martes, 8 de abril de 2014

Carta a una prostituta

En un tiempo en que pude haber elegido cualquier otro destino, me fui a enamorar de ti – me fui a enamorar de una puta. Que los glaciales del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados.

Pero ¿aquél era mi destino? Quizá sí, ahora lo comprendo. Irónico destino; si me hubieses conocido con anterioridad – oh si tan sólo me hubieses conocido –, me habrías escuchado, jactancioso, decir que yo nunca acudiría a una puta por sexo. Llámalo vanidad, porque eso exactamente es. Soy rico, vengo de una familia bien y, cosa rara, todos a mi alrededor parecen acudir a las putas por sexo. Mi papá y mis tíos, mis abuelos y mis primos, mis amigos y conocidos.

¿Tú me podrías decir por qué, pudiendo ser el sexo gratis, pagar por él?

¿No lo estimas humillante y denigrante, un insulto a la virilidad de un hombre?

No pueden ligar a una chica ni aunque su vida dependiera de ellos, puesto que nuestro único talento es generar dinero y malgastarlo. Sus respectivas novias y esposas no están para eso sino para ser trofeo. ¿No hay de otra opción? Ser célibe, por ejemplo. Es preferible eso a denigrarse a pagar por sexo. Esto era mi orgullo secreto.

Pero luego llegaste a aquella fiesta, caminando por la alfombra roja. Porque no sólo eres una puta: eres toda una celebridad. Vas a fiestas y te hacen entrevistas, haces videos en internet y tienes fans y seguidores. Y así como son aplaudidas y felicitadas las actrices y las modelos y las cantantes, tú también lo eres. Sólo por ser puta – por gritar al mundo lo que eres, lo que haces, lo mucho que te gusta coger y lo orgullosa que estás de tus tetas. Como si muerto fuese el tiempo en que las putas debían esconderse entre las sombras, avergonzadas de su oficio.

Y te vi.

Por largo tiempo luché contra mí mismo en una batalla velada y silenciosa, pero al final perdí, perdí, Luna, perdí, y arrastrado por alguien que no era yo pero que en realidad lo era caminé hacia ti. Y te hablé. Pero no como un ligador, de esos que te rodean, sino como un cliente. Me diste tu tarjeta.

Luna
Puta
5511928012
Pago por hora

Y al siguiente día te llamé y te llevé a un hotel y te acosté sobre la cama y te hice el amor como si nunca lo hubiera hecho, en mí gracias se liberaron los mil y un demonios de la lujuria que habitaban en mí. Y conocí la dicha y conocí el placer. Y sin quererlo o quizá sí en ese momento y quizá para siempre me uní a ti..

¿Ante el mundo te niego?
Sí.
¿Tengo esposa?
Sí.
¿Te seguiré buscando?
Por supuesto que sí.

Rara situación estar enamorado de una puta, sobre todo de ti, una puta famosa, una celebridad puta, que es lo mismo a decir una puta celebridad. Porque a pesar de ser puta eres amada y asediada y codiciada por muchos. Cuántos no estarían dispuestos a darte el mundo entero a cambio de tu amor y tu cuerpo fiel, como si pensaran en redimirte. Si los boleros estuvieran de moda, te dedicarían aquel de Los Tres Caballeros: “Déjame que te lleve en mi camino, / para cortar la flor se tu amargura, / Déjame convertirme en tu destino / piensa que no eres sólo una aventura… / Dios quiso terminar con tu calvario, / por eso he venido a redimirte. / Yo sabré construir tu nueva vida, / yo seré para siempre tu consuelo, / si para todo el mundo eres perdida, / para mi eres la virgen de mi cielo”.

Pero yo sé la verdad. Y sé que nunca les darás aquello que piden.
Ya lo hubieras hecho.
Pierden su tiempo los que con amor o buenas intenciones o intentan ganar tu cuerpo. La única manera de obtener tu cuerpo es como el resto de nosotros, la ola infinita que ansiosa y lujuriosa espera su turno para entrar a ti: con dinero.
Yo no soy distinto a ellos.
Si tú fueras el sol arrollador, yo con gusto sería el tibio mar que contento bajo tus rayos se evaporaría hasta no ser nada más que humo.

