¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
Hace poco
me encontraba releyendo este poemita, la rima XI de Gustavo Adolfo Bécquer. Por
un momento no dejé de pensar en ella porque, de pronto me inquietó, ya que lo
que dice es, en realidad, profundo, cabrón, a pesar de la brevedad del poema. ¿Por
qué? Leído esta rima de Bécquer, de pronto me llegaron los dos primeros versos
del famosísimo soneto XVIII de mi Will Shakespeare, que también hacía poco leí,
que dicen lo siguiente: “¿Por qué tengo que compararte a un día de primavera /
Tú eres más hermosa y más placentera” (Traducción libre). A pesar de que ambos
poemas halagan a la mujer (supongamos que a quien ambos poemas se dirigen es
una es mujer) a la que interpelan directamente, ambos son distintos. Ya que la
voz poética del soneto de Shakespeare sugiere el uso de una fórmula bastante
copiada en la poesía: Comparar a la mujer con algo bello en la naturaleza; en
el caso del soneto Shakespeare, un día de primavera. En otros casos, por ejemplo,
las mujeres se comparan a las flores, el rojo de sus labios al coral, sus
cabellos al oro, y esas cursilerías. Sin embargo, el poema de Bécquer hace
exactamente lo opuesto, y es por esto que me gusta: En lugar de comparar al
mundo o la naturaleza o el universo o la vida a la mujer, para tratar de
comunicar qué tan bella es ella, dice lo contrario: El mundo o la
naturaleza o el universo o la vida más bien son los que se parecen a la mujer. Es
decir, el chingonzaso de Bécquer no dice: Tus ojos son como el cielo sino todo
lo contrario: El cielo son como tus ojos. La mujer es el punto de referencia, y
mundo y naturaleza, si poseen algo de belleza, puedan llegar quizá a ser dignos
de ser comparadas con las características de la amada del poema. Miren nomás,
qué calidad, qué aseveración tan contundente: Tú no me recuerdas al mundo; el
mundo me recuerda a ti: Eres el todo, la fuente inacabable de inspiración; de
ti se desprende toda metáfora e imagen y hasta música, de ti se desprende la
poesía. Esta idea me recuerda a un pasaje de la novelita El Cartero de Neruda:
¡Metáforas,
hombre!
—¿Qué son
esas cosas?
El poeta [es
decir, Pablo Neruda] puso una mano sobre el hombro del muchacho.
—Para
aclarártelo más o menos imprecisamente, son modos de decir
una cosa
comparándola con otra.
…
Mario se
llevó la mano al corazón [y dijo:]
Usted cree
que todo el mundo, quiero decir todo el mundo, con el viento, los mares, los
árboles, las montañas, el fuego, los animales, las casas, los desiertos, las
lluvias…
—… ahora ya
puedes decir «etcétera».
—… ¡los
etcéteras! ¿Usted cree que el mundo entero es la metáfora de algo?
Neruda
abrió la boca, y su robusta barbilla pareció desprendérsele del rostro.
—¿Es una
huevada lo que le pregunté, don Pablo?
—No,
hombre, no.
—Es que se
le puso una cara tan rara.
—No, lo que
sucede es que me quedé pensando.
Este diálogo,
propongo, entabla a su vez otro diálogo con la rima XI de Bécquer, porque, sí,
buena pregunta, ¿qué tal si el mundo es la metáfora de algo más? ¿Qué tal si el mundo es la metáfora de la mujer?