedamos solos. Y yo no pude resistirme a hablarle.
Nicole me dijo que estudias ingeniería eléctrica, dijo.
Sí, respondió sonriente. Tenía una bonita sonrisa. Llevo un año, añadió.
No es una carrera muy común, comenté.
¿Ah no?
Para mujeres, es decir
Ah no, respondió al instante, como si yo hubiera dicho algo acertado. No lo es – en mi salón somos cuatro mujeres
Platicamos. Ariadne regresaría a la universidad en el semestre que estaba por comenzar; se había tomado el semestre anterior para ir a Florida a trabajar en Disney. Le gustó mucho; lo único que hacían los chicos ahí era trabajar y beber, los refrigeradores nunca tenían comida pero sí cervezas y agua, porque hacía calor. A Ariadne no le gustaba vivir en El Paso; quería mudarse a una ciudad más grande – Austin, Los Angeles, Nueva York, Dallas, Chicago. En cuanto tuviera la oportunidad, lo haría. Por mi parte, yo no tenía muchas ganas de irme de Juárez; por alguna razón, a diferencia de muchos de mis amigos y conocidos que solamente esperaban la oportunidad para sacar su maleta preparada de debajo de la cama y largarse de una buena vez, a mí me ha gustado Ciudad Juárez, y no tengo deseos de irme de aquí en mucho tiempo. Pero me gustó la ambición de aquella chica y su asertividad.

Seguimos bailando. Nicole regresó del baño se cayó al bailar. La levantamos y Ariadne le pidió que no siguiera tomando más. ¡Es que se pone bien loca!, exclamó. Don’t do it again, le pidió, y yo reí. Nicole siguió bailando a pesar de que moría por beber.

Ándale, le dijo a Ariadne al cabo de un tiempo. Prometo estar tranquila
¿La dejamos?, me preguntó Ariadne.
Sí, respondí. ¿Por qué no?

Bailamos por horas. Me duelen las piernas, dijo Nicole, y todos nos fuimos a sentar en los sillones. Nicole comenzó a platicar con unos chicos; Steve callado siempre; y Ariadne y yo, por alguna razón, platicábamos.

Le gustaba estudiar francés y tenía pensado en aprender chino. Vivió en Juárez hasta los once años, que fue cuando se mudó a El Paso. Los profesores no me pusieron en clases especiales de inglés, me dijo, sino que me dejaron en las clases regulares. ¿Por qué?, pregunté. Aprendí inglés leyendo a Harry Potter, me dijo, con esos libros y un diccionario aprendí lo suficiente, sonrió. Parecía segura de sí misma, sin ser arrogante o modesta. Era parte de un club de cine; cada martes veía una película y la discutía con amigos suyos, y también le gustaba la actuación. Era parte de un grupo de teatro y en una ocasión protagonizó La Importancia de Llamarse Ernesto.

Nos quedamos platicando, hasta que las luces se prendieron y los guardias de seguridad nos corrieron del lugar. Yo, la verdad, estaba feliz de regresar al hotel.

Llegamos al hotel en menos de cinco minutos. Eran como las 2:30 de la mañana y el hotel estaba a oscuras y en silencio.

Seguimos a Ariadne a la habitación, pero Nicole se detuvo a mitad del pasillo.
Compraré una manzana, dijo.
¿Qué, por qué?, pregunté.
Quiero fumar marihuana, explicó.
Yo me esperé a que Nicole comprara su manzana en el restaurante, aunque ya estaba cerrado, y me emocionó que pronto estaría con ella.
Subimos a la habitación y, para mi sorpresa, era de dos camas y no de dos cuartos, como pensé. Mierda, pensé. Ahora ¿cómo le hago? Steve estaba sentado en una mesa junto a la ventana, silencioso, y Ariadne ya se había puesto su pijama, unos shorts azules cortos y se recogió el cabello en una cola. Ya no tenía el glamour de sus tacones y vestido azules y su cabello lacio y castaño peinado en capas; aun así, se veía linda y hasta tierna y tenía bonitas piernas.

Me senté a la cama, donde estaba Ariadne, y Nicole comenzó a fumar mota. ¿Creen en Dios?, preguntó, y todos comenzamos a discutir nuestras creencias teológicas. Éste es el momento filosófico de la noche, pensé, pero no dije nada. Por un momento imaginé, no deseando, que todo esto terminaría en una tremenda orgía, pero cuando vi a Steve tomar un cuaderno, esos que dejan en las mesas de los hoteles, para dibujar, me tranquilicé. Este chico no está interesado en Nicole, pensé. Estudio diseño gráfico, me dijo, y parecía entretenido en su dibujo; Nicole, Ariadne y yo seguíamos platicando. Me recosté en la cama, doblé las piernas y le empujé el pie a Ariadne suavemente. Ariadne me regresó el empujón y viceversa. Basta, reía Ariadne, pero yo la seguía molestando, haciendo cosquillas. Ya, me decía, basta, en serio, basta. En algún momento pareció seria, pero no le hice caso. Me divertía mucho molestarla. Ciudad Juárez seguía igual de peligrosa que siempre, pero la violencia no cupo en mi mundo en ese momento; solamente cupo Ariadne y sus piernas y molestarla y hacerle cosquillas y jalarle suavemente el pelo y sentir una bonita emoción al rozar apenas su piel de olivo y ver sus ojos verdes y sus labios gruesos y rojos que estaban rojos no por el lápiz labial sino porque así era su color natural, me daba tentación jalarle el short, pero lo consideré muy atrevido, aun así no dejé de verle las piernas y los brazos que se antojaban suaves como la orilla de una nube, era como ser niños de nube, abrir una grieta en el aire y entrar a ella y regresar al jardín verde de la infancia y llevarme a Ariadne conmigo y jugar y empujarnos y caer al pasto y tocarle la oreja con la punta de una espiga y reír y tocarnos y sentir la bonita emoción al rozar apenas su piel de olivo y reír y tocarnos.

