lunes, 11 de marzo de 2013

Midnight in Paris y la ambigüedad moral de sus personajes

A pesar de que es una película aparentemente moral, que divide a los personajes como buenos o malos, aceptables o detestables, Midnight in Paris es una película engañosa. Y, para comprender algunos aspectos de los personajes y la trama, hay que detenernos un poco en ellos para hacer algunas observaciones.

Para comprender a Gil Pender,, el protagonista hay que prestarle atención a un personaje importante en la película – el amigo de Inés, Paul. Ya que Paul es el opuesto (que no quiere decir diferente) de Gil, lo que en inglés se conoce como foil character. Ambos, en cierta medida, tienen una egolatría insufrible: ambos buscan ser admirados y aplaudidos por los demás. Sin embargo, en Paul es más visible que en Gil, ya que su pedantería es un anzuelo para recibir atención de los demás. En Gil, sin embargo, esto no es tan visible, ya que no tiene nada de qué presumir, a diferencia de Paul. El único intento fallido que tiene Gil para competir con Paul es la escena en la que Paul discute con la guía de turistas acerca de un aspecto de la vida del arquitecto Rodin; para molestarlo, Gil dice estar de acuerdo con la guía de turistas, comentando que ha leído una biografía de dos tomos de Rodin. Aun así, cuando regresa al pasado y escucha la opinión de Gertrude Stein respecto a la pintura de Adriana pintada por Picasso, Gil ya cuenta con una opinión profunda y lúcida para competir con la pedantería de Paul, lo cual así sucede en la galería de arte.

A pesar de que Paul es, en esencia, parecido a Gil, Paul es un personaje en el cual vemos la máxima de François de La Rouchefoucauld: el éxito consiste en proyectar una imagen de éxito. Paul, bien parecido y bien vestido, conferencista de La Sorbonne, habla francés, es experto en arte y vino francés y es un gran bailarín. Gil, por otra parte, es “modesto”, en palabra de Adriana; un exitoso guionista en Hollywood, queno proyecta esa imagen de éxito de Paul. Esta imagen de fracasado es lo que causa la actitud condescendiente de Paul: en la escena en la que todos están en Versalles, Paul se burla sutilmente de Gil al llamarlo “Miniver Cheevy” (un personaje literario de un poema de Edwin Robinson, cuya vida consiste en imaginar lo que hubiera sido vivir en una época anterior a la suya). Además, cuando Inés, Paul y Carol se van a bailar sin Gil, Paul le pregunta a Inés en el taxi si Gil es buen escritor con una clara actitud de condescendencia.

Por otra parte, Gil tiene sus propios defectos que no debemos ignorar. En la primera comida con Inés y sus padres, el padre de Inés comenta que no le gustan los franceses por no apoyar a los Estados Unidos, y Gil dice que no puede culpar a los franceses por no apoyar a los Estados Unidos en la guerra contra Irak; Inés parece desesperada y no quiere escuchar un debate político, y Gil dice lo siguiente:
Gil: Tu padre apoya a la derecha del partido republicano y yo pienso que para pensar así debe estar completamente loco
Este comentario, por más acertado que sea, es agresivo e imprudente: hay que recordar que el padre de Inés los ha invitado a ambos a viajar completamente gratis y el hecho de que Gil escupa un comentario así es malagradecido.

Otro aspecto de Gil es su personalidad antisocial. Después de que Paul y Carol invitan a Inés y a Gil a Versalles, Gil trata de zafarse de la invitación:

Gil: Cariño, tenemos muchos compromisos… Mañana vamos a ir a almorzar

Al regresar a la habitación, Inés dice lo siguiente: Era obvio que no querías ir con ellos. Además, después de la degustación de vinos con los padres de Inés, Paul y Carol los invitan a bailar y, de nuevo, Gil declina la invitación y deja a Inés ir sola.

Y es precisamente este hastío de Gil junto con la imagen dorada de éxito la que lleva a Inés a serle infiel a Gil con Paul. Inés, al principio de la película, tiene un gran respeto y admiración por Paul, que poco a poco se transforma en una atracción más palpable. Vemos, por ejemplo, que Inés defiende a Paul de la crítica de “pseudo-intelectual” de Gil:

Gil: ¡Vamos! [Paul] es un pseudo-intelectual
Inés: Ah… Gil, dudo que pudiera dar una conferencia en la Sorbonne si fuera un pseudo-intelectual

Inés dice esto con una expresión irónica. Analicemos por un momento en la defensa de Inés, la cual es un falso silogismo. El correcto silogismo para defender a Paul sería el siguiente:

Sólo las personas que saben mucho pueden dar conferencias en la Sorbonne
Paul sabe mucho
Por lo tanto, Paul puede dar conferencias en la Sorbonne

Sin embargo, ésta no es la manera en la que Inés defiende a Paul, ya que Inés no parte de una deducción, sino de una inducción que argumenta lo siguiente: Paul dará una conferencia en la Sorbonne; por lo tanto, debe saber mucho. Sin embargo, es precisamente la segunda premisa – Paul realmente sabe mucho – la premisa que Inés se salta y da por hecho en lugar de probarla. Inés parece conformarse con la imagen de Paul que comunica pericia.