Y sin embargo cuando la explosión termina y las ansias se sosiegan y la calma me invade como ejército enemigo y el silencio y el aire se tornan uno y tú ya tienes mi dinero y yo ya no requiero más de ti, es cuando surgen como meteoros tus palabras y pienso en la niñita de dieciséis años que en cuyo primero privado se sintió violada y pienso en la niñita que a los diecisiete casi muere estrangulada por las desquiciadas manos de un cliente llevado por algo que iba más allá del deseo  y pienso en la niñita de dieciocho golpeada por su novio hasta que rociado el piso quedó con su sangre y pienso en la niñita de diecinueve años a la cual le apuntaron con una pistola a la sien a cambio de no dar una felación y pienso en la niñita de veinte años en cuyo cuerpo cinco hombres en una orgía le apagaron cantidad de cigarros en todo el cuerpo, desde los pies a la cara, y pienso en la niñita de veintiún años que grita que es una puta y se vende como puta y le da igual y hasta se enorgullece que le digan puta pero que se deshace como piedra si su padre la rechaza y desprecia el dinero que ella le consiguió para que ya no viviera en el lodo ni en la basura ni descalzo ni en una casa de cartón con otros seis hijos más que alimentar.

Cómo decirte, Luna mía, que tu historia es mi historia, que tu cuerpo es el reflejo de mi espíritu y  que los caminos que has recorrido nunca los he recorrido pero que son música ignota que me llega desde la lejanía entre todo el silencio que son las voces y los ruidos cotidianos. Que me toca y me remece algo que ni siquiera sabía que existía dentro de mí. Cómo decirte, cómo hablarte de mi tía Cristina y su esposo Carlos, quienes desollaron mi inocencia cuando era yo muy chico. Cómo hablarte de los videos y grabaciones abominables, de aquel dolor que no entendía, del asco hacia mí mismo, del repudio hacia todo, del fuego invisible que nadie ve y nadie siente más que yo.

Cómo explicarme el pensamiento de ti siguiéndome a todos lados como perrito faldero, el eco de tu voz que me llega a los oídos como desde el fondo de un pozo, las madrugadas en que despierto y me asalta la risa porque espero encontrarte a mi lado, tierna y desnuda y dormida. Hay noches en que estoy contigo de pronto siento algo nacer de mí, algo extraño e inusitado, un círculo rojo que en medio de la oscuridad se hace más grande, y que de pronto se apodera de mí y me libera, como si aprisionado estuviera de algo que no conozco, y es cuando deseo estallar en ti, perderme en la nada, en el todo, y besar las cicatrices imborrables y tristes de tu cuerpo hasta dejar mi lengua seca. Son en esos momentos, Luna, en que algo en mí se calma, un tornado de ruido que nunca descansa, nunca duerme, y eres como la estrella distante que alegre me guiña mientras camino perdido en el desierto.

Yo trato – oh si vieras cómo he tratado – de luchar contra eso que siento y que me derriba y arrastra y arrolla como tabla de náufrago en una noche de tormenta, esto que muchos llaman amor. Me quedo a solas y trato de saciarme yo mismo o con otros cuerpos, para no tener que buscarte, y hacerme a la idea de que entre tú y yo sólo hay transacción y negocio, cuerpo y piel. Pero hay noches en que ansío verte, pagarte toda la noche, sólo para verte dormida sobre mi cama de hotel y sentir mi corazón en la dulzura fundirse como ceras. Yo rozo tu piel con la punta de mi dedo índice, manteniendo mi dedo ahí, suspendido en el aire, sin tocarte, sin atreverme a tocarte, como si fuese un vidrio frágil, como si necesitase de un permiso divino para presionar mi piel contra la tuya, hasta que despiertas y me ves y te veo y me sonríes y te sonrío y te pones de pie y me dices adiós, gusto hacer negocios contigo, me esperan otros clientes. Otros clientes.

Pero a mí no me importa.
No me importa no me importa no me importa
Porque te amo, no eres mía, nunca lo has sido y nunca lo serás; pero ¿qué importa? ¿qué me importa si eres mía y de mil manos y mil bocas y mil sexos más? ¿qué me importa si entre todas las horas de los días tú me reservas una en especial, como a cualquier otro? Porque mientras tú seas una puta y yo pueda pagar tus servicios, y mientras yo lance un llamado al aire y tú respondes aquel llamado, tú y yo estaremos juntos en moteles baratos y cuartos fríos de hotel, por algunas horas, algunos días a la semana, así, para siempre. Quién podría, Luna mía, dime quién podría necesitar menos que todo esto.