Nicole quiso ir a la alberca y bajamos para ver si estaba abierta; no lo estaba. La cerraron a las seis, pero oigan, dije, hay una tina en el baño – ¿por qué no la llenamos? Peor es nada. Fuimos al baño todos, excepto Steve, quien seguía dibujando, y abrí la llave del agua, para que se llenara la tina. Pero no había tapón, así que tuvimos que improvisar uno con bolsas de plástico que encontramos por ahí. Ingeniería mexicana, comenté, y Nicole y Ariadne rieron. Se supone que yo debo terminar con Nicole, me recordé a mí mismo, pero para entonces Ariadne me gustó mucho. Ariadne se sentó en una orilla, yo en otra, acariciamos el agua caliente que poco a poco nos subía como la temperatura de nuestros cuerpos y seguimos platicando de nosotros. Sus papás eran ingenieros, su mamá trabajaba en Juárez y casi no hablaba inglés. Tal vez tu papá y mi mamá se conozcan, comentó, y yo asentí. Oye Ariadne, le dije, tienes algo en el ojo. ¿Qué tengo?, preguntó, y en ese instante la salpiqué de agua. Ella me salpicó también. En un momento Nicole vino, drogada, y comenzó a platicarnos de lo rara que se sentía. Como el piso estaba lleno de agua, se cayó y se pegó el hombro contra la orilla de la tina. Qué bueno que no le pasó nada. Bueno, pajarillos del amor, los dejo para que sigan en lo suyo. Nicole no parecía enojada ni molesta por estar con su amiga, cuando entre nosotros, yo aún creo, había un acuerdo tácito de terminar la noche de verano desnudos y abrazados uno encima del otro. Ariadne y yo nos pusimos de pie para ver cuánta agua había en la tina y luego la salpiqué de nuevo y ella me salpicó y me abrazó, haciéndonos caer hacia la tina. Me emocionó caer con ella al agua, Iris.

Al cabo de un tiempo, regresamos a la cama; la habitación oscura, Nicole dormía en nuestra cama y Steve estaba en la otra. Ariadne y yo nos acurrucamos al lado de Nicole, quien estaba profundamente dormida para entonces, y nos tapamos con la cobija. La abracé, sentí el calor suave de su cuerpo, y la atraje más hacia mí, sentí sus caderas contra mi sexo y yo me sentí feliz, estando en esa extraña situación, con una chica que por alguna razón no me dejaba de sorprender.

Fue en ese momento que comenzamos a besarnos.

Le di un beso en la mejilla y luego otro y luego otro. Luego comencé a besarla la oreja y el cuello y Ariadne se movía en la cama, escuchaba su cuerpo contra las sábanas blancas. Excitadísimo, comprendí que aquellos besos eran una entrada para su boca, así que me fui por su boca, que me recibió gustoso con su lengua con un sabor a vodka en la punta que me hacía besarla más y más, su lengua era un vodka tónico y quise beber ahora cuando no lo hice hace horas. Ariadne se volteó hacia mí y comenzamos a besarnos de frente. Yo metí mis manos debajo de su blusa y sus pechos y nalgas y piernas parecían estarme esperando calientes desde hacía rato. Metí mi mano debajo de sus shorts, hacia su sexo, y lo encontré húmedo y aromático, tanto que mis dedos alcanzaban a palpar el olor a pubis entrando y saliendo suave y rítmicamente. Ariadne hizo lo mismo conmigo; me desabrochó el pantalón ágilmente, esto me hizo pensar que tenía mucha práctica, y comenzó a agitar mi sexo, que me hacía (convulsionarme) con cada agitada. Ariadne no se conformó con eso y metió su cabeza debajo de la cobija y comenzó a chupármela de manera exquisita, hasta que salió y comenzó a besarme de nuevo. Sigue chupando, quise decirle, porque lo haces exquisito, pero al final no dije nada.

¿Quieres ir al baño?, pregunté, a lo que ella respondió que sí. Saqué un condón de mi cartera y fuimos al baño. Cerramos la puerta y en la completa oscuridad encontramos el retrete. Me puse el condón sin poder ver nada y me senté sobre el retrete y Ariadne me montó, encajó su sexo con el mío y comenzó a subir y a bajar rítmicamente, su sexo sabía a lo más delicioso que había probado nunca, y le besé los senos y toqué sus caderas y piernas y besé de nuevo su boca y sentía mi sexo poco a poco inflarse de algo que no sabía qué era pero se asemejaba a una gota gigante de algo que cuando explotara me daría un placer totalmente estrambótico. Yo ya sentía que el final estaba próximo, cuando Ariadne se puso de pie y se sentó sobre mí al revés, dándome la espalda. La cabalgata siguió. Yo con gusto besé su espalda y toqué su vientre y contemplé con mis manos lo anchas que eran sus caderas que me veían de frente a pesar de que estaba oscuro. Y sentí una efervescencia deliciosa subir desde el fondo de mi sexo hasta la punta, como botella de champaña, el corcho inevitablemente reventó y dejó salir la espuma, el líquido, toda la champaña hasta la última gota y fue delicioso, el sexo de Ariadne se bebió toda mi champaña, ella disfrutó, lo sé, lo sé muy bien, yo escuché sus gemidos en la oscuridad, que fueron como caricias a mi cuerpo y a mi piel y como gracias, pero servírsela y abrir la botella para ella fue para mí también un placer. Nos regresamos a la cama y nos acostamos de nuevo, abrazados. Nicole, susurró Ariadne, ve a dormir a la otra cama. Nicole, somnolienta, se fue a la otra cama. Eres muy linda, le dije dándole un último beso, casi de buenas noches, Iris, y nos quedamos dormidos.