¿Podemos culpar a Inés de la infidelidad? Sí y no. Inés es la hija mimada de un rico y conservador empresario norteamericano, y no es difícil asumir que ha vivido siempre en una burbuja que desea mantener intacta y visualmente atractiva: Inés desea vivir en Malibú, una casa con muebles costosos y un esposo exitoso (en una escena, Inés defiende a Gil de su madre, al decir que él es inteligente y exitoso). Y es esta burbuja intocada e intocable la razón por la cual le es imposible reconocer la insatisfacción artística y creativa de Gil, quien no está contento de escribir guiones de cine para Hollywood – justamente como Scott Fitzgerald en la vida real – y desea escribir literatura: ¿Quieres dejar todo tu éxito solamente para batallar?, pregunta Inés a Gil en una de las primeras escenas de la película. Inés desea conformarse con la superficie de la vida y no desea ir más allá, justamente como Paul, quien se conforma con parecer un experto en cultura francesa sin realmente serlo.

Otro de los efectos de esta visión superficial de la vida es la reacción de Inés respecto a la infidelidad con Paul. Cuando Gil la encara y le pregunta si es cierto, Inés dice que sí, pero le pide, altaneramente, que lo supere y que hablen del asunto al regresar a los Estados Unidos: Inés no parece comprender la gravedad de sus acciones, lo que puede sentir Gil al escuchar esta noticia, pero realmente no le importa, así como tampoco parece importarle Paul: Paul es, también, un ingrediente más de su burbuja, otro artefacto más en su vida.

Aun así, hay que notar ciertas cosas de Inés: Gil – y ella misma se lo dice – está muy ocupado escribiendo; las dudas que tiene respecto a su presente y su carrera lo alejan de Inés, quien es natural que se sienta atraída – por las razones que ya hemos visto – hacia Paul.

Sin embargo, no todo es apariencia entre Gil e Inés. En la primera escena la película ambos, en el jardín de Monet, discuten acerca de la posibilidad de mudarse a París, y ambos parecen realmente enamorados, a pesar de ser tan diferentes y estar en desacuerdo respecto a París. Pero, desde luego, ésta es una paradoja, porque esta escena es, como todo lo demás, imagen, y no podemos estar seguros de si ambos realmente se amaron. Al separarse, ninguno de los dos se da la oportunidad de arreglar su relación.

Adriana es parecida a Inés en el sentido de que también es superficial. Adriana decide quedarse en La Belle Epoque porque cree que ésta es la mejor época del mundo. Y Gil también es parecido a los demás personajes de la película, ya que la idea de que París en los 1920’s es mejor época que el presente de la película es una imagen superficial. En la primera escena de la película, Inés le hace notar esto, cuando le dice a Gil que él se encuentra enamorado de una fantasía.

No obstante, él logra superar esta fantasía al final de la película, cuando tiene la epifanía de que la insatisfacción hacia el presente es la insatisfacción hacia cualquier presente y que si se queda a vivir en los 1920’s eventualmente él terminará anhelando otra época pasada. Esta epifanía desde luego no es gratis – viene con una gran decepción que lo obliga a separarse de los 1920’s, de  Adriana y de Inés, y salir a París por la noche. La trama, desde luego, favorece a Gil y le pone en su camino a la hermosa francesa que vende discos de Cole Porter.

El último aspecto que hay que queda por analizar es el viaje al pasado. La película no lo propone, pero el viaje al pasado es, en realidad, un viaje hacia la muerte. Psiconalíticamente, el deseo de viajar al pasado es el deseo de regresar al vientre materno – a la tranquilidad y estabilidad de la unidad con la madre. Sin embargo, el regreso al vientre materno es imposible; lo único que se puede lograr es una unidad con la pareja, que es lo más cercano a lo que se puede aspirar una vez cortado el cordón umbilical. Si se trata de regresar hacia el pasado, generalmente el individuo terminar en tragedia, como en los casos de Edipo Rey, Jay Gatsby (protagonista de The Great Gatsby) y Lester Burnham (American Beauty). No obstante, el universo ficticio de Midnight in Paris ofrece la posibilidad surrealista de regresar al pasado y quedarse ahí. Aun así, ¿qué hubiera sucedido si Gil se quedara en la década los 1920’s? Hubiera seguido existiendo, desde luego, pero para su verdadera realidad hubiera muerto, así como Adriana murió en los 1920’s pero vive en la Belle Epoque. Gil, al regresar a su propia época, declina la muerte