sábado, 9 de julio de 2011

Carta a una futura nostalgia

All that remains is a desert
South of the Border, West of the Sun, Haruki Murakami

Marianela, estos años junto a ti han pasado felices como un sueño. Pero ahora nos encontramos en el abismo de una encrucijada, y nuestros caminos pueden bifurcarse: se me ha ofrecido una oportunidad de una nueva vida en otro lado, lejos de aquí y lejos de ti. Me encuentro entre la espada y la pared. Porque ésta es la oportunidad que he estado esperando durante mucho tiempo, pero tú, Marianela, eres la mujer que he estado esperando toda mi vida, incluso antes de que yo mismo lo supiera.

Qué difícil situación, ¿no lo crees? Esta decisión nos afectará a ambos, como una movida de piezas en un juego de ajedrez, que desencadenará una serie de eventos cuyas repercusiones las conoceremos dentro de un futuro.

Entre tú y yo hay algo; llámalo como quieras: destino, karma, casualidad. Sea lo que sea, ese algo nos ha llevado a tener algo mágico y especial y trascendente. No fue fácil, ni tampoco rápido ni instantáneo. Al principio tú no confiabas en mí ni yo en ti, e incluso dejamos de salir porque pensaste que yo no valía la pena y que encontrarías algo mejor en otros rumbos. Pero, como alfileres en lados opuestos del mundo, el ineluctable imán de nuestra atracción nos jaló y nos unió, haciéndonos explotar al unísono como estrellas. En ti encontré el necesario impulso para que, como agua de surtidor, siguiera brotando, y no me estancara como agua de charco, y tú en mis brazos encontraste – me dijiste – el rincón destinado para ti en el universo, donde un sentimiento de alegría y sosiego te ahonda, porque me sabes cercano y a tu lado. Mas soy realista: no sé si yo puedo encontrar tal sentimiento en el futuro, ni tampoco sé si tú encuentres aquello que en mí encontraste si llegamos a separarnos. Esta duda me llena de aprensiones.

La vida no es un horario programado, Marianela, tú una vez me lo dijiste. En estos días la gente piensa que así es. La gente quiere ir a la escuela, terminarla; después viajar; después trabajar; después conocer el amor de su vida en el momento justo; después enamorarse y casarse y tener hijos y vivir la vida felices hasta el fin de sus días… Bueno, Marianela, ¿qué pensarías si te digo que yo ya encontré al amor de mi vida y lo encontré a deshoras? Lo encontré en ti al ser yo muy joven.

Yo sé que tú tienes planes distintos para ti misma Sé que quieres estudiar, viajar, conocer el mundo, luego trabajar; me lo dijiste cuando comenzamos a salir: Francisco, la gente necesita vivir su vida, realizar sus sueños, ésa es la razón por la cual las parejas se divorcian: están insatisfechos, y cuando lo comprenden ya se encuentran atadas, yo no quiero que me suceda esto. Yo tampoco quiero que esto te suceda, Marianela. Yo quiero que seas feliz, que estés satisfecha, que aspires cada polen que quieras aspirar en esta vida, y que hagas con amor cada cosa que realices. Pero a mi lado. Que sea lo que hagamos en esta vida, lo hagamos juntos. Yo no quiero que muchos años después de que te escriba esta carta, tu recuerdo fantasma me persiga a través de los pasillos de los años. No quiero casarme y tener hijos y conseguir el éxito que tanto busco, para que un día te encuentre al doblar una esquina, y de pronto sienta mi corazón inflarse y salírseme del pecho. No quiero llegar a ser un adulto, atormentado por la nostalgia, y llegar a la amarga conclusión de que solamente a tu lado hubiera sido feliz. No. Te quiero a ti. Quiero que estés a mi lado. Quiero despertar a tu lado. Quiero cruzar el mar de la vida en un barco, cuya tripulación y capitán seamos tú y yo. Quiero sacrificar lo necesario para que tú y yo estemos juntos. Un idilio es como una obra de arte, Marianela: sólo con el tiempo se sabrá si es verdadero. Yo no quiero arrepentirme ni siquiera haberte conocido… Mi futuro por ti puede esperar.

Te dejaré esta carta en la ventana de tu casa, a un lado de la puerta para que la adviertas al regresar. Al terminar de leerla, te encontrarás, como yo, en la difícil de pedirme que me quede o quedarte aquí sin mí. De cualquier manera, permíteme decirte algo; tómalo si quieres como una advertencia. Me conozco bien: si decides no seguirme ni pedirme que me quede y nuestros caminos se bifurcan finalmente, entonces que no te sorprenda que en unos veinte años, en un día como cualquier otro, llegue yo a tocar a tu puerta en nombre de viejos y nunca extintos sentimientos.