No sé con qué soñé, pero me levanté al día siguiente contento. Nicole y Steve aún dormían y el cuerpo increíble de Ariadne dormía a mi lado todavía. No sé si la desperté yo o ella misma, pero vi sus ojos abiertos. Yo comencé a besarle los brazos de nuevo, a tocar sus caderas, a viajar de nuevo a sus piernas y caderas y Ariadne se despertó por completo y me trajo su boca a la mía y yo la besé y aún sabía a vodka de ayer pero esto me gustó y yo la besé aún más. Nicole y Steve se despertaron, ¿qué hora son?, preguntó Nicole. Son las nueve, respondí. Vamos a la alberca, propuso, Steve, Steve, despiértate dijo, y Steve se despertó y Ariadne se puso de pie y fue al baño y Nicole se puso de pie y también fue al baño.

Se pusieron sus trajes de baño, el de Ariadne era muy corto pero a mí me encantó que fuera corto. Ya nos habíamos acostado la noche anterior, pero aún la molestaba y ella me molestaba a mí – le jalaba el cabello y viceversa. Se lavó los dientes frente al espejo y yo la vi cepillarse los dientes y bajé la vista y vi sus caderas, Nicole y Steve estaban en las camas, y sentí el urgente deseo de penetrarla de nuevo, de cerrar la puerta y arrastrarla hacia el escusado de nuevo, quitarle el bikini y hacerla mía de nuevo. Pero no le dije nada, y la dejé ir a la alberca. Yo me quedé solo en la cama, no quise ir a la alberca, creo que quería aun oler el olor a sexo impregnado como perfume sobre las cobijas y recordar lo delicioso que fue la noche anterior.

Los demás regresaron al cabo de quince minutos, me dijeron que el agua estaba muy fría y yo les dije que estaba bien y les pregunté si querían que los llevara ya al puente. No es que no quisiera estar ya con ellos, no es como si solamente cogí y canté como se suele decir por ahí; me hubiera gustado estar más tiempo con ellos, sobre todo con Ariadne, no éramos nada ella y yo, solamente una aventura de una noche, pero quería estar más tiempo con ella, enseguida de ella, con ella. Pero Ariadne dijo que viajaría a Florida en la noche y que debía regresar temprano a su casa, pero primero vayamos a desayunar, propuso Nicole. ¿Qué quieren desayunar?, pregunté. Mariscos, respondió Nicole, burritos, respondieron Ariadne y Steve. Pues en el camino vemos, dije. Sacamos nuestras cosas de la habitación y fuimos a la recepción a entregar la llave. Yo pagué la habitación, dijo Nicole, no hay problema, con veinte dólares está bien. Le di los veinte dólares y nos subimos al carro y nos fuimos a desayunar. Ariadne y Steve compraron unos burritos en un puesto cuyo nombre no recuerdo y encontramos un restaurante de mariscos enfrente del puesto de burritos y entramos y pedimos maricos y comenzamos a almorzar. Era sábado a las doce y media y a mí siempre me han gustado los sábados en Juárez a esa hora en verano, me hace sentirme joven y feliz y optimista. Comimos mariscos, pedimos la cuenta e sin más que hacer o decir los llevé a El Puente.

Muchas gracias, se despidió Nicole al bajarse.
Gracias, dijo Steve y se bajó también.
Por nada, dije, y me despedí de ellos.
Adiós, me dijo Ariadne, y me dio un beso en la mejilla, y se bajó. Los vi entrar al puente y yo pise el acelerador y me fui a mi casa.

Durante el camino sentí algo que solamente puedo definir como cruda moral – me sentí deleznable por algo, ¿qué? No sé, pero me sentí reprobable, aunque no tenía razón; lo que hice con Ariadne fue algo hermoso, no afectaba a nadie, mentí a mis padres, sentí que me salí con la mía, pero no hice ningún daño. Mi cuerpo es mi cuerpo y mi cuerpo se usa, y el de Ariadne también. Tal vez fue el hecho de que solamente fue algo de una vez y yo no quería que fuera algo de solamente una vez, quería más de Ariadne, más de ella, más de nosotros juntos.

Llegué a mi casa y el resto del sábado lo pasé leyendo. Como a las seis y media me conecté al Facebook, para saber qué novedad había con la ciudad, y vi a Ariadne en línea y le hablé.

