Octavio Iriarte. Estudiante
de filología. Latín, griego y sánscrito y hasta español e inglés medievales. A
excepción del español, aprende estos idiomas a través del inglés; los pocos
profesores que podían enseñarle estos idiomas son angloparlantes. Sus
profesores ven en Octavio Iriarte a un hombre lúcido, sensible y humanista; le enseñan todo lo que saben y pueden. Largos y minuciosos años de
estudio, de memorización y apego a las reglas. Luego, graduación. Sus profesores, conmovidos, creen que han dado al mundo a estudiante y ser humano
excelente.
Boletín especial. Filólogo recién graduado con atroz pasatiempo.
Bebe sangre humana. La obtenía de víctimas, a quienes desangraba en la cochera
de su casa, para luego tirar sus cuerpos en un río. Había comenzado con perros,
gatos y gallinas, luego siguió con caballos, vacas y toros, hasta que una noche
le dio por probar la sangre de niño. Luego, sangre de mujer. Al último sangre
de hombre. Lo descubrieron cuando fue a tirar el cuerpo de un vagabundo a un
basurero. Cárcel. Aún le permiten leer a Cicerón, Píndaro y los vedas. Shakespeare
es la única lectura prohibida.