jueves, 11 de abril de 2013

Carta de un poeta a una instructora de danza


This if my letter to the world
That never wrote to me
 – Emily Dickinson

Querida instructor de danza:

Sé que en esta ciudad y en estos tiempos, recibir una misiva con remitente desconocido es motivo de alarma y preocupación. En primer lugar, me gustaría decirte que no hay nada por qué preocuparte – no tienes nada qué temer. Ésta es, simplemente, la carta de un admirador a su admirada. En segundo lugar, y para ahorrarte cualquier suspenso innecesario, me presento. Me llamo Carlos; soy el empleado de caja en la tienda de videos, enseguida de la escuela donde impartes clases No sé si alguna vez me has notado o me has visto (tengo la impresión de que mi rostro no es de esos memorables, que se queda fijos en la memoria de las gentes; más bien, tengo la impresión de que tiende a diluirse en el trasfondo de las cosas, como nube en un paisaje); sin embargo, yo a ti sí te he notado – desde mi primer día de trabajo – y desde entonces he querido hablarte – acercarme a ti – cruzar esa brecha invisible que nos separa a nosotros dos y a todo el mundo en general. No sé qué hay en ti, pero cada vez que llego al trabajo en la mañana, me repito a mí mismo: éste será el día en que me acercaré a ella y le hablaré. Mas nunca hago nada; pasan las horas, cae la noche y la luna, y yo sigo tras la caja, viendo cómo te vas, despedirte de tus alumnas y abordar un carro gris que siempre te espera al terminar tus clases – hasta que la mañana y el sol te traen de vuelta consigo.

¿Soy cobarde – inseguro? Sí – admito que algo hay de eso en mí. Tengo miedo de que me rechaces, porque a tus ojos – y los ojos del mundo – soy solamente un simple empleado en una tienda de videos. Sin embargo, te confieso que tengo una vanidad callada – soy poeta. Yo nombro lo innombrable; apunto lo invisible; arrojo luz sobre lo antes oscuro e ignoto. He leído libros, he aprendido idiomas, incluso tomé el tonto, inútil camino de la universidad
(mi madre tiene colgado en su recámara mi diploma con honores). Y después de terminar la escuela, mucha gente solía decirme que tomara mi diploma y lo presentara al mundo y me consiguiera un trabajo bien y que al llegar a mi casa por la noche – solamente hasta entonces escribiera. Pero ellos – ellos no entienden lo que es poesía – ellos no entienden que su sugerencia es el camino perfecto para convertirme en un poeta mediocre. Yo necesito tiempo para leer, para escribir, para sentir, y pensar, y este trabajo, que para todos es nada, que para mis padres es un insulto y para mis amigos una burla, para mí lo es todo, porque aquí es donde puedo hacer todo aquello que necesito realizar como poeta mientras me gano humildemente la vida y mientras te admiro a ti a la distancia.

Aun así, sé que ser poeta en este mundo no es gran cosa, si no se es también rico y famoso o muerto, ninguno de los cuales es mi caso. Te digo todo esto porque no sé qué sucede, pero últimamente Juárez ha ido despertándose lentamente a la poesía. Hay días en los que camino por las calles y de pronto me topo con una pared pintada con versos de Neruda. O llego a mi casa después del trabajo, prendo la computadora  y me encuentro con un mensaje muy Shakesperiano: “Si un escritor se enamora de ti, nunca morirás”. Uno diría que en tierra de ciegos el tuerto es rey, y que, si yo soy poeta en esta tierra virgen de poesía, entonces me corresponde también un lugar. Mas esto no sucede; nadie asiste a mis lecturas, no encuentro editores que publiquen mi poesía y gente con mucho menos talento que yo gana premios y obtiene contratos. Esto a mí no me molestaría para nada, yo no querría estas banalidades para mí, si no fuera porque existes y te vi, una hermosa y joven instructora de baile, llena de gracia, que no dudo ha de tener  muchísimos pretendientes, todos con carros lujosos y trabajos flamantes y seguros de sí mismos. No me gustaría cometer prejuicio contigo y pensar que solamente porque eres hermosa también eres frívola y superficial y te dejas apantallar por todo esto. Es que me gustaría ser más de lo que soy – ser un poeta famoso, no por mi vanidad, sino para que tú y el mundo me perdonen la intención de esta carta que te escribo y que te mando, sin temor a que me tildes de acosador o loco o ambas. Porque sé que el mundo no es como el cine o la literatura; el mundo no aprecia las buenas intenciones ni perdona los arrojos de valor o de amor como a los protagonistas en las ficciones; el mundo es un lugar que exige resultados, y aquí y en todos lados sólo los fuertes y los impostores son quienes sobreviven. Hay noches en las que me asaltan dudas y aprehensiones sobre mi vida, y siento que el futuro que tanto espero nunca llegará. Y que como muchos poetas que me han precedido en la historia, mi paso sobre la Tierra pasará inadvertido, cometa silencioso, hasta que aterrice en el futuro, cuando yo ya esté muerto, y todos se enteren de lo que en verdad fui pero para entonces ya sea tarde.

Pero sabes, nada de esto importaría si yo tuviera una oportunidad contigo, por más chica que fuera. Quizá podría darte miles de razones por las cuales no te hablo y nunca te hablaré. Mas no sé por qué termino siempre en tu recuerdo, incluso cuando las palomas de mis pensamientos surcan otros cielos. Eres a quien yo deseo, a quien yo quiero para mí, y no ha sido hasta esta tarde, cuando comencé a escribirte esta carta, que comprendí que no estoy mal en desearte, que no hay nada malo en mi anhelo de ti, poeta o no poeta, mortal o inmortal, famoso o desconocido, porque soy hombre y estoy vivo y si sólo supieras que cada vez que te veo siento ganas de mandar la poesía el carajo y arrojarme hacia ti. Entérate que estás haciendo que un poeta deje de ser un poeta, porque los poetas sufren y aman en silencio y a distancia, pero pocos poetas se arrojan a la vida como yo me estoy arrojando a ti en estos momentos. Ninguno de mis poemas se compararía al verdadero y suave tacto de tu mano al tomarla cuando vayamos caminando lado a lado por la calle, o a un beso tuyo en la mejilla al despedirnos una noche después de una cita agradable. Porque un poema es, finalmente, arte, pero tú eres vida. Y prefiero mil veces la brevedad feliz de la vida a tu lado a la inmortalidad sombría de la muerte sin ti.

Sin más qué decir, me despido.
Atentamente, el poeta.