Ya estoy en el aeropuerto, me dijo. Mi avión sale en diez minutos. Ya me tengo que ir, chico lindo. Cuando regrese de Florida y entremos a la escuela, hay que vernos
Sí, dije feliz. Hay que vernos
Adiós
Buen viaje

Ésa fue la primera y única vez que estuvimos juntos de esa manera. Porque no sucedió nada entre nosotros. Yo creí que sí sucedería algo. Debemos pasar tiempo juntos, me decía antes de que regresara de Florida, incluso dormir juntos. Yo reía, porque la idea me emocionaba. Cuando regresó de Florida, nos vimos en la escuela el primer día, el lunes, mas no fue hasta el jueves en que me atreví a darle un beso en la boca, me daba pena. Y durante dos semanas nos veíamos, íbamos a almorzar, por libros a la biblioteca, yo la acompañaba hasta la puerta de los salones donde tenía clase, y yo me sentía muy feliz, porque aún era verano y los días eran soleados y Ariadne era hermosa y me dedicaba tiempo y me preguntaba si nos veríamos al día siguiente.

Mas un día quedamos de vernos afuera de la librería, pero ese día no asistió. Le mandé un mensaje y me dijo que no se pudo levantar; estaba muy cansada. Después, ya no respondió mis mensajes y simplemente dejó de hablarme.

Desde luego que anduve triste por un tiempo; a cada rato sucedían cosas así, pero no dije más. Porque cada vez que pienso en Ariadne no puedo dejar de pensar en la tarde más sublime que me regaló. Fue en un parque una tarde después de la escuela. Nos recostamos un rato, se ve preciosa con el sol del atardecer brillando sobre su piel de olivo, yo le acaricio el cabello mientras ella está bocabajo y la beso y ella me besa y la sigo besando y ella se incorpora y se me sienta encima y la sigo besando huele a perfume de sandía algo así sutil que me emborracha la nariz hasta el punto de querer recostarme y sólo respirarla, pero no, porque tengo ahora mis manos en sus caderas, sobre su pantalón, ella no objeta nada, no parece objetar nunca cuando la toco, el sol está en su apogeo, el día es soleado sin ser caluroso, Ariadne me sigue besando y yo me siento feliz feliz de tenerla entre mis brazos y pronunciar su nombre y que voltee y me reconozca y sepa que cuando me acerco a besarla no me acerco como nos conocimos, dos desconocidos, sino como el chico que ve a diario en la escuela y el que besa desde hace varios días y con el que sale a comer de vez en cuando y quedan en hacer cosas divertidas, aunque él viva en Juárez y ella en El Paso, y a veces yo me preguntaba cómo le íbamos a hacer los fines de semana, porque yo no tenía ni dinero ni trabajo ni carro para ir hasta su casa, pero ella parecía entenderlo y por eso me llevaba hasta el puente los días que nos veíamos y nos quedábamos platicando por horas en su carro antes de que le diera el último beso del día y me fuera a mi casa cuando el sol ya se había puesto imaginando, anhelando, por el día en que la tuviera de nuevo desnudo ante mí e hiciéramos el amor como simios esta vez y pudiera abrir la llave de mi saliva y la inundara con mi sed de Ariadne, mi hambre de Ariadne, y ella al exhalar el orgasmo, desnuda se recostara sobre mí y se acurrucara y me acariciara mientras yo la acariciara también, cómplices en el acto oscuro e infinito del amor insaciable, saliva desbocada, sed de cuerpos que la presa no pudo contener y sale furiosa de sus murallas, llevándose todo a su paso como tsunami, hasta que no quedan más que cuerpos desnudos acariciándose en la oscuridad, que se repiten lo afortunados que son de haberse conocido aunque fue una aventura de una noche, aunque fue por unas horas, aunque fue por unas tardes, unos besos, el verano, la luna, buenas noches, hasta luego.

Algunas ideas mías sobre la escritura y la creción de historias


Últimamente me han asaltado ideas de la filosofía de la literatura, sobre todo de la ficción: la filosofía detrás de las historias. Conforme aumentan mis lecturas y mis escritos, me he encontrado con preguntas e ideas en las que me debo detener para reflexionar un poco.

Aristóteles decía en la Poética que la parte más importante de una obra es, no el personaje, no el lenguaje, sino la trama. Él, por ejemplo, decía que la mejor historia para él era Edipo Rey, porque Edipo Rey es una obra con una trama original: Edipo debe rescatar a Tebas de las plagas que acaecen y para esto debe averiguar quién mató a Layo: Edipo al final descubre que es él mismo quien mató a Layo y se casó con su madre. Edipo Rey es una obra detectivesca, quizá la primera del mundo, y es original en el sentido de que Edipo, siendo detective, resulta ser el criminal que en primer lugar él estaba buscando. Nadie se lo esperaba, Aristóteles tampoco.

