domingo, 14 de agosto de 2016

Suicide Squad: altibajos de una película malograda

                Desde que apareció el tráiler de Suicide Squad el año pasado, la he esperado como niño que sabe que algún día irá a la feria. Pero ahora que la he visto, una semana después de su estreno, no es que me arrepienta o que considere el tiempo de espera tiempo perdido: admito que me divertí. Más bien, confirmo mi teoría de que el tráiler es una forma de arte cinematográfica en sí, que la emoción que sentimos de ver un tráiler prometedeor no es una promesa de la emoción que experimentaremos al ver la película. Ya que, como es en el caso de Suicide Squad, la calidad que ofrecen tres minutos de tráiler queda lejos de lo que se ve en el cine.
                En primer lugar: ¿por qué, si me emocionaba tanto, tardé una semana en ver la película? Respuesta: las redes sociales. Días antes y después del estreno, mi Facebook fue bombardeado con opiniones de decepción y desencanto ante la película. Un amigo que pudo verla antes que todos los demás me comentó verbatim lo siguiente: "No está tan buena; no hay mucho que ver". En los siguientes días se publicaron críticas duras y hasta agresivas sobre la nueva cinta. Con el paso de los días, mi emoción amainó. Escribo esto no por gastar tinta ni palabras; escribo esto para decir que las redes sociales han aportado un ingrediente nuestra experiencia previa y consecuente de ver películas, sobre todo si han sido anticipadas.
                Empiezo con el villano. El villano en una película de Súperhéroes es parte fundamental. La amenaza que representa un enemigo es muchas veces el motivo que empuja una trama, lo que hace que un individuo normal se convierte en héroe. En Avengers, el motivo de Nick Furry para reclutar a los Avengers es detener la amenaza que supone Loki; y en Batman Begins, el motivo de Bruce Wayne para  convertirse en miembro de la League of Shadows es "encontrar los medios para pelear contra la injusticia". En Suicide Squad, (Waller) (Viola Davis), una agente de inteligencia, busca reclutar una serie de individuos con súper podere y habilidades para proteger a los Estados Unidos, pero... ¿protegerlos de qué? ¿Quién es el enemigo a vencer aquí? No lo hay, por lo menos, no al principio. Suicide Squad comienza sin enemigo sino con una toma de Harley Quinn (Robbie Margot). Y el enemigo que eventualmente aparece, la Enchantress (Cara Develingne), no es la consecuencia lógica de una serie de actitudes desquiciadas, ni, como en el caso de The Dark Knigh con el Joker, una respuesta de igual fuerza y magnitud a la presencia del súperhéroe. La Enchantress es, más bien, un accidente; un descuido que pudo pasar en cualquier momento; un miembro de invididuos súper poderosos que la temible Waller ya no puede manipular más. Lejos de ser un sólido elemento anticipado, es una tentativa de continur con la trama que resulta débil y poco persuasiva: "Ya existen héroes pero no hay villanos, ¿quién puede hacerles frente? Quien sea, pero hay que darles a alguien contra quien pelear".
                Ahora, si bien es cierto que la Enchantress supone tan alto riesgo que su corazón debe ser resguardado con alta seguridad, ¿qué hacía enseguida de la cama de Waller mientras dormía? Digo, para ser algo tan valioso y peligroso, uno esperaría siquiera un par de agentes bien entrenados que lo resguardaran en lo que Waller estaba fuera de combate.Pero no: estaba ahí para que cualquiera con el poder de transportarse libremente en el espacio lo pudiera tomar. Quizá así es como pudo comenzar la película: así como en The Dark Knight Rises, si la Enchantress se hubiera puesto en contra de todos, Waller se habría visto en la necesidad y, ahora sí, de reclutar y manipular a los metahumanos, en lugar de simplemente deslizar a la más grande villana que el mundo ha visto sin bombo ni platillo, sin alfombra negra y ojos desorbitados. Forma es fondo y el hecho de que la villana hubiera aparecido de manera tan casual, tan repentina y sin sentido, genera fuertes dosis de decepción.
                Aunque, admito, pocas cosas me generaron tanta decepción como la cursilería, el sentimentalismo y los diálogos incoherentes de los personajes. A excepción de Deadshot (Will Smith), los personajes son pintados como un grupo de amigos excéntricos en lugar de, como lo afirma Deadshot en el tráiler, un verdadero escuadrón suicida, una bomba de tiempo cuyos elementos pueden provocar una explosión si se acercan demasiado. Al final de la película, Harley Quinn los llama a todos amigos, El Diablo los ve como su familia o que Croc se afirma bello: ¿Qué diablos? No pasan ni un día juntos y una misión los convierte súbitamente en los mejores amigos y malos comediantes. Una reunión fraternal en un bar funge como catarsis para que todos se alineen y descubran el cariño subyacente en la misión que tienen a la mano. Cuando vi estas escenas en la película, no pude evitar bajar la cabeza, apretarme los ojos con los dedos y decir a mi acompañante: "Dios, pero qué cursi es esto". De suicida este grupo no tiene nada; más bien son un puñado de sentimentales que, con la correcta dosis de tiempo y muerte, se pueden convertir en serpientes amaestradas.
