domingo, 6 de abril de 2014

El Perro y el Frasco

‘Lindo perro mío, bello perro, pulguiento, acércate, ven y respira este delicioso perfume, que compré para ti en la mejor perfumería de la ciudad’.

Y el perro, moviendo la cola, signo, yo creo, de esos pobres seres, de la sonrisa y la alegría, viene y curioso acerca su húmeda nariz en la boca del frasco; y en seguida, salta hacia atrás con súbito temor, y me lanza un ladrido, como reproche.

‘Ah, perro miserable, si te hubiera dado a oler un paquete de excremento, lo habrías olido con placer, quizá hasta devorado. Y así, tú mismo, indigno compañero de mi aciaga vida, me recuerdas al resto del público, al cual jamás se le debe presentar perfumes exquisitos porque lo irrita, sino más basura y desperdicios elegidos con el mayor de todos los cuidados’.