Sin embargo, a lo largo de la historia se han desafiado todas las teorías literarias que han existido y las de Aristóteles no son ninguna excepción. Jean Cocteau, un dramaturgo francés del siglo XX, escribió La Machine Infernale, una reinterpretación de la historia de Edipo, que, justo al principio de la obra, le da al público el gran misterio de la obra. Edipo matará a su padre y se acostará con su madre, se supone que debe decir una voz en off. ¿Para qué hacer esto? ¿Para qué darle al público lo mejor de la historia según Aristóteles – por qué darle la trama? Yo ofrezco dos respuestas: la primera es la Fenomenología y la relación entre el lector y el texto. Pongo como ejemplo a Julio Cortázar y a Edgar Allan Poe: ambos son escritores cuya cuentística reside en la anagnórisis, es decir, el descubrimiento de la trama. Los finales tanto de Poe como de Cortázar son sorprendes e inesperados. William Wilson de Poe y Grafitti de Cortázar son cuentos en donde el final no lo podemos anticipar claramente y por lo tanto resulta gratificante, casi orgásmico, descubrirlos. Sin embargo, a medida que ha pasado el tiempo y tanto literatura como cine se han incorporado a la cultura popular, el lector de hoy ya no es tan ingenuo como el lector de hace años. Ya que, en primer lugar, hay lectores que, si tienen una novela detectivesca en la mano, lo primero que hacen es irse al final para descubrir al asesino, y por lo tanto el resto de la novela queda suprimido. En el verano del 2012 fui al estreno de Batman: The Dark Knight Rises, y recuerdo que, casi al final de la película, cuando descubrimos que Miranda Tate es realmente Talia al Ghul, quien está detrás de toda la conspiración contra Ciudad Gótica, unas chicas que estaban enseguida de mí negaron con la cabeza y rieron: fue evidente que no se creyeron o no les gustó ese giro en la trama. ¿Por qué? Porque el final inesperado de hoy en día ya no es tan inesperado, y los lectores y espectadores ya no lo reciben tan bien como antes. Por lo tanto, los escritores están forzados – incluso por iniciativa propia, tal vez no tanto por el público – a explorar otros aspectos dentro de la literatura. Y es ésta la segunda respuesta.

Hay dos aspectos que construyen la literatura y el arte en general: contenido y forma. En literatura es, básicamente, lo que se escribe y cómo se escribe. Cuando prescindimos de la trama, estamos prescindiendo de lo que se dice y nos enfocamos, pues, en cómo se cuenta la historia – la manera en la que se relata un cuento.

Y es aquí donde hay varios ejemplos notables en la literatura. Por ejemplo, Crónica de una Muerte Anunciada de García Márquez, In Cold Blood de Truman Capote: en ambas novelas sabemos desde el primer capítulo la esencia de la trama, y sin embargo las seguimos leyendo, porque ahora se nos ahorra el suspenso y se nos abre la puerta a nuevas posibilidades de estética literaria: el lenguaje, por ejemplo, la exploración de los personajes, etcétera. Alberto Ruy Sánchez, un novelista mexicano contemporáneo, ha dicho que quiso escribir novelas que no fueran guiadas por el suspenso, sino que fueran “novelas ámbito”, en las que los lectores tengan, desde la primera página, un aumento a la intensidad de los sentidos. En el caso de Crónica e In Cold Blood, ambas nuevas fueron bien acogidas tanto por el público como por la crítica. Aun así, esto no quiere decir que en la literatura la forma es más importante que el contenido.

Mario Vargas Llosa, figura estelar de la literatura latinoamericana contemporánea, es un escritor que, desde sus comienzos, se ha preocupado por la técnica literaria. Aprendiendo por contraste, Mario Vargas Llosa vivió sus primeros años de aprendiz de escritor, sorprendido por el desdén hacia el estilo que veía en los escritores peruanos de distintas generaciones. Por ende, él creció con la idea, y con ésta sustentó su obra, de que la literatura es “fundamentalmente forma” y que cualquier historia podría ser buena o mala dependiendo si estaba bien contada o no. Sin embargo, con el paso del tiempo, él mismo desafiaría su propia creencia, y llegaría a la conclusión de que hay historias más importantes que otras. Según Vargas Llosa, hay temas que son más fuertes que otros, y son estos temas fuertes en los que podemos converger toda la humanidad, y que el estilo puede mejorar o empobrecer, pero nunca puede superar.

Contenido y forma – ambas son importantes, desde luego, y un escritor, si quiere lograr algo de calidad y a la vez trascendente, se debe ocupar de ambos. Aun así, estoy de acuerdo con Vargas Llosa en el sentido de que la forma es muy importante, ya que si hay algo que un joven escritor puede comenzar a practicar y a construir es su propio estilo: a través de lecturas, del estudio de voces narrativas y estructuras, de filosofía del lenguaje. Sin embargo, algo que depende del espíritu del escritor es el contenido: hay obras y temas que se deben o vivir intensamente o comprender con profundidad para poder ser escritas de la manera correcta. Yo, por ejemplo, antes pensaba que podría escribir cualquier historia que tuviera en mente, siempre y cuando tuviera la forma correcta de contarlas. Yo ya no pienso así. Pienso que hay historias para la cual los escritores no estamos preparados aún. Las historias son, ante todo, madurez y comprensión, y la madurez personal del escritor, pienso, no se puede apresurar; de lo contrario, muchas grandes historias se hubieran presentado al mundo antes de cuando fueron presentadas. Por ejemplo, Goethe terminó de escribir Fausto un año antes de morir; a García Márquez le tomó veinte años madurar Cien años de Soledad; y muchas novelas de Fitzgerald las pudo vivir porque las vivió y las comprendió profunda y dolorosamente. Hay un caso particular, que es el de José Donoso, novelista chileno, que durante años escribió y reescribió El Obsceno Pájaro de la noche sin poderla terminar. No fue hasta que le dio una úlcera, lo operaron y lo anestesiaron con morfina (a la que, sin saberlo, era alérgico, lo que le provocó un ataque de esquizofrenia), pudo terminar su novela. Escribir es, además de un acto de habilidad, un acto espiritual, que, en mi caso, es un registro de mis epifanías y madurez en el punto exacto en que estoy escribiendo. Como los protagonistas de Hemingway, mis personajes evolucionan a medida que Hemingway iba madurando como persona. Es por esta razón que, al igual que Donoso, siempre trato de escribir mi biografía. La novela Bildungsroman, pues, la novela de madurez o crecimiento, ha sido uno de los pilares de mi formación literario y personal. Great Expectations de Charles Dickens, This Side of Paradise de Fitzgerald y Norwegian Wood de Haruki Murakami son algunas novelas Bilungsroman que me han marcado para toda la vida. Yo anhelo escribir mis propias Bildungsroman con mi sello personal. Pero, para que esto ocurra, para que suceda el milagro de la literatura, contenido y forma, como dos desconocidos, deben cruzar la misma avenida para convertirse en amantes. 

