This if my letter to
the world
That never wrote to me
– Emily Dickinson
Querida
instructor de danza:
Sé que en
esta ciudad y en estos tiempos, recibir una misiva con remitente desconocido es
motivo de alarma y preocupación. En primer lugar, me gustaría decirte que no
hay nada por qué preocuparte – no tienes nada qué temer. Ésta es, simplemente,
la carta de un admirador a su admirada. En segundo lugar, y para ahorrarte
cualquier suspenso innecesario, me presento. Me llamo Carlos; soy el empleado
de caja en la tienda de videos, enseguida de la escuela donde impartes clases
No sé si alguna vez me has notado o me has visto (tengo la impresión de que mi
rostro no es de esos memorables, que se queda fijos en la memoria de las
gentes; más bien, tengo la impresión de que tiende a diluirse en el trasfondo
de las cosas, como nube en un paisaje); sin embargo, yo a ti sí te he notado –
desde mi primer día de trabajo – y desde entonces he querido hablarte –
acercarme a ti – cruzar esa brecha invisible que nos separa a nosotros dos y a
todo el mundo en general. No sé qué hay en ti, pero cada vez que llego al
trabajo en la mañana, me repito a mí mismo: éste será el día en que me acercaré
a ella y le hablaré. Mas nunca hago nada; pasan las horas, cae la noche y la
luna, y yo sigo tras la caja, viendo cómo te vas, despedirte de tus alumnas y
abordar un carro gris que siempre te espera al terminar tus clases – hasta que
la mañana y el sol te traen de vuelta consigo.
¿Soy
cobarde – inseguro? Sí – admito que algo hay de eso en mí. Tengo miedo de que
me rechaces, porque a tus ojos – y los ojos del mundo – soy solamente un simple
empleado en una tienda de videos. Sin embargo, te confieso que tengo una
vanidad callada – soy poeta. Yo nombro lo innombrable; apunto lo invisible;
arrojo luz sobre lo antes oscuro e ignoto. He leído libros, he aprendido
idiomas, incluso tomé el tonto, inútil camino de la universidad
(mi madre
tiene colgado en su recámara mi diploma con honores). Y después de terminar la
escuela, mucha gente solía decirme que tomara mi diploma y lo presentara al
mundo y me consiguiera un trabajo bien
y que al llegar a mi casa por la noche – solamente hasta entonces escribiera.
Pero ellos – ellos no entienden lo que es poesía – ellos no entienden que su
sugerencia es el camino perfecto para convertirme en un poeta mediocre. Yo necesito
tiempo para leer, para escribir, para sentir, y pensar, y este trabajo, que
para todos es nada, que para mis padres es un insulto y para mis amigos una
burla, para mí lo es todo, porque aquí es donde puedo hacer todo aquello que
necesito realizar como poeta mientras me gano humildemente la vida y mientras te
admiro a ti a la distancia.
Aun así, sé
que ser poeta en este mundo no es gran cosa, si no se es también rico y famoso
o muerto, ninguno de los cuales es mi caso. Te digo todo esto porque no sé qué
sucede, pero últimamente Juárez ha ido despertándose lentamente a la poesía.
Hay días en los que camino por las calles y de pronto me topo con una pared
pintada con versos de Neruda. O llego a mi casa después del trabajo, prendo la
computadora y me encuentro con un
mensaje muy Shakesperiano: “Si un escritor se enamora de ti, nunca morirás”.
Uno diría que en tierra de ciegos el tuerto es rey, y que, si yo soy poeta en
esta tierra virgen de poesía, entonces me corresponde también un lugar. Mas
esto no sucede; nadie asiste a mis lecturas, no encuentro editores que publiquen
mi poesía y gente con mucho menos talento que yo gana premios y obtiene
contratos. Esto a mí no me molestaría para nada, yo no querría estas
banalidades para mí, si no fuera porque existes y te vi, una hermosa y joven
instructora de baile, llena de gracia, que no dudo ha de tener muchísimos pretendientes, todos con carros
lujosos y trabajos flamantes y seguros de sí mismos. No me gustaría cometer
prejuicio contigo y pensar que solamente porque eres hermosa también eres
frívola y superficial y te dejas apantallar por todo esto. Es que me gustaría
ser más de lo que soy – ser un poeta famoso, no por mi vanidad, sino para que tú
y el mundo me perdonen la intención de esta carta que te escribo y que te
mando, sin temor a que me tildes de acosador o loco o ambas. Porque sé que el
mundo no es como el cine o la literatura; el mundo no aprecia las buenas
intenciones ni perdona los arrojos de valor o de amor como a los protagonistas
en las ficciones; el mundo es un lugar que exige resultados, y aquí y en todos
lados sólo los fuertes y los impostores son quienes sobreviven. Hay noches en
las que me asaltan dudas y aprehensiones sobre mi vida, y siento que el futuro
que tanto espero nunca llegará. Y que como muchos poetas que me han precedido
en la historia, mi paso sobre la Tierra pasará inadvertido, cometa silencioso, hasta
que aterrice en el futuro, cuando yo ya esté muerto, y todos se enteren de lo
que en verdad fui pero para entonces ya sea tarde.
Pero sabes,
nada de esto importaría si yo tuviera una oportunidad contigo, por más chica
que fuera. Quizá podría darte miles de razones por las cuales no te hablo y
nunca te hablaré. Mas no sé por qué termino siempre en tu recuerdo, incluso cuando
las palomas de mis pensamientos surcan otros cielos. Eres a quien yo deseo, a
quien yo quiero para mí, y no ha sido hasta esta tarde, cuando comencé a
escribirte esta carta, que comprendí que no estoy mal en desearte, que no hay
nada malo en mi anhelo de ti, poeta o no poeta, mortal o inmortal, famoso o
desconocido, porque soy hombre y estoy vivo y si sólo supieras que cada vez que
te veo siento ganas de mandar la poesía el carajo y arrojarme hacia ti. Entérate
que estás haciendo que un poeta deje de ser un poeta, porque los poetas sufren
y aman en silencio y a distancia, pero pocos poetas se arrojan a la vida como
yo me estoy arrojando a ti en estos momentos. Ninguno de mis poemas se
compararía al verdadero y suave tacto de tu mano al tomarla cuando vayamos
caminando lado a lado por la calle, o a un beso tuyo en la mejilla al
despedirnos una noche después de una cita agradable. Porque un poema es, finalmente,
arte, pero tú eres vida. Y prefiero mil veces la brevedad feliz de la vida a tu
lado a la inmortalidad sombría de la muerte sin ti.
Sin más qué
decir, me despido.
Atentamente,
el poeta.