                Hay que admitir, sin embargo, que el dúo Harley Quinn/Deadshot es poderoso y persuasivo. Hace poco vi un corto de una caricatura en la que Quinn seduce a Deadshot y Deadshot termina accediendo al encuentro. Ya veo por qué. Quizá por su capacidad actoral o las colaboraciones en el pasado entre Margot y Smith, pero este dúo es una amistad creíble y magnética que hasta cierto punto hermana a los personajes. Si hubiera más películas entre estos dos actores con sus respectivo personjes, sería digno de ver.
                Sin embargo, fuera de esto, Quinn no es un personaje desarrollado por completo. Debido a la belleza de Margot y al atuendo en el que aparece en los tráilerrs, muchos anticipaban ver brillar a Quinn en esta película. Pero su "locura" no es más que una actitud pueril disfrazada de un atuendo provocador. Sus chistes y actitudes, la supuesta muerte del Joker y su amor hacia él la ponen más del lado de la cordura y la mala comedia que el de la peligrosa enfermedad mental. Su fuerza recae en su capacidad de seducción, su belleza atuendo y su bat pero nada más. Sí se nos muestra con habilidades de combate pero no las suficientes. Quizá hubiera sido un acierto tomar prestado un poco el semblante del Joker de Nolan: un payaso aparentemente inofensivo que, cuando quiere y necesita emplear la fuerza, lo hace de manera letal. De otro modo, Quinn no resulta tan peligrosa como se intenta mostrarla.
                Respecto al Joker, aunque no resulta tan poco creíble como Quinn, hay algunas incoherencias dignas de señalar. Hay algunas escenas rescatables en las que se muestra con fidelidad la naturaleza desquiciada del Joker, pero en algunas todo lo contrario: se traiciona al personaje. Más que un elemento destructor y caótico, el Joker de Suicide Squad parece un mafioso loco y enamorado con un plan. El Joker no tiene planes. El Joker no conoce el amor, aunque lo entienda, ni la lealtad. El Joker en esta película parece decidido en recuperar a Quinn debido al amor que le tiene. Esto parece demasiado serio él. Lo entendería si todo fuera un capricho, algo con lo cual divertirse y no tomarse a pecho. En lugar de matar al mafioso que al principio de la película se fija en Quinn por haberla deseado, hubiera sido mejor que lo matara por algo más trivial e insignificante. Ésta no es una película sobre el Joker, pero hay que negar que el personaje es como un alud gigante que desciende de la punta de una montaña. El Joker de esta película no tiene que ser tan filosófico como el de Nolan, pero yo hubiera apreciado un acercamiento más lúdico y temible a su creación, si no es que a su interpretación, en vez de su desempeño en un segundo plano como jefe mafioso cubierto de maquillaje. Aun así, hay que notar que Jared Leto hizo lo que pudo con el guion proporcionado. Su desempeño fue creíble y no podemos achacarle la falta de verosimilitud del personaje al actor, puesto que fue alguien más quien se encargó de la creación textual del personaje para esta película. De haber intervenido otro escritor que trabajara en una versión del enemigo de Batman más profunda y convicente, quizá hubiera robado cámara, eso sí, pero en definitiva le habría brindado a Leto la oportunidad de llevar el personaje a otro nivel.
                Pero, en definitiva, si hubiera una actuación digna de rescatar en esta película, ésta sería la de Davis. Davis hizo un estupendo trabajo al mostrar a un personaje manipulador, frío y letal que no se detiene ante nada y nadie para ver lograda su causa. Mientras que los demás personajes caen en malos chistes y cursilserías, este personaje se mantiene fiel a sí misma durante toda la película, inclusive cuando, una vez salvado el mundo y puesto fuera de peligro por el escuadrón, amenaz al escuadrón con la muerte y los regresa a la cárcel. Quizá la escena que muestra con mayor crudeza su falta de empatía y frialdad es aquélla en la que mata a sus subalternos cuando el escuadrón por fin llega a sus oficinas. Su actuación y frialdad la ponen en la misma línea de los ficticios jefes de inteligencia estadounidenses como Noah Vossen (Bourne Ultimatum) o Alexander Pierce (Captain America 2: The Winter Soldier). Su actuación en esta película con tantas fallas me confirma su gran capacidad actoral que vi en la película Doubt en 2008. Si Davis sale en subsecuentes películas basadas en cómics de DC, sería razón suficiente para ir a ver las películas.
                En general, no recomiendo ver Suicide Squad más que para quitarse la espinita de ver una vez más al Joker en la televisión y para ver a un grupo de súperhéroes que incluyen a un chicano, un afro-estadounidense y una japonesa, lo cual le da variedad étnica a la película que no se ha visto antes. Porque, fuera de esto, Suicide Squad resulta una película malograda, cuya cantidad de efectos especiales es proporcional a sus desaciertos y huecos en la trama.