lunes, 11 de marzo de 2013

Midnight in Paris y la ambigüedad moral de sus personajes

A pesar de que es una película aparentemente moral, que divide a los personajes como buenos o malos, aceptables o detestables, Midnight in Paris es una película engañosa. Y, para comprender algunos aspectos de los personajes y la trama, hay que detenernos un poco en ellos para hacer algunas observaciones.

Para comprender a Gil Pender,, el protagonista hay que prestarle atención a un personaje importante en la película – el amigo de Inés, Paul. Ya que Paul es el opuesto (que no quiere decir diferente) de Gil, lo que en inglés se conoce como foil character. Ambos, en cierta medida, tienen una egolatría insufrible: ambos buscan ser admirados y aplaudidos por los demás. Sin embargo, en Paul es más visible que en Gil, ya que su pedantería es un anzuelo para recibir atención de los demás. En Gil, sin embargo, esto no es tan visible, ya que no tiene nada de qué presumir, a diferencia de Paul. El único intento fallido que tiene Gil para competir con Paul es la escena en la que Paul discute con la guía de turistas acerca de un aspecto de la vida del arquitecto Rodin; para molestarlo, Gil dice estar de acuerdo con la guía de turistas, comentando que ha leído una biografía de dos tomos de Rodin. Aun así, cuando regresa al pasado y escucha la opinión de Gertrude Stein respecto a la pintura de Adriana pintada por Picasso, Gil ya cuenta con una opinión profunda y lúcida para competir con la pedantería de Paul, lo cual así sucede en la galería de arte.

A pesar de que Paul es, en esencia, parecido a Gil, Paul es un personaje en el cual vemos la máxima de François de La Rouchefoucauld: el éxito consiste en proyectar una imagen de éxito. Paul, bien parecido y bien vestido, conferencista de La Sorbonne, habla francés, es experto en arte y vino francés y es un gran bailarín. Gil, por otra parte, es “modesto”, en palabra de Adriana; un exitoso guionista en Hollywood, queno proyecta esa imagen de éxito de Paul. Esta imagen de fracasado es lo que causa la actitud condescendiente de Paul: en la escena en la que todos están en Versalles, Paul se burla sutilmente de Gil al llamarlo “Miniver Cheevy” (un personaje literario de un poema de Edwin Robinson, cuya vida consiste en imaginar lo que hubiera sido vivir en una época anterior a la suya). Además, cuando Inés, Paul y Carol se van a bailar sin Gil, Paul le pregunta a Inés en el taxi si Gil es buen escritor con una clara actitud de condescendencia.

Por otra parte, Gil tiene sus propios defectos que no debemos ignorar. En la primera comida con Inés y sus padres, el padre de Inés comenta que no le gustan los franceses por no apoyar a los Estados Unidos, y Gil dice que no puede culpar a los franceses por no apoyar a los Estados Unidos en la guerra contra Irak; Inés parece desesperada y no quiere escuchar un debate político, y Gil dice lo siguiente:
Gil: Tu padre apoya a la derecha del partido republicano y yo pienso que para pensar así debe estar completamente loco
Este comentario, por más acertado que sea, es agresivo e imprudente: hay que recordar que el padre de Inés los ha invitado a ambos a viajar completamente gratis y el hecho de que Gil escupa un comentario así es malagradecido.

Otro aspecto de Gil es su personalidad antisocial. Después de que Paul y Carol invitan a Inés y a Gil a Versalles, Gil trata de zafarse de la invitación:

Gil: Cariño, tenemos muchos compromisos… Mañana vamos a ir a almorzar

Al regresar a la habitación, Inés dice lo siguiente: Era obvio que no querías ir con ellos. Además, después de la degustación de vinos con los padres de Inés, Paul y Carol los invitan a bailar y, de nuevo, Gil declina la invitación y deja a Inés ir sola.

Y es precisamente este hastío de Gil junto con la imagen dorada de éxito la que lleva a Inés a serle infiel a Gil con Paul. Inés, al principio de la película, tiene un gran respeto y admiración por Paul, que poco a poco se transforma en una atracción más palpable. Vemos, por ejemplo, que Inés defiende a Paul de la crítica de “pseudo-intelectual” de Gil:

Gil: ¡Vamos! [Paul] es un pseudo-intelectual
Inés: Ah… Gil, dudo que pudiera dar una conferencia en la Sorbonne si fuera un pseudo-intelectual

Inés dice esto con una expresión irónica. Analicemos por un momento en la defensa de Inés, la cual es un falso silogismo. El correcto silogismo para defender a Paul sería el siguiente:

Sólo las personas que saben mucho pueden dar conferencias en la Sorbonne
Paul sabe mucho
Por lo tanto, Paul puede dar conferencias en la Sorbonne

Sin embargo, ésta no es la manera en la que Inés defiende a Paul, ya que Inés no parte de una deducción, sino de una inducción que argumenta lo siguiente: Paul dará una conferencia en la Sorbonne; por lo tanto, debe saber mucho. Sin embargo, es precisamente la segunda premisa – Paul realmente sabe mucho – la premisa que Inés se salta y da por hecho en lugar de probarla. Inés parece conformarse con la imagen de Paul que comunica pericia.

