miércoles, 9 de abril de 2014

Aquellos domingos invernales

En domingos también temprano mi padre amanecía
Para vestirse en el azul y oscuro frío invierno
Y luego con agrietadas manos laceradas por el terrible clima
Fogatas de la nada levantaba. Nunca nadie le dio las gracias.

Yo despertaba y olía el frío astillarse, resquebrajarse.
Y una vez cálida la casa, nos llamaba,
Y yo me levantaba y me vestía,
Temiendo los crónicos arranques de esa casa,

Para hablarle con indiferencia,
A él, que había espantado al fuego de la casa
Y además boleado sin reclamos mis zapatos.
¿Qué iba a saber yo, qué iba a saber yo
De amores austeros y grises oficinas?