               




martes, 2 de agosto de 2016

La derrota es mejor llevarla en silencio

Estoy sentado en la parada de autobús afuera de la escuela, en el otro lado del charco, de noche. Espero el camión que me lleve al puente para cruzar a Juárez. Una chica emerge de la oscuridad, se aproxima hacia la parada. Es hermosa. Por pudor, evito verla. A pocos metros de llegar a la banca donde estoy, se cae. Camino pedregoso. La ayudo a pararse, no puede. Su pie está fracturado.
La ayudo a sentarse. El camión llega pero es imposible caminar así, y más aún cruzar el puente (ella también va a Juárez). Pido un taxi. A juzgar por su mirada, puedo decir que siente pena, pero no hay de otra. Nos subimos.
En el camino hacia Juárez, pienso en Mariel, quien me abandonó hace casi un año. Recuerdo lo que me dijo por teléfono antes de colgar: Si es nuestro destino vernos, nos veremos; si no, no. Estuvimos poco tiempo juntos, pero el suficiente para enamorarme de ella. La conocí en invierno. Su piel era cálida. A veces suspiro al recordarla.
Llegamos a casa de la chica. Pago la tarifa. Ella se resiste, quiere pagarla, pero yo me niego, quizá por orgullo. Nos quedamos solos ella y yo en la calle, en el frío, frente a frente, sin decirnos nada. Pienso en decirle eso que ella misma me dijo aquella lejana vez: si es nuestro destino vernos, nos veremos; si no, no, pero, al final, antes de marcharme, no le digo nada. En ocasiones, la derrota ses mejor llevarla en silencio.