¿Podemos culpar a Inés de la infidelidad? Sí y no. Inés es la hija mimada de un rico y conservador empresario norteamericano, y no es difícil asumir que ha vivido siempre en una burbuja que desea mantener intacta y visualmente atractiva: Inés desea vivir en Malibú, una casa con muebles costosos y un esposo exitoso (en una escena, Inés defiende a Gil de su madre, al decir que él es inteligente y exitoso). Y es esta burbuja intocada e intocable la razón por la cual le es imposible reconocer la insatisfacción artística y creativa de Gil, quien no está contento de escribir guiones de cine para Hollywood – justamente como Scott Fitzgerald en la vida real – y desea escribir literatura: ¿Quieres dejar todo tu éxito solamente para batallar?, pregunta Inés a Gil en una de las primeras escenas de la película. Inés desea conformarse con la superficie de la vida y no desea ir más allá, justamente como Paul, quien se conforma con parecer un experto en cultura francesa sin realmente serlo.

Otro de los efectos de esta visión superficial de la vida es la reacción de Inés respecto a la infidelidad con Paul. Cuando Gil la encara y le pregunta si es cierto, Inés dice que sí, pero le pide, altaneramente, que lo supere y que hablen del asunto al regresar a los Estados Unidos: Inés no parece comprender la gravedad de sus acciones, lo que puede sentir Gil al escuchar esta noticia, pero realmente no le importa, así como tampoco parece importarle Paul: Paul es, también, un ingrediente más de su burbuja, otro artefacto más en su vida.

Aun así, hay que notar ciertas cosas de Inés: Gil – y ella misma se lo dice – está muy ocupado escribiendo; las dudas que tiene respecto a su presente y su carrera lo alejan de Inés, quien es natural que se sienta atraída – por las razones que ya hemos visto – hacia Paul.

Sin embargo, no todo es apariencia entre Gil e Inés. En la primera escena la película ambos, en el jardín de Monet, discuten acerca de la posibilidad de mudarse a París, y ambos parecen realmente enamorados, a pesar de ser tan diferentes y estar en desacuerdo respecto a París. Pero, desde luego, ésta es una paradoja, porque esta escena es, como todo lo demás, imagen, y no podemos estar seguros de si ambos realmente se amaron. Al separarse, ninguno de los dos se da la oportunidad de arreglar su relación.

Adriana es parecida a Inés en el sentido de que también es superficial. Adriana decide quedarse en La Belle Epoque porque cree que ésta es la mejor época del mundo. Y Gil también es parecido a los demás personajes de la película, ya que la idea de que París en los 1920’s es mejor época que el presente de la película es una imagen superficial. En la primera escena de la película, Inés le hace notar esto, cuando le dice a Gil que él se encuentra enamorado de una fantasía.

No obstante, él logra superar esta fantasía al final de la película, cuando tiene la epifanía de que la insatisfacción hacia el presente es la insatisfacción hacia cualquier presente y que si se queda a vivir en los 1920’s eventualmente él terminará anhelando otra época pasada. Esta epifanía desde luego no es gratis – viene con una gran decepción que lo obliga a separarse de los 1920’s, de  Adriana y de Inés, y salir a París por la noche. La trama, desde luego, favorece a Gil y le pone en su camino a la hermosa francesa que vende discos de Cole Porter.

El último aspecto que hay que queda por analizar es el viaje al pasado. La película no lo propone, pero el viaje al pasado es, en realidad, un viaje hacia la muerte. Psiconalíticamente, el deseo de viajar al pasado es el deseo de regresar al vientre materno – a la tranquilidad y estabilidad de la unidad con la madre. Sin embargo, el regreso al vientre materno es imposible; lo único que se puede lograr es una unidad con la pareja, que es lo más cercano a lo que se puede aspirar una vez cortado el cordón umbilical. Si se trata de regresar hacia el pasado, generalmente el individuo terminar en tragedia, como en los casos de Edipo Rey, Jay Gatsby (protagonista de The Great Gatsby) y Lester Burnham (American Beauty). No obstante, el universo ficticio de Midnight in Paris ofrece la posibilidad surrealista de regresar al pasado y quedarse ahí. Aun así, ¿qué hubiera sucedido si Gil se quedara en la década los 1920’s? Hubiera seguido existiendo, desde luego, pero para su verdadera realidad hubiera muerto, así como Adriana murió en los 1920’s pero vive en la Belle Epoque. Gil, al regresar a su propia época, declina la muerte

domingo, 10 de marzo de 2013

500 days of Summer: En defensa de Summer y en crítica a Tom


La opinión popular de Summer, de 500 days of Summer, es que es una perra. Siendo Tom el protagonista de la película, es de esperarse que sintamos simpatía hacia él, su sufrimiento y reprobemos al objeto de su afección fugitivo, Summer. . Sin embargo, a medida que veo la película hay varios elementos tanto de la trama como de los personajes que me hace pensar que hay facetas de Summer y Tom que están escondidos en la sombra que debemos ver para comprender mejor su relación y la razón de su fracaso.
Tom es un chico sentimental y honesto que está enamorado de Summer. Sin embargo, el amor no es suficiente para conquistar a una mujer, y Tom (despliega) ciertas características que debemos reconsiderar. En primer lugar, Tom es un chico que, según el narrador en tercera persona, creció con la idea de que nunca sería feliz hasta que conociera al amor de su vida. Esto es esencial para comprender por qué la relación entre Tom y Summer estaba destinada a fallar en primer lugar: Tom, como personaje, se siente incompleto.
            Otra característica de Tom es su visión del mundo. Al discutir con Paul y McKenzie acerca de Summer, Tom dice que él pudo haber tenido una oportunidad en un mundo donde le sucedieran cosas buenas. Esta visión pesimista del mundo es un tipo de insecticida que aleja a Summer después en la película. A pesar de que nunca lo dice, Tom es un chico inseguro respecto a su físico. Ya que en esa misma conversación con sus amigos, él imagina que Summer se siente atraído hacia chicos de gimnasio – algo que Tom no es, siento delgado y poco agraciado – cuando se la encuentre en el elevador.
            Tom también es un cobarde: a pesar de que le gusta Summer, no se lo dice. Cuando McKenzie ebrio le confiesa a Summer que Tom se siente atraído hacia ella, Tom se pone nervioso y dice que le gusta sólo como amiga. No es hasta que Summer se atreve a besarlo en la máquina copiadora que Tom, en un beso, le expresa lo nunca dicho.
            Todas estas características contrastan con el esposo de Summer. A pesar de que el esposo de Summer nunca habla y no sabemos gran cosa de él, podemos deducir algunas cosas de él. Por ejemplo, el esposo de Summer es un personaje más atractivo que Tom: sabemos que para Summer el hecho de que Tom no sea tan atractivo no es un problema, pero podemos deducir que su esposo se siente más seguro de sí mismo que Tom. Esto también lo comprobamos cuando Summer comenta la manera en la que lo conoció: ella se encuentra almorzando y leyendo, cuando su futuro esposo se le acerca y le pregunta acerca del libro: el esposo de Summer, a diferencia de Tom, tiene el suficiente valor y seguridad para ponerse de pie y hablarle, no a una compañera de trabajo como en el caso de Tom, sino a una completa desconocida. Esta seguridad seguramente debió contribuir a la atracción entre Summer y su futuro esposo.
            Es difícil asegurarlo, pero es posible que Tom, al igual que el futuro esposo de Summer, tuvo la oportunidad de conquistar a Summer, sólo que en ese momento no se encontró a la altura de la circunstancias. Esto lo vemos, en parte, en Summer, quien es claro que le gustan los hombres creativos pero también exitosos. Cuando Tom le comenta a Summer que estudió arquitectura, Summer dice que eso es genial y se muestra un poco más interesada en Tom. Sin embargo, Tom no tiene la suficiente confianza en sí mismo para darle a su talento una oportunidad en la arquitectura, lo cual no es atractivo para Summer. Además, casi al final de la película, en la fiesta de Summer en su terraza, una amiga de Summer le pregunta a qué se dedica. Summer comenta que Tom podría ser un gran arquitecto si así lo quisiera. Acto seguido, Tom comenta que prefiere escribir tarjetas postales a la arquitectura en broma; todos ríen, pero Summer parece claramente decepcionada de su actitud conformista y – ¿por qué no decirlo? – cobarde ante su carrera.
            No es hasta el final de la película, cuando Tom ha perdido a Summer y tocado fondo, que se pone de pie y decide hacer algo por sí mismo. Vestido con un traje negro y fino y bien peinado, Tom desenpolva su viejo anhelo de arquitectura y sale al mundo a buscar una oportunidad en el mundo de arquitectura; y Tom y los espectadores descubrimos que Tom realmente tiene talento para la arquitectura, que incluso se consigue a sí mismo una entrevista de trabajo en lo que parece ser una gran firma de arquitectos.
            Si Tom hubiera conocido a Summer con la actitud y seguridad con que lo vemos al final de la película, posiblemente hubiera conquistado a Summer desde un principio. Sin embargo, esto solamente lo podemos especular, ya que Tom y Summer nunca se hubieran conocido de no ser porque Tom optó por trabajar con Vans; además, al parecer Tom necesitó tocar fondo y perder a Summer para ir en busca de su trabajo ideal.
            En este sentido, no podemos culpar totalmente a Summer por no sentirse atraída hacia Tom. Incluso debemos notar que Summer es debatió mucho entre si seguir con Tom o no: Al final de la película, cuando Tom observa la aparente contradicción de Summer (“no querías ser la novia de nadie y ahora eres la esposa de otra persona”), Summer dice que ella se despertó un día y supo con su esposo aquello de lo que nunca estuvo segura con Tom; Summer realmente le gustaba Tom, y podemos imaginar que durante mucho tiempo ella se preguntó si Tom era el chico indicado para ella; es decir, Summer le dio el beneficio de la duda, a pesar de sentirse repelida por todas las inseguridades de Tom. Incluso Tom reconoce que Summer nunca le mintió; en la cita con Allison, la amiga de Paul, Tom reconoce que Summer nunca la engañó, nunca se aprovechó de él y le dijo desde el principio que no quería novio. Al final de la película, Summer y Tom están sentados en la banca y a Summer le llenan los ojos de lágrimas; se pone de pie de la banca con Tom y le dice que le da gusto verlo bien y sonríe; sin embargo, su rostro se ve que es triste: al parecer a Summer también lamenta la situación con Tom y es posible que hubiera deseado corresponder sus sentimientos.